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Frankenstein como border crosser

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Este 2023 se cumplen dos siglos de la segunda edición inglesa de Frankenstein o el Moderno Prometeo, una novela que se ha traducido a decenas de idiomas, siendo adaptada en diversas manifestaciones artísticas tales como el cine, teatro y cómic; sirviendo además como manual de filosofía política y como cautionary tale para científicos potencialmente imprudentes. 

Pareciera que para esta obra literaria en el mundo no existieran fronteras de ningún tipo pues ella de manera expansiva continúa inundando distintas manifestaciones culturales sin mucho importar sus territorialidades. De hecho esta novela tiene la capacidad de penetrar simultáneamente dos movimientos que suelen ser antagónicos, logrado darse cabida en la rigurosa racionalidad de la Ilustración y también en la emocional imaginación del Romanticismo.  

Esa misma facilidad para cruzar fronteras se observa en los dos personajes centrales del texto: Víctor Frankenstein y el monstruo innominado, creador y creatura respectivamente; los cuales se desplazan por una Europa con dominios internos nítidamente definidos a la sazón, habitando y transitando por distintos ecosistemas. Es que ambos personajes son a su vez transgresores en varios aspectos. El joven científico nacido en Italia y criado en Suiza emigra a Alemania para realizar un proyecto que no sólo supera la tecnología de su época,  sino además rebasa los límites de la religión. La creatura por su parte se desplaza miles de kilómetros sorteando aquellos entornos urbanos donde tiene más posibilidades de ser abominado. Siendo inmune a las condiciones climáticas de las distintas altitudes y latitudes que en solitario logra alcanzar, el monstruo pasa por Italia, Suiza, Francia, Alemania, Irlanda, Inglaterra y Escocia; cruzando incluso el Círculo Polar Ártico. 

Por lo tanto, Frankenstein o el Moderno Prometeo puede  ser considera como una invitación a cruzar fronteras que restringen no sólo los desplazamientos físicos tales como los muros entre dos Estados, sino aquellas fronteras intelectuales sutilmente impuestas por grupos de poder en un mismo país, las cuales una vez agujereadas incitan a que quienes las transgredan sean calificados de locos o de monstruos, tal como el joven Frankenstein y su criatura.   

En efecto, cuando por ejemplo hoy en día existen barreras que atrofian la movilidad social si desde niveles inferiores se reclama un merecido ascenso, se acota la libertad de manifestarse públicamente ante un abuso, se enclaustra a la ciudadanía en una atmósfera de mentiras o se bloquea la emergencia de ideas cuestionadoras;  ahí se hace imprescindible la disrupción. Sí, ahí es cuando se requiere de una obra transgresora.

 

Por: Lucio Cañete Arratia

Frankenstein o el Moderno Prometeo, (...) sirviendo además como manual de filosofía política y como para científicos potencialmente imprudentes

Académico Departamento de Tecnologías Industriales

Facultad Tecnológica

Universidad de Santiago de Chile

[email protected]

“El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la posición de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile”.

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1 Comentario

clado

Es extraño que desde esa prestigiosa universidad se siga insistiendo en que el cambio es “gratis”, que no tiene exigencias y que incluso puede ser exigido “sin merecimientos”.
Al juntarse la política ideologizada y la econometría con las cuestiones formativas propias de la universidad provocaron una distorsión devastadora en lo que se espera como producto de su acción formadora que ha generado dos enfermedades “sociales” en la docencia universitaria; ellas superan largamente y con buen beneplácito de algunos, el rigor decadente que se empieza a notar en las consecuencias, precisamente. Tanto “el adanismo” (el creer que cualquier cosa puede considerarse nueva), como “el consecuencialismo” (solo las consecuencias importan y son suficientes), seguirán deformando la formación universitaria si no son capaces de recuperar “el rigor de la ciencia” como el resguardo de la calidad de las consecuencias que todos esperamos.
Es claro que un mito puede acortar el camino y llegar sin más a la moraleja sin reparar en el verdadero sentido práctico de lo estético (las características constitutivas del personaje), que impondría algo de rigor “formativo” al cuento y al “proceso formativo” previo que corresponde a formalizar y establecer todo aquello que necesita “el cambio o el cruce de fronteras”, para ser algo real y posible para todos.
Lo mismo vale para el ámbito de “las pedagogías y formación inicial de profesores”, que hasta ahora “pasa piola”.
Cada cosa a su propio tiempo y espacio.