La educación es el andamiaje predilecto de la humanidad para la formación cultural. Esto sin duda nos da más espacio para poder llevarla a cabo, empero podemos adelantar tres ideas: 1) la enseñanza y el aprendizaje son elementos dialécticos que nos permiten generar procesos educativos, 2) la educación es nuestra gran herramienta que nos permite producir cultura y 3) la cultura es un producto que, siguiendo la definición más básica, encierra todas las manifestaciones del vivir del ser humano en un tiempo histórico condicionado y que podemos redefinir para los propósitos que deseemos.
Ya decía Marx que cualquier objeto puede ser enajenable y, por ende, teniendo la cultura esa misma condición, es decir al ser producto del trabajo humano, la producción de ella en una sociedad de propietarios privados de mercancías, depende de quien tenga mayor poder de compra; traduciendo estas líneas al ámbito de lo político, decimos que, siguiendo aquí absolutamente a Gramsci, la producción cultural dependerá de quien detente la hegemonía política, es decir, al igual que en el mercado, de quien posea el mayor poder de negociación.
La lacónica discusión ontológica que hemos dado versa sobre la discusión que corresponde a estos tiempos en la educación.
Una discusión que no obvia que el gran motor de producción hoy para la sociedad del conocimiento es el ampliación del sistema educativo y, por tanto, la profesionalización continua del proceso de enseñanza y aprendizaje.
Claro que esta política resulta ser efectiva en países desarrollados, sobre todo los nórdicos, donde se comprende que la cultura y la educación conforman una dialéctica que siempre va encaminada hacia un proyecto país que priva el desarrollo y, por ende, la industrialización.
La discusión sobre la calidad de la educación es un espejismo, lo que realmente necesitamos es un debate ontológico no sólo sobre la educación, en el paradigma tecnocrático, sino sobre el proyecto país que deseamos, es decir una discusión estructural. En este sentido, si realmente deseamos tener una discusión sobre el “qué es educar” y sobre el “para qué queremos educar”, debemos preguntarnos sobre el hábitat cultural en el que queremos vivir.
Para lograr un cambio de rumbo profundo en la educación, debe dejar de discutirse sobre la “calidad” porque es un debate parcializado e inducido para el mantenimiento de un paradigma que nos destina a la condición de subdesarrollo.
El debate ha de ser ontológico porque, si realmente queremos seguir el ejemplo de las naciones con mayor bienestar social, no sólo se debe leer desde nuestra mentalidad fragmentaria de la realidad, sino debemos ver la totalidad de la política educacional que ocurre, por ejemplo, en Finlandia, que es para las autoridades el ejemplo a seguir.
No es necesario aquí una profundización de esto, lo que deseamos es poner énfasis sobre la generación de un ministerio prontamente a aparecer, así deseado por el gobierno, en Chile. Nos referimos al Ministerio de Cultura.
Seguir pensando que la educación –la institución educativa- mejorará solamente con fortalecer el proceso de educación formal, es un camino errado. Debemos tomar en cuenta todo lo que significa ser educado y esto requiere que pensemos desde todas las dimensiones humanas existentes, porque si seguimos embaucados en un pensamiento que atomiza las áreas humanas, nunca lograremos eximirnos del subdesarrollo.
Sabemos la necesidad de este país de crear un organismo institucional que pueda coordinar las políticas culturales, pero es aquí la diferencia radical que tenemos con Finlandia: en éste existe el “Ministry of Education and Culture”.
Comprenden la dialéctica existente entre cultura y educación y que, en lo principal, la cultura es un producto que sin la educación no se podría generar y viceversa; incluso es más, si tomamos otro ejemplo, en España constatamos la existencia del “Ministerio de Educación, Cultura y Deporte”.
La educación de un país depende del modelo que ostente aquel. Lo que vemos para el caso ministerial, además de lo anterior, es que la comprensión de cómo generar una educación con altos estándares, no sólo depende de la escuela, sino que es un esfuerzo desde todos los frentes.
Lo que nos preguntamos es ¿Cuál es la necesidad de generar un Ministerio de Cultura? O, frente al ejemplo de España, ¿Cuál fue la necesidad de crear un Ministerio del Deporte? Y, siendo más precisos, ¿Por qué no repensar el Ministerio de Educación que tenemos?
Seguir pensando que la educación mejorará solamente con fortalecer el proceso de educación formal, es un camino errado.
Debemos tomar en cuenta todo lo que significa ser educado, y esto requiere que pensemos desde todas las dimensiones humanas existentes, porque si seguimos embaucados en un pensamiento que atomiza las áreas humanas, nunca lograremos eximirnos del subdesarrollo.
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Claudio Vera Del Canto
Muy buena columna. Aunque yo discrepo con que haya una relación dialéctica entre enseñanza y aprendizaje. Puede haber aprendizaje sin enseñanza.