Es difícil mirar la realidad productiva de nuestro país y no sentir preocupación sobre sus perspectivas en el mediano y largo plazo. Autoridades de gobierno, académicos, representantes de la sociedad civil, ciudadanos de a pie, entre otros. Todos tienen absolutamente claro que somos un país que depende significativamente del cobre y, que de alguna manera, llegará un momento en que esta historia tendrá que cambiar.
Lo ideal sería que cuando llegue este cambio, como país, nos encontrásemos con una base lo suficientemente sólida que nos permita seguir avanzando por la senda de la estabilidad económica que hemos disfrutado desde que volvimos a la democracia y que nos ha permitido realizar diversas reformas a través del tiempo. Lamentablemente, para nuestra desdicha, parece que la realidad nos va a encontrar mal parados y tendremos que afrontar las consecuencias de aquellas decisiones que, por algún motivo, se tomaron sin imaginar un escenario más complejo. Refresquemos un poco la memoria en torno a la discusión productiva relativamente reciente de nuestro país.Es imperativo que Chile se plantee la discusión sobre desarrollo productivo de forma seria, con altura de miras y obviamente pensando en el largo plazo. Debe existir un acuerdo político amplio y para eso se requiere voluntad, es tiempo de que decidamos cómo vamos a avanzar al respecto.
En el primer gobierno de Michelle Bachelet, como resultados de los esfuerzo realizados en el gobierno de Ricardo Lagos, se creó el Consejo de Innovación para la Competitividad (CNIC), una institución público – privada que, en teoría, propondría las respuestas a los requerimientos productivos de la nación (diversificación y sofisticación de la matriz productiva), considerando que en ese entonces éramos un país productor de materias primas y dependiente del cobre. Básicamente, la nación se concentraría en fomentar dos materias: Innovación y Competitividad.
De esa forma se desarrolla una estrategia enfocada en priorizar esfuerzos sobre aquellas actividades económicas que demostraran un alto potencial de desarrollo por sus encadenamientos productivos (clusters). Obviamente esta decisión no fue arbitraria, de hecho, se solicitó un estudio a The Boston Consulting Group para que identificara las actividades que cumplieran con ese objetivo.
Quizás fue una agradable casualidad pero, coincidentemente, Chile se encontraba en un proceso de profundización de su política comercial con la entrada en vigencia de importantes acuerdos económicos con China y Japón. En ese momento todo demostraba una estrategia coordinada que nos permitiría avanzar económicamente, por un lado, profundizando el acceso a mercados y, por otro, favoreciendo el desarrollo productivo de los sectores: acuicultura, offshoring, turismo, porci-avicultura, minería del cobre, fruticultura, alimentos procesados y servicios financieros.
Lamentablemente, nuestros gobiernos se han caracterizado por una mirada cortoplacista y, adicionalmente, quien sucedió a Michelle Bachelet fue Sebastián Piñera, quien representaba una visión relativamente distinta de la que habían tenido los cuatro presidentes anteriores; a lo menos, en lo que respecta a la política de desarrollo industrial. Siendo sinceros, aparte de la política de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), surgida a partir de la década del 30 y mantenida hasta el 70, Chile realmente no ha tenido una política de desarrollo industrial propiamente tal. Como dato anecdótico, prácticamente, lo único que hemos mantenido desde esa época ha sido la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO).
Para el perjuicio de los recursos públicos, el gobierno de Sebastián Piñera catapultó las esperanzas surgidas con la iniciativa de los clusters. El CNIC perdió la influencia que había tenido en el período previo y, es más, quedó relegado a un segundo plano en las decisiones sobre estas materias. Entre el 2010 y 2014 se potenció la estrategia de start-ups que, a diferencia de la estrategia anterior, tiene la característica de no ser selectiva y asegura un acceso relativamente igualitario a los fondos públicos.
Se termina así el período de Sebastián Piñera, con logros económicos significativos, con escasos avances en la materia que nos ocupa en esta discusión y con un fenómeno preocupante: el fin del súper ciclo del cobre o de los commodities (como desee llamarlo). Situación en extremo preocupante porque seguíamos siendo un país completamente dependiente del cobre y sin esperanzas de que alguna actividad ocupara su lugar en el corto y mediano plazo.
A mediados del año pasado se crea la Comisión de Asesora Presidencial de Productividad presidida por Joseph Ramos, uno de los economistas más importante de Latinoamérica. Una buena noticia, sin duda, pero una clara señal de desalineamiento respecto de las estrategias diseñadas en el primer gobierno de Michelle Bachelet en torno a materias de desarrollo industrial.
A fines de marzo, el Ministro de Hacienda junto con el Ministro de Economía y el Subsecretario de Hacienda anunciaron un paquete de 22 medidas destinadas a impulsar la productividad, dados los magros resultados de crecimiento que hemos visto. Cualquiera podría señalar que es mejor eso a seguir tal como estamos; por supuesto, pero siguen siendo medidas cortoplacistas que intentan dar respuestas a situaciones coyunturales.
Unos días después se presentaron las 21 propuestas realizadas por la Comisión de Asesora Presidencial de Productividad y, realmente, dejaron un sabor a poco. Con esto no quiero decir que las ideas surgidas no puedan resultar, solo llama la atención que simplemente se haya hecho una mención generalizada de éstas y no se expusiera una operacionalización o una hoja de ruta acerca de cómo se avanzará concretamente. Es más, la información disponible al respecto es escasa, incluso en la misma página web de la comisión, creada para comunicar sus avances.
Es imperativo que Chile se plantee la discusión sobre desarrollo productivo de forma seria, con altura de miras y obviamente pensando en el largo plazo. Debe existir un acuerdo político amplio y para eso se requiere voluntad, es tiempo de que decidamos cómo vamos a avanzar al respecto. Aprovechando el espacio de reflexión que nos ha proporcionado el fallecimiento de Patricio Aylwin y su legado, retomemos la lógica de los acuerdos y avancemos.
El establecer una Estrategia de Estado al respecto es primordial. No podemos dejar una materia tan sensible en manos de los gobiernos de turno que, dicho sea de paso, solo duran 4 años, las decisiones de política dependen de la ideología dominante y, en el caso de que este cambie, toda iniciativa previa, a menos que afecte a la población en su bolsillo, sea eliminada y se cree una nueva hasta que aparezca otro gobierno, con otro pensamiento.
De esa forma realmente estaremos otorgándole un uso eficiente a los recursos o, por lo menos, un uso más eficiente que el que les hemos dado desde que surgió la iniciativa más seria durante en el mandato de Ricardo Lagos.
Solo un último antecedente, considerando el tiempo que ha pasado entre ese período y el actual, como mínimo, llevamos 10 años perdidos.
Comentarios
06 de mayo
La herramienta de tratamiento de la idea es el problema.
El autor dice hoja de ruta como un dato de la materia, pero, hay mucho más que decir respecto a cómo se debe tratar una idea para que se logre lo que se espera.
El modelo de tratamiento de la idea debe ser digital (para integridad de datos técnicos de la idea)
y debe hacerse en un Cámara Ciudadana Digital
en la que se debe calificar para opinar en determinados asuntos, para que siempre las personas más calificadas tengan una opinión más valiosa, generando diferentes niveles de decisión, probablemente.
Se puede hacer de más de una forma. Participar en ella debiera tener incentivos, porque significaría «calificar a nuestro personal»
En ella debiera participar la creme de la creme al cuadro por e, de nuestros calificados
porque no es meramente un asunto «de democracia», o de «ejercer la democracia», que debiera proveer la herramienta que señalo,
sino que .. la capacidad técnica para tratar una idea, metodológicamente y con un sentido plenamente racional
en el que no sólo hablamos de la idea, sino que de un sistema, o de sistemas, y de visiones, y de estrategias.
Esta es la capacidad técnica que debe desarrollar el país, para enfrentar cada uno de sus sistemas con problemas, manteniendo un modelo de datos íntegro que permite .. «»postular a la idea como un nuevo sistema componente de nuestros sistemas
porque es realizable numéricamente dentro del modelo de datos
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06 de mayo
Cuando me refiero a hoja de ruta quiero decir la operacionalización de la idea. Estamos en en punto A y queremos llegar al B ¿Como lo hacemos? ¿Que recursos utilizaremos? ¿De que manera?
Este es un tema eminentemente técnico (diversificación de la matriz productiva dada la alta dependencia con el cobre) y, desde ese punto de vista, hay cierta claridad para avanzar.
Históricamente lo que no ha permitido avances significativos ha sido la discontinuidad de las iniciativas. Ese es un problema político y para ello se debe crear una política de Estado a partir del consenso.
Si lo anterior considera la participación de la sociedad civil, espectacular. Pero sino, que por lo menos se logre avance político (que son quienes toman las decisiones).
El uso intensivo de la tecnología juega un rol fundamental. Sería un despropósito omitir ese factor tan relevante en los cambios productivos y sociales.
Saludos y gracias por tu comentario.
07 de mayo
El problema es el sistema político. Tú lo señalas. Esto se produce porque el sistema político está a cargo de un sistema de políticos que se escuda en la no apertura hacia una democracia de ideas, luego de visiones, sobre las que colocar más recursos que los de una hoja de ruta.
Lo primero es democracia y una herramienta que permita ejercer a las ideas esa democracia. Más preciso debiera ser, eso que queremos, por entendimiento o comprensión, mediante selección y «tratamiento técnico de la información de las ideas».
De esta forma se pueden explorar evaluaciones de ideas que hoy no se realizan. Ideas que no se consideran y que pueden hacer cambios, desde pequeños a más grandes. Ideas que han estado fuera de las hojas de ruta anteriores tal vez.
La exploración de ideas complejas sobre las que se pueda hacer pronósticos con un sentido de Estado pueden ser desde revolucionarias hasta muy valiosas.
Si es primera vez que nos leemos, tal vez yo desconozco tus ideas y quizá tú las mias y lo más probable es que puedan tener cosas en común.
Tú señalas que lo que intentan unos gobiernos, otros no lo continúan y seguramente coincidiremos en que esto debiera cambiar para bien con mejores herramientas o procedimientos y de eso creo que se trata el asunto, de que si mejoramos la herramienta para crear planes, obtendremos mejores resultados y esto debe hacerse de una manera democrática para que el sentido de visión no lo adultere o mal interprete un gobierno…
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07 de mayo
En cualquier democracia, con visiones políticas heterogéneas, creo que este problema está presente.
En el articulo planteo como avanzar asumiendo, implícitamente, la realidad actual del sistema político chileno. De alguna forma, ahí radica el problema efectivamente (concuerdo con lo que planteas). Por eso sugiero el consenso para establecer una política de Estado.
Me encantaría que las cosas fueran de otra manera. No obstante, así son las circunstancias actuales.
Saludos!
09 de mayo
Habitualmente el punto de partida es suponer que Chile no esta preparado para producir tecnologia y que hay que formar mas universitarios o mas doctores, se asimila que innovar a tecnologia equivale a innovar en «alta tecnologia», como si tuviesemos baja o media tecnologia. Es el mito de la tecnologia «de punta» y su rentabilidad. El problema de esta vision es que parte de un lugar equivocado, al estimular industrias de avanzada sin pasar primero por otras mas simples. Tambien parte del supuesto errado de que el conocimiento se adquiere en el aula o en un laboratorio y luego se aplica a la industria, cuando en realidad se aprende y adquiere experiencia del procedo productivo en si. Aqui subyace la idea de «formar» especialistas, por ejemplo en el extranjero, para «subir el nivel» y luego aplicar esos conocimientos aqui. Siempre se olvida que hace ya muchas decadas Chile viene formando especialistas, lo que sucede es que esos conocimientos se quedan en una oficina y no se emplean ni se ponen a trabajar en un proceso de ensayo y error. Ademas, tampoco se debe partir por la alta tecnologia sino por el camino logico que tiene la evolucion industrial y tecnologica, la que comienza con la invencion y produccion de herramientas, y luego sigue con bienes de capital (telares, imprentas, etc). En el tema subyace una subvaloracion del trabajo manual y una sobrevaloracion del trabajo intelectual.
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23 de septiembre
No había visto este comentario. Comparto plenamente lo que señalas. Falta acercarse a la realidad productiva, por supuesto.
Saludos.