Varios son los estudios y trabajos que hablan del impacto de la pandemia en el sistema educativo chileno, en donde muchos se han centrado en el impacto sobre los aprendizajes, así como también en los resultados; pero pocos hablan del impacto que esta pandemia ha tenido en la vida cotidiana de docentes de enseñanza básica y media, quienes en pocos meses han pasado de la educación remota a la híbrida sin mediar previamente algún trabajo de acostumbramiento, capacitación o adaptación, generando así grandes problemas a los docentes que debieron asumir, sin ninguna ayuda o apoyo estos cambios, entre ellos sus rutinas tradicionales centradas en el trabajo de aula a una rutina online e híbrida, la que en muchos casos los colegios no cuentan con las condiciones mínimas para su implementación tales como una señal de internet capaz de poder dar cobertura a la cantidad de alumnos conectados, computadores, cámaras de buena calidad, etc. Sumado a lo anterior, quienes están en sus hogares están experimentando principalmente el modelo híbrido en donde el docente realiza sus clases para alumnos presenciales y online al mismo tiempo, en donde además, ambos grupos quieren recibir el producto clase de la mejor calidad, e idealmente que el profesor sea capaz de desdoblarse, ojalá estando en ambos lugares de forma inmediata y con la misma preocupación que en un modelo tradicional sin pandemia, lo que se ha reflejado en quejas y ausencias de los estudiantes a sus clases en estos últimos meses y con un 58% de los padres que sostienen que no enviarán a clases a sus hijos según Ipsos Chile – Educación 2020 de julio de 2021.
Es indudable entonces que el querer reproducir la escuela tradicional en un formato online e híbrido es complejo y errado, pero peor aun cuando los beneficiarios que son los estudiantes y sus familias quieren que este modelo cumpla con criterios de excelencia imposibles de cumplir con este formato. Es aquí cuando el problema comienza a agudizarse, lo que sin dudas trae una enorme presión y carga emocional a los docentes que además sufren de enormes presiones del mismo sistema que desconoce su labor, y en algunos casos la crítica porque se asume que los malos resultados y la ausencia de aprendizaje en los alumnos es de exclusiva responsabilidad de los docentes, o donde otros personajes plantean sin mayor análisis que el problema se soluciona de forma inmediata trayendo profesores desde el extranjero para mejorar la calidad de la educación en Chile, dando por sentado así que solo es posible solucionar este problema con ayuda extranjera; desconociendo completamente que este problema es global y que solucionar los problemas desde un escritorio es la forma que ha llevado a nuestro sistema educativo a los niveles en los que estamos en la actualidad. son mujeres,
En la encuesta Docente, Red Docente Feminista de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados y Diputadas de Chile titulada “Impacto en la vida personal y laboral de profesoras y profesores en chile, a un año de crisis sanitaria”, publicada el pasado agosto del presente año, se plantea un 77%, (más de 10.000) de las encuestados son mujeres las que, además de sus labores docentes, deben compartir con las labores de crianza: “El nivel de agobio que logramos evidenciar y la insuficiencia de apoyo institucional muestra que el sistema educativo se sostiene en base a la explotación de las y los docentes, especialmente de las profesoras que son un 73% de la dotación y experimentan mayor carga laboral debido a las tareas de cuidado”, explica Rocío Henríquez, profesora de Filosofía y representante de Redofem. Entre las tareas que el estudio menciona, las docentes deben realizar y ocupar gran parte de su tiempo están: hacer clases, planificar, preparar material, evaluación, entrevistas, reuniones y uso de plataformas para subir/retroalimentar informes lo que se traduce en un promedio de 16,5 horas diarias de trabajo generando así una sensación de agobio generalizado en el profesorado y que va contra las normativas laborales que plantean un tope de 10 horas diarias, en este sentido surgen preguntas como ¿De qué forma se compensa ese tiempo adicional? ¿Por qué existe un discurso instalado de que los docentes no están a la altura de las circunstancias y sería mejor traer otros para tales tareas? ¿Por qué poner que los resultados educativos son de exclusiva responsabilidad de los profesores y profesoras? ¿Cómo se compensa este trabajo no remunerado efectuado por miles de docentes en pandemia?
No podemos dejar de lado que además quienes respondieron la encuesta manifestaron que el resto del tiempo debe ser usado en tareas tales como cocinar, alimentar, compra de bienes básicos, aseo, cuidado de familiares, cuidado de mascotas, acompañamiento escolar de hijos/as y que el agobio al que están siendo sometidos tanto profesores como profesoras han sido clave en el desarrollo de problemas como crisis afectivo emocional, problemas físicos derivados del teletrabajo, debilitamiento de la vida social, crisis de angustia, pánico, ansiedad, depresión, estrés, fibromialgia, etc. (pág. 18)
Se hace necesario poder revalorar la labor docente y generar a la brevedad espacios de apoyo socioemocional para las comunidades educativas que promuevan planes de contención y acciones para reforzar la salud mental de los afectados
Es por ello que se hace necesario poder revalorar la labor docente y generar a la brevedad espacios de apoyo socioemocional para las comunidades educativas que promuevan planes de contención y acciones para reforzar la salud mental de los afectados, y además revalorizar la labor que la educación ha tenido en esta pandemia, que ha sido vista como menor por muchas de las autoridades que hablan de los resultados, pero no del proceso y de las dificultades que las escuelas y sus actores han debido enfrentar para poner en marcha el sistema, junto con mantener niños y niñas del país conectados y buscando que aprendan desde sus hogares o escuelas con docentes agobiados y cansados que han hecho lo imposible para poder además evitar la deserción escolar.
Si entendemos la necesidad de brindar las herramientas de apoyo y valorizar su labor con instancias necesarias para proteger a nuestra comunidad educativa, y evitamos ponerla en medio de una disputa que desde el inicio de la pandemia se ha traducido en descalificaciones y menosprecio a la enorme labor que cientos de escuelas y liceos en Chile han desarrollado para asegurar que nuestro niños, niñas y jóvenes no abandonen el sistema escolar, y que la escuela siga siendo la institución que les brinde la protección y contención tan necesaria en estos últimos años, que a la larga tendrá un impacto en la calidad de trabajo y vida de los docentes, en donde tradiciones escolares como el agobio serán parte del pasado y caminaremos juntos a construir escuelas de calidad a lo largo de Chile, donde la equidad e igualdad serán parte de los proyectos educativos de cada escuela del país.
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