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Historia Secreta de Chile, lectura desde el aula

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Son esperanzadoras las discusiones que se han vertido no solamente entorno al libro, sino a la narración histórica de la memoria nacional. Pero, de igual manera, causan un alejamiento las reticencias que tienen algunos historiadores sobre aquel. Reticencias que, creo, son producto de alguna envidia de los círculos académicos por no ser ellos los protagonistas de un debate en el cual deberían, según el plan, producto de su “profesionalismo”, ser la vanguardia. Ahora bien, sin duda alguna, comparto los resquemores fundados sobre el libro. “Historia Secreta de Chile” no es un libro de historia, sino es un libro sobre la memoria, la “Memoria Secreta de Chile”.

Más allá de la discusión sobre qué es la memoria y qué es la historia -que no se entienda el quitarle valor a la obra por lo señalado-, quiero poner énfasis sobre la importancia del texto para, según mi opinión, el profesorado de historia. Este último y un historiador, más allá de la similitud entre ambos, tienen diferencias que no son muy bien esclarecidas; la mayor diferencia es la enseñanza. ¿Cómo logramos que efectivamente ocurra el aprendizaje de la historia por parte del estudiante?

Para responder a esta interrogante el profesor debe centrarse en dos cuestiones. Lo primero es la generación de una narración; sin una narración coherente que contenga los elementos propios de la narración occidental, se torna imposible que el estudiante se interese por la historia o, más bien, por aprender y aprehender. Ligado con lo anterior, se debe tener en cuenta que la narración diseñada debe contener elementos que la hagan deseable para el estudiante: sorpresa, curiosidad, intriga y -con riesgo de olvidar alguno(s)- emocionalidad. Esto último es de suma importancia puesto que, como lo han revelado las últimas investigaciones en didáctica -el cómo enseñar-, el elemento valórico, afectivo, emocional es fundamental para que el estudiante esté dispuesto a aprender. Todo esto teniendo en cuenta el sentido crítico que debe lograr ese relato.

Es por estos motivos que considero un gran aporte el libro de Jorge Baradit para nuestros propósitos, porque nos provee una gran cantidad de información para alimentar lo esencial de nuestra narración. Si bien es cierto que, como lo señalan algunos historiadores, el hecho de que Prat sea espiritista no nos sirve mucho para un relato de la historia social, sí nos sirve para propuestas didácticas como, por ejemplo, el estudio de caso o, también, para realizar un caso de pericia policial.

La memoria es condición necesaria para la historia, revisar la memoria es un ejercicio necesario si es que queremos contar otra historia, contar otra historia nos permite que el estudiante se decida ser parte de la historia.

Los profesores de Historia, Geografía y Ciencias Sociales tenemos el deber de formar ciudadanos y Baradit nos da un caudal a utilizar para ese fin: hechos que permitan criticar la memoria nacional. No hay ciudadanía sin sentido crítico, no hay ciudadanía sin pasionalidad, no hay ciudadanía sin capacidad de asombro, no hay ciudadanía sin curiosidad. La memoria es condición necesaria para la historia, revisar la memoria es un ejercicio necesario si es que queremos contar otra historia, contar otra historia nos permite que el estudiante se decida ser parte de la historia y, volvemos a repetir, el estudiante sólo se decidirá ser parte de la historia si es que ésta logra tocar su fibra, sólo si se ve comprometida su afectividad. “Historia Secreta de Chile”, sin duda,  logra estos fines.

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1 Comentario

Rodrigo Hidalgo A b

Se agradece la crítica de quién tiene como propósito el contribuir, aportar, sumar. Cada libro tiene su sentido e Historia Secreta de Chile ha logrado lo que muchos «pensadores» o «historiadores» quisieran ya, ser leídos, ser criticados y quizás ser admirados o envidiados.