Vida y obra de Kollontai.
Una gran amiga sabe que me gustan los clásicos marxistas, sindicalistas y anarquistas de todas las épocas; chilenos, latinoamericanos, africanos y europeos; todo para comprender qué pensaban esos movimientos y sus líderes en sus contexto de vida, y qué los llevó a querer dar sus vidas por una causa, como lo tuvo Nelson Mandela, Alekos Panagulis y hasta la propia Sybila Arredondo. Guardando las proporciones de los personajes y de las fuerzas transformadoras en su escenario histórico, al menos para mí, la interrogante es la misma.
El libro de Alexandra Kollontai El Amor y la Mujer Nueva, fue caído del cielo. No le tenía mucha fe, pero me dispuse a leerlo y así me desayuné y agradezco tan buen y lúcido regalo.
Me impresionó su claridad y noción del deseo en el marco de la revolución Bolchevique. Planteaba Kollontai que el amor no es un asunto personal e individual, lo que permitía reflexionar acerca de los factores disciplinadores de una cultura capitalista que genera la propiedad absoluta de una pareja, planteando así la resignación a dar toda una vida en favor de los hijos, la casa, y el marido. Decía Kollontai que el matrimonio cumple un rol de orden bajo una cultura del romanticismo y de la exclusividad, en donde bajo estos preceptos deviene la violencia de género, los femicidios y el abuso intrafamiliar con plena impunidad. Esas no eran sus palabras exactas, pero me atrevo a interpretarlas en nuestro contexto.Ella hacia ver que este sistema debía transformarse tanto en sus estructuras productivas, como en las culturales y patriarcales. Era necesario cambiar la psicología de un pueblo, transformar la familia monogámica y ejercedora de la propiedad sobre los cuerpos
Alexandra puso en duda la construcción hegemónica del amor, considerando éste un fenómeno histórico al igual que el capitalismo, por lo que llama al proletariado soviético a no dejar de atender esta forma de dominio en las relaciones sexuales, el que basa el cuerpo como una mercancía.
En esta lógica, planteaba necesario reforzar una solidaridad universal y colectiva de los lazos familiares. Esta sería la clave en una sociedad nueva con hilos tendidos de alma a alma, de corazón a corazón, de espíritu a espíritu. Así, el amor-deseo debiese tener un lugar privilegiado en tanto sentimiento potenciador de los lazos sociales. Llamaba así Kollontai no privatizar las relaciones a no mantenerlas en la esfera de lo doméstico. Decía que el amor es un factor construido en una trama de significados que es necesario deconstruir, para, sobre sus cenizas, fundar un relación equilibrada, ya que el patriarcado nos induce a subvertir los vínculos sexo afectivos, fomentando la hegemonía de lo masculino sobre otras relaciones no hegemónicas y no jerarquizadas en el marco de un género determinado.
La perspectiva de Kollontai nos invita a adentrarnos a la liberación de las violencias y opresiones propias del romanticismo burgués y el encierro de las relaciones amorosas a la esfera privada. En ese mundo se cometen injusticias, hay inequidades, represión, maltrato y todo bajo la lógica del amor romántico. En 1921, escribía respecto a la separación de la cocina y el matrimonio, decía que era tan importante esta división, como la de la Iglesia y el Estado. Más allá de todo, se observaba la preocupación por las dificultades para instaurar una igualdad de género efectiva bajo un socialismo emergente que se construía haciendo camino al andar y bajo dogmas historicistas que no podían preveer esa fuerza feminista y revolucionaria incipiente.
Kollontai en su época era transgresora en un socialismo soviético incipiente y conservador, propio de una sociedad agraria llena de impunidades e injusticias propias de su período pre industrial. Ella hacia ver que este sistema debía transformarse tanto en sus estructuras productivas, como en las culturales y patriarcales. Era necesario cambiar la psicología de un pueblo, transformar la familia monogámica y ejercedora de la propiedad sobre los cuerpos. Plantea aspectos como el amor libre, la legalización del aborto, al fin la creación del sujeto nuevo capaz de enfrentar los nuevos desafíos de la Revolución Proletaria.
Se adelantó a los debates del feminismo radical de los 60, como luchar contra la doble explotación económica y doméstica, lo que debía permitir a las mujeres conformar plenamente una fuerza de trabajo para un Estado productivista, pero también dedicarse a la ciencia, la creatividad artística y las responsabilidades políticas. Así promovió a las mujeres en los soviets, en el partido, en los sindicatos y las cooperativas. La educación de los niños y las tareas familiares debían ser colectivas y en eso puso sus esfuerzos y ensayos literarios-políticos.
En 1929, Kollontai fue apartada del Partido y se acercó a Oposición Obrera, una corriente bolchevique que criticaba la burocratización del partido y pedía reformas a la visión estalinista. Como resultado de esa postura, fue alejada y nombrada para un puesto de la delegación comercial rusa en Noruega.
Vale la pena releerla y preguntarnos, qué pasó con el feminismo en las ideas revolucionarias latinoamericanas y en nuestro propio proceso: Porqué en otrora nacionalizamos el cobre y no cambiamos las estructuras patriarcales. Es más, fuera de apoyar el aborto libre, condenar y perseguir a los violentadores de mujeres, corresponsabilizar a los hombres en las tareas domésticas y el cuidado de dependientes, en fin, todas aquellas acciones que promovieran una justicia de género más de 100 años después.
Me pregunto sobre las suposiciones de un feminismo progresista en nuestro escenario actual. ¿Cuáles serían sus preceptos?, ¿No pretender ser dueño de nadie, no tener dominación de otro? Y qué pasa con esa estructura convencional que es la familia, lo privado, lo heredado, lo acumulativo de generación en generación. Nos quedará entonces cuestionar la familia, la propiedad privada y el Estado?.
Próximo artículo, revisemos y releamos a Engels y comprendamos sus ideas bajo los paradigmas actuales. También es nuestra tarea actualizar y comprender su teoría y alimentar con el nuevo contexto a los clásicos. Pues no se trata de la defensa de un dogma por sí sólo, es necesario releer, reinterpretar y alimentar. De eso se trata la teoría revolucionaria, de tomar lo valioso de los clásicos, actualizarlo y defenderlo en su virtud histórica.
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