Cuando se habla de participación se me viene a la mente una idea de acción que desde la voluntad personal se conjuga con otras acciones individuales, pero que van a incidir en un evento que responderá a los intereses colectivos. La conjugación del verbo: yo participo, tú participas, nosotros participamos, todos participamos, nos da una idea de la suma de voluntades y esfuerzos para lograr objetivos, sueños, ideales.
Sin embargo, en un mundo tan individualista, donde el modelo neoliberal ha imprimido un modo de vida que no tolera la solidaridad y la colectividad, los modelos de participación van lidiando con las fuerzas de la apatía y el abstencionismo.
Soy una convencida de que es posible construir una realidad alternativa a este mundo incierto a través de la organización, la movilización y la participación. Me siento cómoda en medio de la acción colaborativa y solidaria, que construye y da respuesta cuando todo parece insalvable. Pero no es una tarea fácil, se debe tener harta paciencia, tenacidad y no frustrarse ante el fracaso. La ventaja de los soñadores es que pueden bosquejar el mundo que quieren para sí y son capaces de construirlo en la mente. La capacidad de ser tenaz, de no ceder ni cansarse y para ello, estar convencidos de que hay que participar.
El camino no es fácil, porque el nivel de participación aún es bajo, considerando un universo de 18 mil vecinos migrantes en la comuna de recoleta. Pero es un ejemplo que puede rendir frutos si consideramos que la población migrante de ser encantada por este proceso sería un vecino más, capaz de amar y defender su comunidad, su barrio, de crear una identidad en torno a ello, sentido de pertenencia con el espacio y la gente que le da acogida, y al mismo tiempo, respetar y amar sus costumbres y raíces.
Estoy convencida de que todo eso no sería posible sin una organización en red. Trabajar con los distintos departamentos y oficinas municipales contribuyó a que la Mesa Migrante se fortaleciera. Una de las entidades que respaldó este propósito fue la biblioteca pública de Recoleta a través del proyecto Vecino Migrante, que ha entregado cursos de capacitación en herramientas digitales a la comunidad migrante, difusión de la responsabilidad ciudadana y del ejercicio democrático de la votación en período de elecciones, realización del primer curso de español para la comunidad haitiana residente en Recoleta, entre otras tantas acciones de participación durante tres años.
Uno descubre cosas maravillosas y disímiles en el proceso de participación. Aún sigo pensando que el dirigente social es ante todo un formador comunitario, un comunicador social y un trabajador social, que escucha y apoya a la comunidad. Definitivamente, una tarea continua, constante y dedicada, en la que creo y disfruto a diario.
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Siempre he considerado un acierto la conformación de la Mesa Migrante en la comuna de Recoleta, porque se
puede convocar a todas las voluntades por más dispares que sean y conciliar propuestas, expresarse. Lo importante entonces es pasar al segundo nivel: de la opinión a la acción. Creerse el cuento de participar y no tener temor de enfrentar críticas o detractores.
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