A nivel mundial, el momento actual puede ser caracterizado como un período de generalizados, sucesivos y desintegrados ensayos intergubernamentales por contener los efectos del COVID-19. Estos últimos se combinan con la inacabada clausura hacia los reiterados y expansivos procesos de crisis, dados desde la desintegración del bloque soviético. Hoy, al momento que se identifican nuevas cepas de SARS-COV 2, relucen las contradicciones de la competencia por ‘la mejor administración’.
En tal marco, podemos comprender las tendencias expresadas en los recientes comicios electorales de Madrid, Perú y Ecuador; la persistente tensión en las relaciones sino-americanas; y la nueva escalada del conflicto palestino-israelí. La totalidad de fracciones políticas del globo se encuentran en abierto combate por constituir sus fórmulas como hegemónicas, lejos de dar salida a un escenario particularmente complejo e inestable.
En este reporte presto especial atención a lo que ha sido calificado como un estallido social en Colombia. Si bien su incubación puede leerse como una prolongación del movimiento de noviembre del 2019, su propagación se da en un cuadro de inconsistente y errática gestión gubernamental ante la pandemia. Las últimas décadas han estado marcadas por los triunfos electorales de la centro derecha en dicho país. Ello ha ido acompañado de una neutralización de la guerrilla y robustecimiento del narcotráfico. Tal es la antesala de las reformas de liberalización económica, no acompañadas con programas de asistencia social.La reforma tributaria sirvió como ‘chispa que incendió la pradera’. En lugar de promover el crecimiento macroeconómico rompió la frágil estabilidad social, en medio de un ciclo de rebeliones anti-neoliberales en América Latina
Si bien se ha reducido la pobreza en términos absolutos, el desempleo e informalidad laboral, indigencia, delincuencia y conflictividad han aumentado en los últimos años. Tales son las principales vulnerabilidades de los entornos pro-mercado y de austeridad fiscal, sistemáticamente exteriorizadas por el COVID-19. Ello ha justificado la adopción de paquetes redistributivos, por parte de ciertos gobiernos, incrementando el gasto y endeudamiento público, y en casos concretos también la inflación.
De ahí la búsqueda de mecanismos para fortalecer las arcas fiscales. En las condiciones actuales se apunta usualmente hacia gravámenes tributarios para grandes empresas. Desincentivando la inversión, esto promueve la ‘fuga de capital’ y la competencia interestatal por atraer capitales golondrina. Esto permite descifrar las maniobras de Hacienda en Colombia, tendientes a construir un clima pro-empresarial. No obstante, demostrada queda su incompatibilidad con el recrudecimiento en curso del nivel de vida de la población.
La reforma tributaria sirvió como ‘chispa que incendió la pradera’. En lugar de promover el crecimiento macroeconómico rompió la frágil estabilidad social, en medio de un ciclo de rebeliones anti-neoliberales en América Latina. La represión policial desplegada por el gobierno operó también como un verdadero acelerador de partículas. Impulsando los ánimos combativos del pueblo, propició la creación de espacios deliberativos, símbolos, consignas y mártires. La deslegitimación del aparato institucional queda contenida en el ‘Fuera Duque’.
Ante la violencia surgen grupos de choque entre sectores populares y de capas medias —propietarias del pequeño comercio, latifundio y transporte. Todo empeora con los casos de insubordinación uniformada, abriéndose investigaciones por vulneraciones de protocolo y violaciones a derechos humanos. Mientras las cifras oficiales de heridos llegan a un millar, se cuentan casi medio centenar de muertos. El apoyo internacional se disipa, y el Ejecutivo busca respaldo en un igualmente debilitado Congreso.
El ‘Gran Diálogo Nacional’, tendiente a evitar la renuncia del Presidente y frenar los rumores de ‘autogolpe’, reducidas posibilidades tiene de éxito. Si bien su contenido se encuentra en un paquete económico de descompresión, su falta de garantías conjetura una escalada del conflicto. La principal figura de la movilización es el ‘Comité del Paro’, compuesto por organizaciones de diverso carácter social. Sin embargo, la movilización desborda sus parámetros, siendo sólo el transcurso de los hechos el que permitirá determinar el desenlace de la rebelión en Colombia.
El desarrollo y composición del movimiento revitaliza la discusión sobre el carácter ‘rizomático’ —por sobre ‘arborescente’ (Guattari)— de la protesta social contemporánea. Asimismo, la actuación del Gobierno cuestiona la viabilidad de implementar medidas pro-empresariales en contextos de crisis y pauperización. Además justifica el debate sobre la necesidad de lograr salidas coordinadas transnacionalmente, considerando las contradicciones actuales de la globalización. Más a propósito del progresivo ascenso de proyectos nacional-populares, portadores de tendencias desglobalizantes, que amenazan al combate coordinado ante problemas mundiales.
Comportamiento COLCAP entre Octubre 2019 y Mayo 2021. Fuente: Investing.com
Ver esta publicación en Instagram
Comentarios