Cualquier persona que se vuelva profesional puede ser considerado parte de una élite. Nuestra sapiencia en un área determinada es superior al resto de las personas al haber podido tener la chance de estudiar y practicar para ello, y por tanto, queramos o no, tenemos una posición de privilegio frente a las personas que desconocen. De ahí tenemos dos opciones: guardar nuestros conocimientos y desarrollar un lenguaje y actuación técnica que lleve al cierre de nuestra burbuja a aquellos que estén dispuestos y tengan los medios para incorporarse, o exponer aquello que conocemos, intentar explicarlo, desvestirnos de este lenguaje, y empezar los ejercicios de romper con dicha burbuja para integrarnos con el mero público.
Desde el 18 de octubre muchas de las élites, ya sea en el ambiente académico -esto es, las universidades, institutos, centros de investigación, entre otros- han dado cuenta de ello y han decidido preferir en su mayoría el segundo ejercicio. Quizá por el hecho de que hoy hay más gente estudiando e integrando dichas burbujas es que ha resultado más rápido dicho esfuerzo -no que haya más gente con medios para ello, eso sería vivir en mentira- y hemos visto una continua caída en el encierro en el que vive.La gente de la élite creció y conformó su burbuja bajo la creencia que el chileno común, por su forma de vivir el arte, no puede ir a su nivel de profesionalismo, y por ello cierra las puertas
Quizá el caso más emblemático y público es el del arte. Pues no solo es una élite, sino que también es elitista. No solo vive en su burbuja, sino que aquellos que viven en otras burbujas pueden entender lo que sucede dentro de ella. No cualquier persona puede ir a una exposición y entender de lo que se habla, las profundidades de lo que se muestra, las características y la multiplicidad de significados.
Por ello, el arte y la cultura que el chileno común conoce, es distinto al arte que el chileno en la élite ha de saber. El chileno común no va al teatro a escuchar una ópera, no sabe de galerías clandestinas, no tiene ni idea de cine arte, no tiene una noción del stand-up en Estados Unidos o en el Reino Unido. El chileno común se queda con las manifestaciones culturales abiertas en las calles, va a festivales de música popular, se ríe con humor simple, ve cualquier peli comercial con menos del 60% en Rotten Tomatoes. Y ninguno, ni el chileno que vive en la élite artística, ni el que disfruta de las maneras sencillas del arte, está mal.
El problema con dicha creencia, es que la gente de la élite creció y conformó su burbuja bajo la creencia que el chileno común, por su forma de vivir el arte, no puede ir a su nivel de profesionalismo, y por ello cierra las puertas. Y cuando dicha subcultura se jacta de ese cierre frente a la comunidad, cuando no hace ningún esfuerzo de abrirse, es cuando estamos en presencia de una complicidad en la desigualdad.
El 18 de octubre eso se quebró. Se quebró de una manera definitiva cuando desde las afueras, salieron de forma espontánea chilenos comunes que se manifestaron de forma símil a lo que haría un artista de renombre. Solo recordar que esta revolución empezó desde un meme hecho por institutianos en Instagram, es una muestra clara y palpable de este quiebre.
Al ver la columna de Natalia González en El Mercurio, titulada “Ojo con ¿el arte?” puedo entender su descontento frente a lo que ella califica de sofisma. Pero lo que ella no considera es el fuerte trasfondo de lo que llamamos “arte” en Chile, y como el paradigma que lo sostenía se quebrantó. No se habla de luz respecto del arte que surge en las murallas de centros culturales, sino de luz respecto al mundo artístico, revelado en su realidad elitista y desigual. En las murallas del GAM se plantea hoy ese quiebre. Al ojo, el 95% son rayados o carteles que no son graffiti o connotaciones personales, sino que son reales demostraciones preparadas de antemano, realizados con un nivel de técnica, que muestran una realidad nacional que es clara. No entiendo en que manera se adorna la realidad, según ella dice ¿Acaso debemos volver al cuento de que Santiago es solo Vitacura, Providencia, y la parte este de Santiago, como todos los turistas e inmigrantes creían al llegar bajo el cuento del Chilean Way?
En el Festival de Viña, uno de los eventos artísticos más abiertos de la comunidad, potente ha sido que la organización bloquee las pancartas y censure el audio, formas de expresión clásicas del chileno común en las que refleja descontento. Pero se ha visto una conexión más dentro de las que se produjeron tras el estallido, la del fin definitivo de las barreras del arte: formas alternativas de manifestar descontento popular. El quebrantamiento último, el otorgamiento de profundidad, de la abstracción artística a la comunidad.
Otro orden que cae, como tantos otros.
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