Un aire de pesar se siente en Uruguay por la salida del Palacio de Suárez de uno de los presidentes que más ha destacado a nivel internacional por su peculiar estilo de hacer y entender la política. José Alberto Mujica Cordano –más conocido como Pepe Mujica– fue electo presidente a los 74 años de edad en 2009 y, desde ese momento, ha sido una luz de esperanza en lo que a la política y a los políticos se refiere.
El legado de este ex guerrillero ha ido más allá de su gestión de gobierno que ha tenido buenos resultados en indicadores sociales vinculados a la pobreza y empleo: su período ostenta los niveles más bajos de desempleo (desde un 8,2% en 2009 a un 6,7% en 2013). Lo anterior tiene un vínculo directo con el incremento de los ingresos y, por lo tanto, del poder adquisitivo. La población en situación de pobreza ha disminuido notablemente (de un 10,4% en 2009 a un 5,9% en 2012), teniendo el menor porcentaje de pobres de la región.
Por otra parte, en materia de derechos, se aprobaron leyes en relación al aborto, la despenalización de la marihuana y matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo, lo que con o sin intención se transformó en el sello de su gobierno, situando a Uruguay como un país progresista en la región.
Ahora bien, sectores de la oposición han cuestionado en la gestión de Mujica los resultados negativos en seguridad pública a causa de la percepción de aumento de la inseguridad ciudadana –55,2% de la población cree que la seguridad se ha deteriorado–, por lo que los uruguayos consideran esta cuestión como el problema más importante del país. En educación, a pesar, de la creación de la Universidad Tecnológica (UTEC) y la descentralización de la educación superior, se critican los resultados negativos obtenidos en este tema en comparación a los recursos invertidos.
Lo cierto es que, en parte, estos problemas se deben al quiebre de los acuerdos interpartidarios que permitían el trabajo en conjunto en seguridad y educación entre oposición y gobierno.
Sin embargo, los frutos de su mandato –junto con su forma de hacer y pensar la política– han pesado más en el inconsciente colectivo y le ha significado reconocimiento en el plano internacional, postulado durante 2014 al Premio Nobel de la Paz y ser considerado por políticos de la región como el Mandela de América Latina.
En materia de derechos, se aprobaron leyes en relación al aborto, la despenalización de la marihuana y matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo, lo que con o sin intención se transformó en el sello de su gobierno, situando a Uruguay como un país progresista en la región.
Pepe Mujica es destacado y señalado por ciudadanos de todo el mundo como un modelo que debería ser imitado por el resto de los políticos, los cuales hoy por hoy se encuentran deslegitimados a nivel global precisamente por su forma poco transparente de hacer política.
Así, la espera de la segunda vuelta electoral marcará los últimos días de Pepe Mujica en el gobierno, quien y no se va con las manos vacías. Su huella permanecerá en el tiempo como aquel presidente humilde y sencillo que prefirió la tranquilidad de su chacra a los lujos que están acostumbrados los mandatarios en todo el mundo.
Tras cinco años de gobierno, cuentas alegres y tristes se visualizan en el horizonte, las que no empañan lo más certero y es que Mujica pasará a formar parte de la (nuestra) historia como un gran hombre y mandatario.
Ana María Gutiérrez
Profesora de la Escuela de Administración Pública
Universidad Central de Chile
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Alfredo A. Repetto Saieg
No nos equivoquemos porque la crisis global no afecta a todos de la misma manera. Esta vez los grandes perjudicados son Europa y Estados Unidos porque insisten en la reducción del déficit fiscal, en la expansión monetaria convencional y en las medidas de ajuste que son todas políticas neoliberales que precisamente condujeron a esta hecatombe internacional. Existen otros países que se ven menos afectados porque buscan construir una opción concreta a esa doctrina neoliberal que se ha mostrado increíblemente eficiente para arruinar países. Me refiero a Bolivia, a Ecuador, a Venezuela y en menor medida a Argentina, Brasil y Uruguay que aplican una economía de la producción, basada en el trabajo, en la industria nacional y en otra serie de variables que contradicen la especulación financiera que imponen los centros globales del poder a través del FMI, del Banco Mundial, etc. No es extraño entonces que con Pepe Mujica se haya elevado la calidad de vida de su pueblo.