A partir del pasado cuatro de julio del año en curso, luego de la instalación (caótica) de la asamblea electa para discutir y redactar un nuevo proyecto constitucional algo inédito en la historia de nuestra República, comienza a instalarse en la agenda política y de la ciudadanía en general el debate respecto a la legitimidad de tal instancia.
A pesar de lo importante y trascendental del resultado su trabajo, el desarrollo de la Convención se ha puesto en el centro del debate debido a un sinnúmero de situaciones bastante extrañas, como las intervenciones de ciertos convencionales (de forma transversal, desde facciones como las de Vamos por Chile o la ex Lista del pueblo) que de forma altisonante, y varias veces fuera de contexto o con intenciones poco claras o razonablemente incomprensibles (particularmente aquella simpatizante de la facción representada por la bancada oficialista o “Vamos por Chile”), ha incubado en la opinión pública dudas en lo relativo al producto del trabajo deliberativo en comisiones y subcomisiones al interior de la Convención Constitucional.En determinados sectores se observa una cierta pulsión hacia lo autoritario y violento, y una clara tendencia a cancelar el debate.
No es objeto de este documento mostrar cada una de las situaciones que se comentan en el párrafo anterior o describir sus detalles. No obstante, para nadie es desconocido el desempeño la convencional independiente en cupo RN Marinovic, o del convencional Arancibia, o qué decir del comportamiento de la facción representada en la ex Lista del pueblo en sus erráticas decisiones, deliberaciones e, incluso intervenciones; con mención a parte del caso del convencional Rojas Vade, electo independiente por la Lista del pueblo, cuyo efecto sobre la percepción ciudadana y su legitimidad aún no sabemos cuan profundo ha sido el daño en la fe pública sobre este inédito proceso constituyente.
Durante los casi más de dos meses de iniciada la Convención, el debate en su interior se ha centrado en la redacción de su reglamento. En sectores que apoyaron la idea de rechazar el debate y redacción de una nueva Constitución política, se ha buscado criticar lo demoroso que se ha tornado la discusión del reglamento interno, pues aún no se redacta ningún articulado del proyecto que debe someterse a la aprobación ciudadana. Argumentan que se han gastado recursos en un debate estéril y sin importancia, lo cual no es ni por cerca un asunto baladí; sino fundamental y crítico para el encausamiento del debate y la resolución de conflictos insolubles durante la discusión.
La actuación de este sector ha sido, inicialmente, la de discutir y oponerse a toda alternativa o propuesta que resuene muy liberal, progresivo o estatal, inclusive; como si aquellas propuestas para normar el funcionamiento fueran parte del proyecto final que se presentará. Hay mucho nerviosismo en dicha facción, y actúan como un cuerpo corporativo que defiende intereses más que un cuerpo colegiado que proponga ideas y soluciones.
La publicaciones y comunicaciones desde este grupo a la opinión pública son de que el resto de los convencionales están actuando fuera de la norma y buscando romper con el orden constitucional imperante, cuando lo que ciertamente ha ocurrido es que se ha trabajado en el desarrollo del reglamento, bajo las lógicas y principios que surgieron luego de la crisis provocada por del cuestionamiento al orden establecido; y de paso desencadenando el actual proceso constituyente, de una instancia de una naturaleza originaria (en el sentido fundacional) e inédita en la historia política de Chile.
Sin embargo, el peor de los golpes que pudo recibir esta Convención vino, inesperada y sorprendentemente, desde las filas de la ex Lista del Pueblo con el caso de Rojas Vade. Su historia (que resultó falsa) motor de su popularidad que le permitió lograr un asiento en la asamblea que debate la nueva Constitución, enarbolando no solo los principios demandados por aquellos que adolecen de un efectivo derecho a la salud, sino también los de una ética popular y transparente, traicionando al ideario formado para enfrentar al abuso institucionalizado del modelo de proyecto político que plasma la Constitución de 1980.
Es por lo anterior que decidí escribir una reflexión al respecto, para colaborar en los esfuerzos por cuidar y defender a la Convención Constitucional y su trabajo. Como ciudadanos, es menester mantener fuentes de información confiables y rigurosos en el reporteo e investigación de los hechos que comunican. Pero también es necesario que algunas de las facciones suban el nivel del debate o que se decidan por discutir abierta y colaborativamente todas las instancias de la Convención, pues de no hacerlo, al momento de discutir lo esencial del proyecto constitucional, sus valores, visiones o principios podrían quedar fuera de la redacción por no abrirse al debate con todas las fuerzas.
En determinados sectores se observa una cierta pulsión hacia lo autoritario y violento, y una clara tendencia a cancelar el debate. No se debe perder de vista que, el motivo de esta asamblea constituyente es buscar resolver nuestras diferencias vitales de forma democrática, civilizada y republicana, frente a la alternativa de una guerra civil. Por ello, se debe defender a la Convención y comprender, de una buena vez que la política sí importa.
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