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La fiebre de las cabañas

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Lo que nos hace humanos, es nuestra relación social. Sin ella, no seríamos humanos, seríamos simplemente seres con vida, pero sin capacidad de abstracción o dicho de otro modo sin capacidad de reflexión y pensamiento. En los primeros años de sociología, yo estaba ávida de entender todo de la vida, pero quizás era demasiado joven para tener yo misma esa capacidad crítica y de reflexión, aunque sería injusto decir que no aprendí de mis profesores, de la época.

…nuestra condición humana es qué aprendemos, almacenamos en la mente, no repetimos aquello que no funciona o nos hace daño, o al menos a nivel puramente animal, es que guardamos las experiencias negativas y no las repetimos nunca más. El pensar, aprender, repetir es lo esencial es la relación humana. Sin ella mejor morir, sin hablar, comunicar, contradecir.


A pesar de que no es un concepto categorizado como un trastorno mental, la fiebre de las cabañas es real, coinciden los expertos, dado que el aislamiento prolongado puede tener consecuencias serias para quienes la padecen, incluso para las personas que la rodeen.

Los últimos días, he experimentado un poco eso, me da lata hablar por teléfono, abrir la puerta, hacer video llamadas, en el fondo me da un poco de aversión socializar, siendo que es lo que siempre mejor he hecho. Por un lado, tengo unas ganas terribles de hablar, odio la casa, la rutina y el confinamiento, pero por otro, tengo un temor enorme de encontrarme con alguien y tener que hablar de cómo estoy y repetir lo de siempre acá estamos viviendo con los niños, las tareas, la ropa, el lavado, la cocina y hacer las camas, pero bien, no me quejo, hay gente que está en la calle, sin techo, ni comida…

Mi padre, me dijo el otro día…hija pareciera que estás con el síntoma de la Fiebre de las Cabañas, te desconozco. Y se estaba refiriendo a la fiebre de las cabañas cuando experimentamos miedo por salir a la calle, miedo a contactar con otras personas fuera de las paredes de nuestro hogar, temor a realizar actividades que antes eran cotidianas como trabajar fuera de casa, tomar micro, relacionarnos con otras personas, etc.

Los colonizadores de los vastos y desolados territorios de EEUU y Canadá experimentaron sensaciones parecidas que describieron como locura de pradera o locura de montaña, debido a los largos e intensos inviernos que azotaban las latitudes extremas (también en Siberia debió pasar lo mismo). A pesar de que no es un concepto categorizado como un trastorno mental, la fiebre de las cabañas es real, coinciden los expertos, dado que el aislamiento prolongado puede tener consecuencias serias para quienes la padecen, incluso para las personas que la rodeen.

Tenía como 12 años cuando fui a ver mi hermano El Resplandor (The Shining 1980), en el desaparecido teatro Las Lilas (ahora se le dice cine a los cines pero antes no).  Y claro, me cagué se susto, era intensa, de suspendo permanente, tensionante, absurda, al fin termina en terror puro. En aquellos años era lo poco que había en el teatro y ni siquiera pedían carnet, así que la vimos nomás.

Stanley Kubrick adaptó una novela de Stephen King que trataba de Jack Torrance (Jack Nicholson), profesor de una escuela y aspirante a escritor, éste decide aceptar un trabajo de mantenimiento en el Hotel Overlook de Colorado durante seis meses. Hasta allí se trasladará con su mujer e hijo, y así aprovecharía el aislamiento para escribir un libro. Bajo esta noción que parece inofensiva a primera vista, luego la película se va transformando en una serie de acontecimientos absurdos y terroríficos, y Jack comienza a experimentar de a poco los síntomas más radicales de la fiebre de las cabañas (cavin feber).

Bueno, la cosa es que anoche vi nuevamente el Resplandor, ya más madura y consiente. Y claro es intensa y brillante, tal cual el trastorno del aislamiento y la soledad. Solo que me está dando un poco de miedo mi propio comportamiento. Estos días en casa me han matado, me han convertido en una ermitaña, desconfiada y temerosa, he cambiado mucho y me da miedo. Hay muchos colegas y amigos con síntomas parecidos, desanimados y sin ganas de hacer nada. Claramente todos nosotros estamos experimentando un poco los síntomas de la fiebre de las cabañas y resulta interesante conocer un poco más sobre este fenómeno psicológico, y qué hacer para aliviarlo, aunque creo no es un trastorno mental como tal, y que proviene de un contexto externo (peste, guerra, desastre natural), más que de algo endógeno. Pero en algún momento del tiempo comienza a ser permanente y lo endógeno deja de ser un trastorno mental individual, para transformarse en algo colectivo y de carácter social, es decir más cercano a un fenómeno sociológico.

¿Entonces estamos hablando de una conducta más bien natural o esperable, que el hecho de pasar tanto tiempo confinados nos perdona la locura? En este caso, hablaríamos de la experiencia opuesta. Se trata de la reacción de agitación, inquietud, desesperanza, dificultades en la concentración e incluso ira, ante la imposición externa de permanecer encerrado en un espacio sin libertad de movimiento. Es lo que posiblemente muchas personas comenzaron a experimentar e incluso a buscar ayuda profesional por estos síntomas. Las teleconsultas psiquiátricas se transformaron en un negocio mas redondo que las AFP…en fin.

Digamos que cuando el confinamiento se alarga más de 50 días, el instinto de supervivencia nos hace resistir y terminamos adaptándonos a vivir confinados. Sin embargo, lo que el algún momento pudo ser visto como una vacación eterna de confort y teletrabajo en pijama calentito, hoy por hoy esa comodidad se transformó en ansiedad, evitación e irritabilidad por el mero hecho de estar encerrados, entonces se pierde la categoría de descanso para transformarse en tortura y castigo.

Anoche me pasó que recibí una visita, me traía vinos para vender, hablamos un rato y al poco tiempo tenía ganas de que se fuera para seguir en lo mío: ¿qué es lo mío? Nada solo la rutina de una pésima teleserie repetida. Hace unos meses me hubiese gustado conversar con él, pero ya no me interesa especialmente él, sino que toda la humanidad de fuera de casa. Y eso es terrible, aunque no sea un trastorno.

El no tener ningún contacto físico con otras personas puede haber creado una forma de rechazo a los otros, y ya hablamos de que la socialización es la inherencia del ser humano, y el confinamiento es la antítesis de eso, la soledad, el silencio es el peor castigo que podemos tener y en ese castigo estamos, incluso viviendo con familiares y seres queridos. Disfrutar del sol en la piel, la naturaleza, un parque o el mar ya simplemente desaparecieron.

Entonces, ¿sería normal tener miedo?, miedo a volver a salir a qué exactamente. El miedo al espacio amplio, a una playa enorme, a una montaña podría entenderse, pero el miedo a socializar por muy básico que sea, no: tenemos que recuperarlo.

Ahora pienso que estar privado de libertad, en régimen de aislamiento en calabozo oscuro, termina siendo el peor castigo, en tanto no hablamos, sino que para decir o no, gracias o algún garabato: pienso en Alekos Panagulis, en Mandela, en el mismo Ramiro.

Hay gente que tiene un trastorno de ánimo a las relaciones humanas, las evita y vive un mundo interno intenso, pero no en cuarentena, sino que siempre: es raro pero hay muchos, quizás es expresión de nuestra humanidad moderna, poco colectiva y poco social, y no solo por los medios de comunicación, sino por algo mucho más profundo, incluyendo el contacto físico y la relación social.

‘El resplandor’ es de esas películas clásicas a estas alturas que hay que puro ver por cultura general. Kubrick la definió como una alfombra mágica por donde nos deslizamos hasta el mismísimo centro del miedo que habita dentro de nosotros.

Háganse un tiempo y véanla de nuevo.

TAGS: #Aislamiento #Cuarentena Relaciones humanas

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Comentarios

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EUGENIO MAFFEI

21 de julio

Excelente el análisis de mi hija y colega Teresa No me sorprende su imaginación pata lo alegórico: Fiebre delas cabañas lo encontré genial para describir el daño catastrofico de las famosas cuarentenas que nos impiden la interacción, sin la cual no podemos desarrollar una vida normal, sin enfermefades mentales . PERO OBEDECIMOS SUMISOS ALOS MUCHAS VECES ERRADOS CONSEJOS DE LA BURÓCRATA OMS

Aida

21 de julio

La pandemia, palabra simple, liviana que como tú señalas nos cambió, a cada uno o una de manera distinta pero, creo sentir ese miedo al otro que se ha instalado en mi. Miedo al otro a la otra, a que me toque, a que se me cruce. Este confinamiento dejará profundas marcas en nuestras vidas, pienso en las marcas que en mi conducta dejo la Dictadura ese miedo distinto pero miedo al fin. Espero que nuestra resilencia tantas veces puesta a trabajar aparezca también cuando esto termine, aun cuando hay días en que me falta energía y me invade la desesperanza me aferro a la imagen de las personas jóvenes, en su energía en los niños y niñas cómo será para ellos este encierro en sus primeros días y meses sin ver a nadie más que a su madre o padre y si es afortunado a ambos, démonos ánimo mutuo y confiemos en que nos reconoceremos en nuestra esencia cuando nos volvamos a encontrar. Cariños Tere

anysur

22 de julio

Creo que a muchos esta humanizando, hay muchas personas que viven en nuestra sociedad encerradas, ud. tiene miedo, he visto personas que viven solas , discapacitadas y mueren , en una precariedad; hay muchos que viven aislados, sin luz , sin agua potable, sin muchas cosas…..ud. es dueña de sus pensamiento, ud. decide lo que piensa; mire como el sabio a la persona que va detrás de su camino.

Carlos

26 de julio

Tere, me pasa exactamente lo mismo, evito salir salvo que sea indispensable, por mí estaría todo el día hecho bolita, es terrible.

Isa

27 de julio

Yo tengo pensamientos suicidas.

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