Durante las últimas semanas, los temas económicos han marcado la coyuntura periodística: ya sea para hablar de las proyecciones de crecimiento del PIB para lo que queda de 2021, el bajo crecimiento que se espera para 2022, el aumento de la inflación, o la conveniencia o no de un cuarto retiro de fondos previsionales.
Mientras lo urgente y lo inmediato copan la agenda noticiosa, los temas de fondo son ahogados entre toneladas de información. Nos acordamos de la crisis climática cuando llueve, o a raíz de algún reciente proyecto reñido con la defensa del medio ambiente. Y luego nuevamente la olvidamos, hasta que la contingencia la trae de regreso, de manera efímera.
El predominio de esta visión cortoplacista y episódica no es algo que dependa exclusiva y principalmente de los medios de comunicación, las redes sociales o la discusión política. La mayor parte de la responsabilidad se origina en el predominio de las ciencias sociales profesionalizantes y la subordinación de su trabajo intelectual y técnico a la solución inmediata de las interminables emergencias por las que está atravesando el sistema. Insistimos, se trata de resolver problemas meramente nacionales y locales, y de muy corto alcance. En estos problemas, un lugar privilegiado es ocupado por los conflictos entre individuos y grupos desatados por intereses encerrados en las estrategias de poder partidistas. Por otra parte, esta actividad define la esencia de los think tanks dependientes del financiamiento de los partidos políticos.Los estudios nacidos bajo la poderosa presión de la inmediatez y eficiencia descuidan la visión de largo plazo —génesis, presente y futuro— y su unidad de análisis es tan estrecha que se disocia de la estructura social de la cual no es más que una parte
Las razones que legitimarían esos tipos de utilidad están tan conspicuamente ausentes del debate que podría pensarse que todos estamos de acuerdo en los fines que perseguimos. Un horizonte intelectual tan reducido circunscribe la discusión a la idoneidad de los medios excluyendo la deliberación sobre los fundamentos y los fines de la acción social y política, e ignorando la participación de las personas afectadas por los fines perseguidos.
Una clarísima muestra de este enfoque son los estudios de políticas públicas, en especial los de economía, cuyos magros resultados no derivan de sus métodos de investigación empírica sino que de la exclusión de tres consideraciones: el lugar del episodio en la dimensión temporal de larga duración; la extensión de la unidad de análisis y la inestabilidad y complejidad del mundo social.
Los estudios nacidos bajo la poderosa presión de la inmediatez y eficiencia descuidan la visión de largo plazo —génesis, presente y futuro— y su unidad de análisis es tan estrecha que se disocia de la estructura social de la cual no es más que una parte. Se construyen, además, sobre el falso supuesto —que hasta el sentido común rechaza— de que las acciones que se desea emprender operan en un mundo social estable.
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