No puede resultar irrelevante el proceso político que Colombia vive actualmente: más de 50 años de una guerra civil cruenta y 220.000 muertos son argumentos más que suficientes para volcar nuestra atención al proceso de paz actualmente en curso.
I
La entrega de los recursos bélicos en posesión de las FARC a organismos internacionales da cuenta que su voluntad no era simplemente retórica, ni menos aún una suerte de maniobra de propaganda, como muchas veces se especuló. No obstante de parte del gobierno y el Estado no se puede decir lo mismo. Las fuerzas armadas, especialmente el ejército, han hecho “vista gorda” a un fenómeno que todo el mundo advertía: el control paramilitar en las zonas abandonadas por las FARC. A cualquiera que conozca un poco de la historia de Colombia le debiera resultar obvio que la llegada del paramilitarismo a estos lugares no se explica a partir de una “negligencia” militar, sino por una predisposición concreta, pues el control paramilitar permite la permanencia y la extensión del negocio del narcotráfico y el contrabando, el cual no podría existir si no es en complicidad directa del poder militar y político que gobierna de facto bastas zonas rurales de la Colombia en guerra.
II
Las FARC (ahora Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) están actualmente definiendo su futuro como organización política “desarmada”. Sus miles de militantes a lo largo y ancho de todo Colombia, sumado a su influencia dentro de los movimientos sociales les granjean ser, ni nada más ni nada menos, que la fuerza política con más apoyo social en Colombia (12%) en este preciso momento. Y es que las FARC no son un grupo de novatos o aficionados a la política sino una fuerza compuestas por varios miles de combatientes de basta experiencia, robustecidos de una disciplina que solo una fuerza militar puede lograr entre sus filas. Por cierto, en el camino, la Juventud Rebelde (organización de jóvenes con amplia e importante presencia en el movimiento estudiantil colombiano) votó su adhesión orgánica al partido en formación de las FARC. Son 3000 a 4000 jóvenes que se incorporarán a este proyecto partidario, los que les entregarán un inigualable potencial dentro un sector políticamente dinámico y socialmente importante. Debemos sumar a lo anterior los 200 ex guerrilleros que se forman actualmente en Cuba como médicos, quienes a su regreso entregaran también un considerable plus a las nuevas FARC.
III
Las FARC están actualmente definiendo su futuro como organización política “desarmada”. Sus miles de militantes a lo largo y ancho de todo Colombia, sumado a su influencia dentro de los movimientos sociales les granjean ser, ni nada más ni nada menos, que la fuerza política con más apoyo social en Colombia (12%) en este preciso momento.
Pero la nueva fuerza política, pese a los recursos humanos que puedan agrupar, se enfrenta a un complejo escenario. Es un hecho que la política colombiana esta bajo el control hegemónico de una derecha recalcitrantemente antidemocrática, vinculada hasta la médula con el narcotráfico y el paramilitarismo. Frente a ello una izquierda puramente testimonial (dentro del sistema de partidos). Difícilmente las FARC lograrán revertir esta condición al corto plazo, pues convertirse en una fuerza desequilibrante, en el plano político-institucional, tras 30 años de retrocesos y derrotas electorales sistemáticas por parte de una izquierda institucional inocua, en medio de una sociedad profundamente dividida y golpeada por la guerra, no puede ser ni rápido ni sencillo. Frente a ello, probablemente, el nuevo partido se verá empujado a rebajar sus aspiraciones programáticas y “des-cafeínar” parte importante de sus propuestas con el objetivo de superar rápidamente una presencia puramente simbólica en el congreso. Además, ante la ausencia de una alternativa presidencial propia o cercana con posibilidades reales frente a las elecciones siguientes (2018), se verán en la obligación de entregar su apoyo a la derecha liderada por Santos, pues un triunfo de Uribe significaría el desmantelamiento de gran parte de los acuerdos políticos alcanzados, lo que incluye -por ejemplo- la libertad de su altos dirigentes y toda la legalidad hoy construida, de la cual las FARC ya son en gran medida dependientes. Esto obliga la guerrilla a entregar su apoyo a la derecha “moderada” toda vez que se vean amenazados los acuerdos de paz, convirtiéndose en los hechos en una fuerza auxiliar para la derecha. Cuestión no menor puesto que las FARC son una alternativa política que aspira a llevar a Colombia por el camino del Socialismo.
IV
Las FARC también deben definir la morfología orgánica de su nueva alternativa. Por un lado, existen sectores que empujan hacia la conformación de un partido comunista tradicional, esto pues se estima -realistamente- que seguirán recibiendo golpes desde el paramilitarismo y organismos del Estado durante largo tiempo (como viene sucediendo). Frente a ello un partido rígido, compacto y monolítico sería lo más idóneo. Pero también resulta obvio que una agrupación política de estas características, en el contexto colombiano, significaría la imposibilidad de crecer entre importantes franjas sociales no politizadas, pero dispuestas a organizarse en una plataforma reivindicativa más amplia y flexible en este peculiar período de transición. Entonces, por otro lado, existen frente a esta posición voces que apuestan más bien por la conformación de un partido-movimiento, una fuerza política amplia compuesta por múltiples expresiones sociales provenientes desde el seno mismo de la sociedad colombiana organizada. Este referente debiera tener como principal componente identitario el bolivarismo en clave socialista. La resolución práctica de esta disyuntiva, por supuesto, también será trascendental para el devenir político de las nuevas FARC. En cualquier caso, el nuevo camino trazado por los ex guerrilleros no será para nada sencillo. Gran parte del futuro de Colombia pende de las desiciones y compromisos que hoy están siendo tomas por estos importantes protagonistas. Debemos seguir con atención el curso de los próximos acontecimientos.
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