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Liderazgo de articulación para converger en la diversidad

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El actual gobierno definió que la prioridad de su política exterior sería América Latina, especialmente Sudamérica. Esta declaración formula una estrategia denominada “Convergencia en la diversidad” que, pese a reconocer la coexistencia de diversos proyectos en la región, afirma la posibilidad de avanzar en la integración y en la construcción de una identidad propia, a condición de apartar cualquier “sesgo ideológico”. Después del anuncio, sin embargo, no se han precisado los instrumentos elegidos para materializar dichos objetivos.

Se insiste en Latinoamérica como el lugar desde el cual Chile se proyecta al mundo, lo que no difiere demasiado con las cinco administraciones anteriores que repitieron en sus discursos el mismo titular, pero hicieron cosas distintas en la práctica. Entonces, ¿qué implica aquello? Por el momento, se trataría de una presencia más vigorosa en los espacios de integración, agregando –he aquí la novedad– la tarea de facilitar los acuerdos por encima de las diferencias. La misión autoasignada es difícil, sobre todo si no se tiene una idea más o menos precisa de hacia dónde se quiere transitar y los recursos diplomáticos que se está dispuesto a emplear.

Algo se adelanta al reconocer que las diferencias de modelos de desarrollo vigentes no impedirían la integración, así como la necesidad de variar desde un enfoque de política exterior demasiado inclinado hacia las relaciones comerciales a otro más integral. Pero, el aterrizaje se reduce a acercar la Alianza del Pacífico con el Mercosur mediante “velocidades diferenciadas”, quedando pendiente un plan y una hoja de ruta.

Converger es más que una demostración de intenciones, pues se trata de tensar nuestra diplomacia alrededor de ciertos propósitos. Porque priorizar significa preferir, la pertenencia de Chile a la región no solo implica identificar problemas comunes, sino que coincidir en que la mejor manera de solucionarlos es a través del esfuerzo conjunto y, hasta ahora, pareciera que el resto del mundo nos ofrece opciones más eficaces, por lo que se requiere compatibilizar la apertura a la globalización con la integración regional. ¿Cómo se hace?, convirtiéndonos en puente político, cultural y económico del entorno más inmediato, y de éste con el amplio horizonte que nos otorgan las preferencias negociadas con la mayoría de los mercados del planeta.

Para concretar una idea que no es nueva, se necesita antes que todo asignarle a los demás una función subsidiaria que aporte el faltante –léase tamaño, capacidad y recursos– para aprovechar las oportunidades disponibles en el mundo, ninguna de ellas factible de realizar en una ecuación que pone en un lado solo a 17 millones de habitantes. Además, es bueno recordar que hay que sumar voces para ser escuchado, que las situaciones son dinámicas, que otros países transitan por la misma senda y que no somos los únicos ribereños del Océano Pacífico. A propósito: los tan mentados corredores bioceánicos se están concretando no por Chile, sino por Perú –vía carretera con Brasil– y el proyecto ferroviario financiado por China.

El Estado chileno debe cambiar su predisposición a la sospecha y la contención cuando se trata de los vecinos, actuando decidida y coherentemente en un proceso integracionista que le conviene

El Estado chileno debe cambiar su predisposición a la sospecha y la contención cuando se trata de los vecinos, actuando decidida y coherentemente en un proceso integracionista que le conviene. Con este fin, Brasil aparece como un aliado necesario si queremos aproximar ambas orillas oceánicas, aparte de México si proyectamos un eje norte-sur, hitos que se suman a requisitos de modernidad y fortaleza institucional para hacer viable el despliegue de un “liderazgo de articulación” en la geografía plural de la región.

Los desafíos que tiene Chile exigen especializar nuestra política exterior. Un aspecto fundamental es el rol de bisagra que puede y debe cumplir el país en su entorno, tarea que aunque es de largo plazo, resulta urgente comenzar ahora mismo.

Cristián Fuentes V.
Académico de la Escuela de Ciencia Política
Universidad Central de Chile

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