El psicólogo inglés Edward de Bono acuñó el término Pensamiento Lateral (lateral thinking), para identificar un pensamiento creativo, a partir de ideas y propuestas, que están fuera del pensamiento habitual. Derivación del aforismo de Einstein: “Si queremos resultados distintos, no sigamos haciendo lo mismo”.
Con las medidas para enfrentar la alta tasa de accidentes de tránsito personales, ocurre algo similar. La focalización está dirigida casi exclusivamente, al aumento de penas o limitantes para aquellos conductores que infringen las normativas. Incluso algunas de estas son mal llamadas de prevención, ya que tratan de evitar el accidente, pero no la falta. Todos los agentes públicos intentan, ahora sí creativamente, variadas medidas para castigar la mala e irresponsable conducción.
Pero, ¿por qué tenemos malos conductores? ¿No es posible, ahora sí de modo preventivo, propuestas para elevar sus capacidades técnicas y éticas incluso?
Si esto no se ha hecho, no ha sido, a diferencia del diagnostico de De Bono, por falta de creatividad, sino por temor o cálculo de intereses políticos
Entrará en funcionamiento la nueva normativa, que disminuye los niveles tolerados de ingesta de alcohol en conductores y elevando las penas. Se establece que aquellos conductores que tengan de 0,3 a 0,8 miligramos de alcohol en la sangre se encuentran bajo la influencia del alcohol, mientras que de 0,8 miligramos hacia arriba estarán en estado de ebriedad.
El año 2010 hubo 57.746 siniestros, con un total de 1.595 personas fallecidas, revirtiendo la leve tendencia a la baja que venía ocurriendo desde el año 2004. El total de víctimas totales de ese año fue 54.559, considerando lesionados graves y menos graves. Las principales víctimas son jóvenes entre 18 y 35 años, siendo una de las primeras causas de muerte en ese segmento.
Las causas son variadas. Para el decenio 2001-2010, la CONASET, establece 10. En orden decreciente, de acuerdo a las víctimas fatales asociadas: imprudencia de peatón, presencia de alcohol, imprudencia de conductor, pérdida de control, velocidad imprudente, desobediencia a señalización, otras causas, drogas y fatigas en conductor, causas no determinadas, fallas mecánicas, imprudencia del pasajero, deficiencia viales.
Si se agrupan las anteriores en 3 grandes categorías (imprudencia del peatón, imprudencia del conductor y otras imprudencias) más del 70% resultan relativas a una conducción deficiente y/o impropia.
Frente a esta realidad, nace la pregunta acerca de las medidas de prevención y educación de los conductores en nuestras calles. ¿Son idóneos nuestros conductores? ¿Se condicen estas estadísticas con la forma, por ejemplo, en que se entregan las licencias de conducir y se habilitan nuevos conductores? Todo parece indicar que no.
En agosto del 2011,
el programa de TV Informe Especial mostró como se entregaban licencias de conducir en la Municipalidad de Independencia, luego de una denuncia hecha, por la ex concejala y hoy dirigente de la Red Ciudadana Mejor Independencia, Carola Rivero, asociándola a la figura de cohecho. Otras numerosas municipalidades, única entidad autorizada para la entrega de éstas, se han visto cuestionada por denuncias de igual tenor.
Sin embargo, no existen propuestas para hacer frente a esta situación. Con toda probabilidad, este silencio o punto ciego, se deba a los costos “políticos” asociados que conllevaría asumir esta realidad: reclamos de los usuarios ciudadanos votantes, por exigencias más altas para la entrega de licencias, o la evaluación de los municipios como intervención en su gestión municipal, que afectaría ingresos y entrega de favores, entre las principales.
La poderosa Asociación Chilena de Municipalidades tampoco se ha pronunciado al respecto y ha seguido el camino de propuestas de endurecimiento de penas, una vez cometida la falta, pero la emisión de las licencias o el homologar requisitos, con procedimientos de calidad, no ha estado presente en su agenda.
Argentina el año 2010 aprobó una nueva legislación que contempla un proceso de unificación progresivo, que estará totalmente en régimen el año 2015, para una nueva licencia única de conducir a cargo de una entidad estatal centralizada: la Agencia de Seguridad Vial.
Hoy en nuestro país, existen más de 300 centros de emisión de licencias, con “estilos propios”, y normas de calidad disímiles. Los probables conductores inhabilitados por un municipio pueden obtener la licencia en otra. No existe capacitación integral en educación vial con contenidos unificados para todos, ni unificación de los requisitos y de los criterios de evaluación en cada centro de emisión, entre los principales problemas.
Por cierto, la idoneidad y responsabilidad de conductores no es solo un problema técnico. El uso de alcohol, velocidades desmedidas, imprudencias, etc., son un indicador más de la deteriorada salud mental de los chilenos, indicador que a su vez no suele ser considerado para evaluaciones más sistémicas. El desafío en las pistas y autopistas, es la representación de la incapacidad de comprender y aceptar, lo que el escritor Ciro Alegría, definió como que “el mundo es ancho y ajeno”.
Sin embargo a nivel de políticas públicas es dable esperar y exigir más encuadre y límites. Comprendiendo que la entrega de licencias no es un derecho, sino una responsabilidad que proporciona el Estado y aceptando, por lo tanto, su corresponsabilidad. En caso contrario seguiremos como una tragedia griega. Y los ciudadanos cual corifeo, llorando por el destino invariable al cual inexorablemente nos acercamos.
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3 Comentarios
oldbeaver
Me parece bien reflexionar el tema. Pero creo que falta un estudio más a fondo de las causas de los accidentes. No hay ninguna autocrítica. Por ejemplo, en la determinación de las causas basales de accidentes se habla de «presencia de alcohol» en 40% de los accidentes. Pero hay «ausencia de alcohol» en 60% de los mismos. Con esos criterios, habría más probabilidades de tener un accidente cuando no se bebe alcohol.
No aparece como causa de accidentes la existencia de mala señalización o señalización confusa, o señalización obstruida visualmente (propaganda, árboles no podados, etc).
Tampoco aparece un reconocimiento de normas confusas en la reglamentación del tránsito, que causa muchos accidentes, como por ejemplo esa que dice «se presume culpable a quien choca o es chocado al cambiar de pista». Esto es interpretado por muchos como que es una infracción cambiar de pista y toman la justicia en sus manos dificultando las maniobras de cambio de pista.
Tampoco aparece el hecho de que los límites de velocidad en ocasiones son excesivamente bajos, incitando a los conductores a la infracción.
Por ello, creo que habría que partir por un estudio serio y científico de la causalidad de accidentes y remediar las causas, incluyendo también la educación de tránsito que propone el autor.