Una de las grandes virtudes del movimiento estudiantil del 2011 fue la voluntad que mostraron por hacer política en momentos en que La Moneda era habitada por una administración que miraba en menos este ejercicio poniendo “técnicos” en los gabinetes. Sus ideas eran orgullosamente ideológicas y su manera de plantear un Chile hacia el futuro contrastaba con el conformismo anquilosado de quienes trabajaban en el servicio público en ese entonces.
No eran perfectos, pero eran inteligentes. Entendieron que ellos no tenían todas las respuestas y recalcaron siempre que tampoco pretendían tenerlas. Pero pese a ello supieron cómo poner en jaque a un paradigma que no estaba siendo cuestionado. Y, a lo mejor sin querer queriendo, lograron que quienes no se hacían preguntas, comenzaran a cuestionarse si era tan justo que todo se transara, incluso los derechos más básicos.A quienes creemos en la fuerza de los movimientos sociales, y estamos convencidos de que su injerencia en el debate democrático es fundamental, actitudes como las actuales no nos convencen. Incluso creemos que, inconscientemente han desmovilizar la pretensión de una educación pública más justa.
¿Hoy pasa lo mismo? Según creo, no. Al contrario, los estudiantes que hoy marchan y hacen tomas parecen pertenecer a una generación más furiosa que propositiva. Pero no es una furia sociológica que uno pudiera identificar con lo que este sistema les provoca, sino que es una más funcional a un relato y a un inmovilismo, pero sobre todo a una forma de percibir la función de los jóvenes.
Los nuevos manifestantes se equivocan constantemente, pero el problema es que no lo reconocen. No quieren que los veamos flaquear en sus demandas, y muchas veces realmente no demandan nada. Sólo patalean y quieren que se les cumpla todo ya, rápido, de manera inmediata, en tiempos en que la inmediatez, muchas veces, castra al ejercicio democrático para así sumirlo en la oscuridad.
Ellos no quieren escuchar porque se sienten mejor escuchando sus voces. Ven en los políticos ligados al “progresismo” chileno a sus reales enemigos. Los consideran victimarios y cómplices de un relato que se hizo sobre la base de traiciones. Y tal vez es cierto aquello, pero eso no los convierte a ellos en los justicieros de nada. Sino en la evidencia misma de que ese relato resultó y los despolitizó, al punto de hacerlos confundir el hacer política con patalear y hacer berrinches que no harán nada por la historia. Porque no les importa nada la historia.
A quienes creemos en la fuerza de los movimientos sociales, y estamos convencidos de que su injerencia en el debate democrático es fundamental, actitudes como las actuales no nos convencen. Sus pataletas nos parecen poco interesantes e incluso, estamos seguros de que inconscientemente, su trabajo ha sido desmovilizar la pretensión de una educación pública más justa. Hoy parecen estar más dispuestos a alimentar los discursos reaccionarios de la derecha, que ser parte de algo más grande, más interesante y convocante.
Es una lástima. Es una verdadera tristeza ver cómo las legítimas demandas se transforman en caricaturas de la mano de quienes parecen no entenderlas realmente. Porque esa es la sensación que nos da a muchos: no se entiende lo que se está pidiendo, ni menos el contexto en el que se vive.
No se ve ninguna mente inteligente que levante a un movimiento que parece que prefirió dejar de pensar, para quedarse atrapado en demostraciones de enojo que no intimidan a nadie, y no logran una reflexión acerca de nada. Sólo aburren, cansan y, repito, dan mucha tristeza.
Comentarios
21 de junio
Es que sí entendieron. El mensaje del 2011 era «educacion para todos». Todos, o sea, los chicos que hacen un gran esfuerzo estudiando, y un creciente numero que apenas sabe escribir su nombre porque le da flojera. Sobre todo los ultimos, entendieron que el Estado tiene la obligacion de dejarles entrar en la universidad aunque no tengan idea ni siquiera que quieren estudiar, tiene la obligacion de dejarles marchar donde quieran a la hora que quieran, tiene la obligacion de pagar todos los destrozos que hagan, tiene la obligacion de dialogar con el slogan «o me dan lo que quiero o los amenazo con la ofensiva». Y lo entendieron asi porque cuando llego el momento de discutir las propuestas de 2011, esos estudiantes del 2011 rechazaron absolutamente la idea de cualquier condicion academica para el ingreso a la universidad y el acceso a beneficios. O sea, todos tenemos que pagarle la universidad a ese 15% ultrarico de este pais, a los mas flaites de los flaites, y a los porros mas porros, porque es deber del Estado. Punto.
¿Y para que? Para que esos niñitos sean felices. No para conseguir ningun beneficio como Estado, ni siquiera hay un beneficio para alguna de las ciencias. Estos niñitos entendieron el mensaje: el Estado tiene la obligacion de hacerlos felices. Ese fue el mensaje del 2011.
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