#Ciudadanía

¿Por qué poca gente de excelencia ha estado a cargo de Chile?

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Existe consenso en que todo político merecedor del apoyo popular debe estar dotado de tres cualidades simultáneas: inteligencia, integridad y valentía. La inteligencia se entiende como la capacidad para resolver problemas, la integridad como la entereza moral y la valentía como la determinación de enfrentarse a situaciones riesgosas. Ciertamente estas virtudes se relacionan con la aptitud de la persona a quien la ciudadanía le ha dado la confianza para responder a desafíos por cuanto la inteligencia permite salvar los obstáculos que dificultan algún logro, la integridad entrega la inmunidad ante tentaciones carentes de probidad y la valentía provee el arrojo para actuar a pesar del legítimo miedo.


Los seres humanos nos enfrentamos a disyuntivas y cuando elegimos una alternativa, inmediatamente sacrificamos las otras.

Esta tríada, sin perjuicio de otras virtudes, no solo es deseable en los políticos, sino en todas las personas, formando parte ya de la cultura popular donde por ejemplo en los cuentos infantiles los héroes y otros protagonistas que están a cargo del recurso humano deben exponer permanentemente estas cualidades y cualquier relajo ante ellas trae consecuencias dañinas para el grupo. Es más, la misma cultura popular es rica en relatos que muestran cómo el rendimiento de los personajes mejora cuando sé es una buena persona y qué tanto se desea cualquiera de estas tres virtudes cuando alguna de ellas escasea.

Una muestra es el Mago de Oz donde el espantapájaros demanda un cerebro que representa la inteligencia, el hombre de hojalata quiere un corazón que puede ser un símil de la integridad y el león explícitamente pide valentía. Un irónico pasaje de dicha novela fue advertido el 2012 por Max Cameron, Director del Centro para el Estudio de Instituciones Democráticas en California, cuando la protagonista interpela a estos tres personajes: “Sin corazón, sin cerebro, sin coraje, muchachos, ¿por qué no se han metido en política?”.

Considerando entonces que la gente de excelencia definida de esta manera es quien tiene los méritos para conducir proyectos de interés nacional desde los puestos de un poder otorgado por el propio pueblo, llama la atención del porqué en Chile suelen ocupar cargos de votación popular individuos carentes de alguna de estas tres cualidades. Sin perjuicio de que tal observación sea un tanto exagerada tal como lo advirtió el 2011 el profesor Stuart Soroka de la Universidad McGill, en cuanto a que los humanos estamos programados genéticamente para “monitorear el error” y ponderamos con mayor fuerza las variables negativas que las positivas; es irrefutable que varios políticos chilenos han venido exhibiendo conspicuamente tontera y/o corrupción y/o cobardía.

Sin embargo, al monitorear con esa misma ponderación todo el territorio nacional en todas sus clases sociales, se nota que la proporción de gente inteligente, íntegra y valiente, es mayor a la que se observa en el conjunto de políticos de tomo y lomo. Tal hecho parece ser universal, no circunscrito a una época o lugar determinado; haciendo que la política como profesión sea percibida como un “mundo sucio” según lo calificó el 2014 Matthew Flinders, Director del Centro Bernard Crick del Reino Unido.

¿Por qué entonces más gente de excelencia no se vuelca hacia la política para limpiar la suciedad que ahí existe? Una respuesta a esta interrogante puede encontrarse recurriendo a los principios de economía.  Uno de estos pilares es que los seres humanos nos enfrentamos a disyuntivas y cuando elegimos una alternativa, inmediatamente sacrificamos las otras. Otro principio establece que los seres humanos decidimos en términos netos considerando para cada alternativa tanto aquello que nos beneficia como aquello que nos perjudica, efectos que tienen probabilidades de ocurrencia calculables tal como lo estableció en 1972 Gordon Black en su Teoría de Ambición Política.

Imaginemos ahora esa compañera de colegio o ese vecino del barrio que conocemos por toda una vida y que nos consta que son muy buenas personas. Esta gente no está en política porque tal actividad en términos netos es menos atractiva que la situación que eligieron. Ellos con su inteligencia, integridad y valentía ya elevan con total certeza el bienestar del medio local, su familia por ejemplo, donde se desempeñan. Si optan por política, por una parte seguramente tendrán sensibles beneficios privados dados por los sueldos y otros retornos pecuniarios que en Chile son los más altos del mundo, donde a modo de ejemplo se tiene que la dieta de los parlamentarios chilenos es la más alta de los países OCDE según el propio informe del 2020 elaborado por la Biblioteca del Congreso Nacional. Pero por otra parte deberán sacrificar el ámbito hogareño y por ende dicho entorno cercano se verá en todo o en parte, privado de las ventajas que implica perder la plena participación de una persona de excelencia.

Pero optar por política también implicaría ampliar los impactos sociales pues en esta alternativa los alcances serían mayores ya que inteligencia, integridad y valentía estarán ahora al servicio de un sistema más amplio, incluso beneficiando a todo Chile.

¿Rendirán estas buenas personas mucho más sirviendo al país que sirviendo a su entorno cercano? No existe certeza de que eso ocurra. Por el contrario, sí existe plena certeza que sus familias serán privadas del aporte que el individuo de excelencia realiza ahí si se opta por la aventura política. Aventura porque lo que se tiene es una mera probabilidad de éxito, el cual dependerá de muchas variables respecto de la cual el político debutante no tiene completo control por muy inteligente, íntegro y valiente que él sea. En efecto, el o ella deberán navegar en un medio plagado de malas prácticas y deberán encarar una institucionalidad que previamente rechazó a otros buenos individuos que hicieron el intento. Ciertamente no basta con ser una excelente persona para rendir lo que se pretende en un ecosistema político; es requisito imprescindible que dicho medio valore y facilite el despliegue de las virtudes que porta quien a él ingresa.

Es decir, dedicándose a la familia se tiene un beneficio que aunque siendo de alcance local, es plenamente cierto y que por dicha decisión al abstenerse de participar en política, el país pierde un aporte meramente probable.  En cambio, al entrar en la política se tiene plena certeza que se recibirán generosos sueldos que irán a la familia del debutante, pero también se tiene certeza que a ella se lesionará al haber elegido el cargo  cuyo beneficio social de esta actividad pública aunque siendo de mayor alcance, es una cuestión de probabilidades. Y esas probabilidades de éxito se pronostican bajas en el medio político chileno donde ahí  la inteligencia, integridad y valentía son menos valoradas que otras cualidades; siendo muchas veces considerada una amenaza para el orden siniestramente establecido quien posee estas tres virtudes.

En resumen, tal como lo estableció el activista político indio Shantanu Bhagwat en el 2014: “La política no paga”. Por lo tanto, en general la gente de excelencia prefiere no ingresar  a la política porque está consiente que tanto para ella como para la sociedad, tal decisión es un mal negocio.

escrita por: Lucio Cañete Arratia

Departamento de Tecnologías Industriales

Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile

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El contenido de esta columna de opinión no representa necesariamente la postura de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile.

TAGS: excelencia

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Comentarios

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pero, elcircodebefuncionar

14 de julio

Me gustó la columna en su detalle, pero, considerara ciertos ideales y no tiene soluciones.

Cuando dices:
«consta que son muy buenas personas» es un ejemplo de esa consideración idealizada

También lo es cuando dices:
«es requisito imprescindible que dicho medio valore y facilite el despliegue de las virtudes»

Y lo último que me cae es que a pesar de que tu análisis deja a muchas personas fuera con una razón, sigue girando la rueda del circo, entonces, ¿nunca se podrá mejorar?

Y no creo eso. El conjunto «resto de los factores constantes» para análisis, está compuesto por el sistema como lo conocemos, con todas sus imperfecciones

¿Qué podría hacer la diferencia entonces?

Los sistemas se compone de entradas, salidas y retroalimentaciones, por lo tanto puedes cambiar la entrada y el sistema ya no tendrá la misma salida.

Es decir, ¡importan el conjunto de políticas que puedes aplicar al sistema! (con la herramienta adecuada, por su puesto, ¿tal cómo cuál?)

Hasta hoy, si subes el volumen para escuchar al sistema, tendrás de ello un resumen en las noticias. Ese barullo, problemático y lleno de confusión es lo que tenemos.

Nuestro sistema funciona con tres poderes del Estado. El resultado es ese ruido.

Pero, ¿qué pasa si añades un Cuarto Poder del Estado, como un Poder Civil, que demande un 1% del Presupuesto Nacional para ejecutar obras propias?

¿Qué obras?

Sin que sea el sistema perfecto, ni esté la gente perfecta, esa es una forma de cambiar la salida del sistema.

14 de julio

Me encantó la columna. Dice verdades muy claras.
Pero, peor aún, como la elección de entrar a político es tomada por individuos menos competentes/íntegros/arriesgados, se forma una cofradía de individuos que no tienen esas características, haciendo más inhóspito el lugar para quien si las posee.
Pero hay excepciones, basadas en un elemento: la vocación. Eso permite que personas que si traen alguna de las características deseadas, entren a la política. Pero, nuevamente, se encontrarán con la masa de mediocres que los achataran y absorberán;al menos en sus costumbres , vicios y cegueras respecto a su rol para con la ciudadanía.
Por eso es que es MUY sospechoso cuando ex-famosos, gente con carreras que no tienen espectativas, etc se postulan….porque entrar al círculo les asegura un poder e ingresos, que hará que gustosos sean absorbidos por los que «ya están»
Saludos

Gonzalo vicuña

16 de julio

Estimado señor, los dirigentes políticos son electos democraticamente, le guste o no el candidato ganador, es el fiel reflejo del votante. No toda la sociedad la corrupta, ni todos los políticos. No todos los carabineros son corruptos, solo algunos generales, coroneles , oficiales de menor rango, cabos y sargentos. Pero asumir que ser carabinero ‘es mal negocio» no es correcto. Gente honesta también se suma a carabineros. Lo mismo sucede con los militares, el ejército tiene generales corruptos y oficiales que se han robado el dinero de todos los chilenos. Es la sociedad de gente honesta la que debería asumir que tolera la corrupción, porque se beneficia con ella por ser un buen negocio

16 de julio

Lo que digo es que los postulantes,en general, no tienen las virtudes enumeradas en la columna. Y, para más ahondamiento, el sistema democrático falla en eso: que los postulantes más competitivos no son los más capaces ni necesariamente honrados. La popularidad previa es un factor crítico, y eso lo trae bastante gente que no es la adecuada. En mi opinión, para ser candidato debería primero aprobarse una prueba de conocimientos cívicos, y una capacitación respecto a la probidad necesaria para ejercer un cargo.
Pero, además, el problema mayor es que los que ya estan adentro tienen armado esquemas en los que deben entrar los que vienen. Eso es endogamia politica

Jacqueline

26 de octubre

Inteligencia,integridad y valentía es lo menos que tiene este gobierno (zombies)

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