He manifestado en otra parte un amable interés por asumir en lo posible la reflexión que corresponda, dentro de la incierta tradición chilena de la filosofía, al pensamiento relacionado con el ámbito que usualmente se denomina filosofía del arte –estética filosófica o filosofía de la obra de arte.
Un personaje una vez querido que en esta área rápidamente identificamos se presenta en el nombre de Luis Oyarzún Peña. Este nombre vive la constante de incerteza histórico-social tan propia de un miembro presunto de la tradición que barruntamos. La biblioteca de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile ha sido bautizada con él; ocupó un “asiento” en la Academia Chilena de la Lengua, en la década de los años 60 del siglo XX –o sea, no más unos añitos atrás, mirados desde cómo frecuentan el desafío del tiempo los llamados “grandes” nombres de la historia Occidental que es la filosofía (digamos: Heráclito o Hegel).
Y el ejercicio de perduración en esa historia, lo miles de veces revisitado, reinterpretado, redescubierto, en Chile, en estos australes, se da como galopante amnesia –y Luis Oyarzún es apenas conocido en la misma Universidad de Chile (en su lado de estudios de estética y en su lado de filosofía en general).
Lo mismo me pregunto yo cuánto vale la pena de escribir acerca de un presunto olvidado como este, con la certeza de ser, a su vez, olvidado. Pues, simplemente, ¿quién se interesará por leer estas mismas líneas si no se trata de un singular especialista, o de un marginal dentro de los marginales que en Chile dedican algo de su vida filosófica a reencontrar a los chilenos que antes la han hecho (pues los demás habitan las derivas internas del continente europeo)? Pues cuando entre algunos se entiende: “filosofía en Chile”, se entiende pensamiento filosófico-político (o moral, práctico) –y hasta de Andrés Bello se olvida lo que fue a sus intereses llamemos de poética, muy distintos de los que probablemente lo llevaron al sitial de aquel rectorado del siglo XIX (que algun@s dicen debiera ser reencontrado como un proyecto del XXI).
En fin, después de esta por demás extendida introducción, concentremos las líneas en la figura del hombre Luis Oyarzún Peña.
Me resulta determinante en ese pensamiento de filosofía del arte la mismísima noción de “arte” por la que navega nuestro invitado –al menos de manera general, sin resultar al parecer el concepto mismo uno, como se dice ahora, “tematizado”.
“Arte” en este pensador del siglo XX chileno, orienta una reflexión al modo como lo hacen las teorías del sujeto moderno. Es decir, arte significa aquí mayormente una aplicación del concepto de “consciencia”, o del de “subjetividad”. Arte (¿qué es arte?; ¿cómo saber cuándo algo es arte y cuando no?) resulta algo que sucede alrededor de esos conceptos –y en sus lados que han sido llamados “misteriosos” o “inspirados”; o, también, “angustiosos”; los lados constitutivos de la incertidumbre del sujeto humano moderno (típicamente: el individuo que se piensa aislado, incomunicado, vaciado, etc.), cuando quiere pensarse en las totalidades del mundo (como las “masas urbanas anónimas”).
Por entonces no habían llegado a estas tierras de Allende Los Andes –bueno, tampoco a muchas partes del mundo–, los teóricos estructuralistas, los del lenguaje, de la deconstrucción o de la hermenéutica filosófica.
El concepto de “expresión”, esto es, de que la obra de arte debe (como norma) comprenderse al modo de un objeto que hace exterior una vivencia y elaboración previa interna del sujeto humano “artista”, aparece como un eje en Oyarzún. Que el arte debe juzgarse en tanto capacidad de dar forma a esa interioridad –la que entonces se piensa como anterior a la forma externa: que el artista es aquel que “vive” un estado de cosas invisible para sus conciudadan@s, y que, si lo es “verdaderamente”, encontrará los materiales para configurar con esas cosas un mensaje que llegará a los contemporáneos (o a los tan geniales como él de entre los posibles espectadores).
El concepto de “expresión”, esto es, de que la obra de arte debe (como norma) comprenderse al modo de un objeto que hace exterior una vivencia y elaboración previa interna del sujeto humano “artista”
Pues la teoría del genio en el arte es casi contemporánea a la teoría del sujeto moderno. Un H-G. Gadamer estaba, en Europa, diciendo algunas de estas cosas precisamente cuando Oyarzùn navegaba todo rodeado por el océano de los sujetos y los artistas.
En esta lógica, la habitación de lo “extraño” del/en el mundo es peculiar, dice, a su manera, Oyarzún. En su ensayo “Ideas sobre el arte contemporáneo”, especifica que se trata de una extrañeza no total, de una que, paradojalmente al menos, contiene una familiaridad.
“se trata de una extrañeza con identificación, de una extrañeza con un esbozo de identificación, como que sentimos este arte de algún modo significativo”
Es importante que conceptualmente destaque en esto, que lo meramente extraño, completamente extraño, diríamos, limita con la indiferencia: si nada nos toca, nada reconocemos, una nada nos afecta (esto es “sin afectarnos”; no hay emoción a la vista). Esto es, si lo extraño llega a su límite, entonces desaparece el lugar, la posibilidad del lugar mismo del límite. Hay allí mero “vacío”, lo “sin nombre posible” (que los modernos identificamos con lo sin afectividad del vacío).
En cambio, lo extraño y familiar –que más tarde precisamente otro Oyarzún, otro chileno, y otro pensador del arte, Pablo Oyarzún Robles, ha trabajado como pensamiento inquietante/siniestro–, relaciona, por ejemplo, con una pintura vanguardista donde “no se entiende nada”, y, sin embargo, parece que también refleja que “uno entiende poco” del mundo que cohabita como humano moderno. O que, por otra, si “entiende” algunas cosas en el cuadro, y ve allí monstruos pintados que son como los monstruos que se topa en las calles (que hoy, más bien, vemos en los “reportajes” de los noticieros “centrales” de la tv de las tardes-noches).
Pero, como a la pasada anteriormente recordábamos, Luis Oyarzún pensó bastante de estas cosas desde un decanato académico o desde una oficina de la ONU. O desde su poesía, por demás al modo suave e intimista, en las vivencias de las angustias de quién quiere impulsivamente (así debe decirse) comprender ciertas cosas, y no puede, se confunde irremediablemente –y pide auxilios en unos brazos amorosos.
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Freddy Aguirre Morales
Hola quiero expresar mi agradecimiento por sus excelentes escritos sobre los filósofos Oyarzún y sus teorías del arte moderno. Soy venezolano, pintor y me gusta escribir. Estoy muy interesado en sus escritos porque son esclarecedores en conceptos referidos al arte y la obra de arte, sobre todo el arte de la vanguardia
Fernando Víveres
Muchas gracias estimado Freddy Aguirre
Es muy bueno que usted pueda encontrar en estos escritos mìos
algunas buenas ideas y pistas conceptuales para ofrcer tambièn
contenidos de pensamiento al hacer de obras de arte muy concretas.
En este caso, segùn usted dice, a sus pinturas.
Tambièn creo comprender lo que usted dice referido
a que mis reflexiones conectan directamente con lo que se llaman
teorìas del arte contemporàneo. Espero podamos continuar
este diàlogo. Abrazo…
Daniel
Fome.
viveroscollyer
Estimad@s, acaba de salir mi tercera publicaciòn acerca del filòsofo
chileno del siglo XX, Luis Oyarzùn Peña. El àmbito filosòfico que tal
vez màs interesa en este Oyarzùn, se encuentra en sus escritos acerca
de estètica y, luego, en un pensamiernro en cierta manera inuaugural del
ambientalismo contemporàneo de la Naturaleza. Por otro lado, lo màs
decisivo, quizà, de mi escrito, es la relaciòn que intento entre dos
Oyarzun en la historia de la filosofìa en Chile: Luis Oyarzùn P. y
Pablo Oyarzùn R. Sin duda un desafìo entrar en estos movimientos
de nuestro quehacer pensante chileno.