Hay algunas cosas en las cuales convenir en relación a Don Sebastián Piñera:
1. Televisivamente hablando (no he tenido ni el placer ni el desplacer de escucharlo personalmente) el señor en cuestión dista mucho de tener aquello que antes se llamaba “ángel” o carisma, que era un bello eufemismo para decir que provocaba pocas simpatías personales entre sus escuchantes,
2. Que más allá de las antipatías que despierta de manera permanente por sus poco afortunadas invenciones idiomáticas, literarias, geográficas, un sentido del humor inentendible y un largo etcétera, hay que reconocerle habilidades varias, tales como llegar a la presidencia en contra incluso de los partidarios de la alianza, el tema de su fortuna personal y, aunque parezca banal, tener un buen matrimonio por años y algunos amigos incondicionales a toda prueba,
3. Que la actualmente mal llamada oposición le busque todos los argumentos posibles y probables para pegarle en plenos morros (boca, hocico, jeta, etcétera) está dentro de los juegos de la política, ya que para los concertas viene bien el dicho: “a falta de ideas propias, mejor le pegamos al monito” y lo van a tratar de dejar más antipático de lo que realmente es, pero como oposición über Alles, hay que aguantar la lluvia no más,
4. Que, hasta ahora, no ha encontrado una fórmula que deje contentos a moros y cristianos, léase UDI´s y RN´s.
En otras palabras, Don Sebastián Piñera llegó al poder con un discurso de eficiencia, modernidad y unidad, pero una vez instalado en el trono (de La Moneda, no el de su casa) decidió, por arte y magia de la chimbiricoca, convertirse en un tipo grato, cercano, querible y simpático y erró y sigue errando profundamente el palo, porque no tiene condiciones, al estilo de la Mishi, para serlo.
Lo anteriormente dicho no tendría ninguna importancia si no se le sumara un hecho, que de tan complejo, llega a ser risiblemente trágico para él: Que la UDI (Unión Decididamente Intransigente), definiera per se que el tipo es odiable, o mejor dicho UDIable.
La última pataleta en torno a la permanencia de Jacqueline van Rysselberghe en la intendencia, contra toda lógica de mediano sentido común, sabiendo de antemano y de antepata ,que le iba a significar a Piñera pegarse otro porrazo más en sus encuestas, reflejan lo anterior y, además, un maravilloso sentido del desprecio por la persona electa con sus udiosos votos.
Mis suposiciones del porqué de este entuerto se resumen a que la UDI considera a Piñera un “ex” en todas las cosas que a ellos les importan:
• Ex DC,
• Ex semi adherente a la dictadura,
• Ex votante (supuestamente) del NO,
• Ex hacedor de pebre de su rubia estrella Matthei,
• Ex aliado político y nuevamente ex aliado en el nuevo Gobierno,
• Ex derechista converso a ex populista
En buen castellano es un “ex” que se les convirtió, a la sombra de sus rígidos paradigmas, en un “ex” personaje confiable y que, si ellos no lo desenmascaran, la derecha-derecha-popular de derecha que ellos dicen representar, no verá jamás plasmadas las ideas morales, valóricas, económicas y futuristas que este, su gobierno también, debería dejar como herencia al futuro de un Chile iluminado por el Manual de Carreño y las leyes vaticanas.
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