Este año, como todos los años, miles de personas, tras rendir la PSU, ingresarán a alguna universidad chilena. Pero este año, como viene ocurriendo desde hace un par de ellos, las personas adultas tendrán que lidiar con los pequeños y frágiles “copos de nieve”. Y es momento de advertirles sobre estas personas, para que no sufran lo que algunos hemos tenido que padecer por su culpa.
¿Qué son los estudiantes “copo de nieve” o “snowflakes students”? Son los que no solo alegan el derecho a escoger asignaturas, sino a intervenir y decidir el contenido de ellas. Es el tipo de estudiante con una sobre-inflada autoestima, producto de venir de hogares en donde todo se le ha dado aun cuando no lo merecieran, y en todo se lo ha protegido, porque “mi niñito/a” es tan frágil como un copo de nieve. Esto ya ocurría en los años ‘90s, pero estos últimos 5 años han tenido un explosivo y agresivo aumento en diversos campus en el mundo universitario occidental, que está llevando a profesores de universidades prestigiosas a decir “basta”.
¿De dónde viene el término? De una frase del libro de Chuck Palahniuk “El club de la pelea”: “Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra ni una depresión, nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida, crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock y poco a poco nos daremos cuenta, lo que hace que estemos muy enojados porque al final no eres tu empleo, no eres cuanto tienes en el banco, no eres el auto que conduces, no eres el contenido de tu billetera, no eres tus malditos pantalones, eres la mierda cantante y danzante del mundo; tampoco son especiales ni son hermosos y no son únicos como si fueran un copo de nieve somos los cantantes y danzantes de todo el mundo somos parte del mismo montón de estiércol.” Pero el año 2016 pasó a convertirse en un descalificativo cuando el escritor Bret Easton Ellis se refirió a ellos como «Poor little snowflake», aludiendo a una generación que se ha hecho cada vez más masiva desde el año 2010: personas mediocres, estúpidas, débiles, narcisistas, hipersensibles e incapaces de soportar absolutamente nada desagradable.
Puede parecer fuerte expresarse así de ciertos estudiantes. Pero el comportamiento que tienen ha sobrepasado los límites del absurdo, porque no se trata de personas que luchan por derechos y por ideas que uno puede o no compartir, sino de personas que creen que es su derecho ser protegidos de cualquier cosa que puedan encontrar desagradable, ya que asumen que su sufrimiento emocional tiene precedencia. ¿Y qué les causa sufrimiento? Cualquier cosa, cualquier opinión con la que ellos no estén de acuerdo. Algo que está causando serios problemas a estudiantes y profesorado en universidades en Chile y en el mundo occidental.
Para que se hagan una idea de lo nefastos que son estos individuos: hay una creciente proliferación de “espacios seguros” en universidades occidentales. ¿A qué se refieren? A zonas libres de opiniones que puedan resultar ofensivas. Para que entendamos: el nivel de agresividad en las aulas norteamericanas al momento de discutir ideas llegó a tal punto que se decidió crear espacios en que no se hablara ni de religión, ni de política ni de nada que causara escozor o puntos de vista opuestos. Y van creciendo sobre todo porque quienes defienden la libertad de expresión en las universidades estadounidenses son, principalmente, conservadores, y para colmo blancos, lo que ha hecho que se incline peligrosamente la balanza hacia los estudiantes que exigen más de estos espacios seguros políticamente correctos, porque es más fácil limitar lo que una persona pueda decir que enseñar a cómo argumentar y defender una idea sin insultar ni ofender, o sin tener que recurrir a las expresiones “patriarcado”, “machismo”, “heteronormatividad” o cualquier slogan en voga que sirva para remarcar que “mi” pensamiento es el único y correcto.
Ya cruzamos de condenar a una persona cuando es clara y objetivamente ofensiva a centrarnos en lo que “me” ofende, que es prácticamente cualquier cosa, lo que ha llevado a que alumnos, en vez de agruparse por simpatías y por afinidades positivas, se alíen por aquello que “les” ofende.
Ya muchos académicos han señalado en diversos medios que esto atenta contra la libertad en la universidad, que debe ser un lugar donde las ideas fluyan y se discutan. Hasta Richard Dawkins acabó perdiendo la paciencia y dijo: «La universidad no puede ser un ‘espacio seguro’. El que lo busque, que se vaya a casa y abrace a su osito de peluche”. Pero al popularizarse lo de “espacios seguros” se ha alimentado a un monstruo que ha llevado a que la Universidad de Londres se plantee el cambiar su curriculum escolar de este año 2017. ¿Por qué? Porque según el sindicato de estudiantes de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos no debe enseñarse a Platón, ya que, según ellos, era “racista y colonialista”. ¿Cómo lo saben? Según ellos, Platón era blanco. Y ese es el fin de su argumento. ¿Cómo saben que era blanco? Ni idea. Pero hay que sacarlo del curriculum porque ofende a ciertos estudiantes.
O sea, ya cruzamos de condenar a una persona cuando es clara y objetivamente ofensiva a centrarnos en lo que “me” ofende, que es prácticamente cualquier cosa, lo que ha llevado a que alumnos, en vez de agruparse por simpatías y por afinidades positivas, se alíen por aquello que “les” ofende. Por ejemplo, lo que ocurrió en la Universidad de Yale a finales del 2016: gana Donald Trump y es tal el “trauma” de algunos de sus estudiantes que un profesor tuvo que cambiar fecha de examen. O lo que ocurrió en la Universidad de Johns Hopkins, en donde se tuvo la pésima idea de escuchar a los “pobres niños” de primer año que se sentían “angustiados y agobiados” al tener exámenes en el primer semestre. Así que no los examinaron, lo que fue un desastre, por lo que repusieron los exámenes, lo que ha llevado a reacciones histéricas de los supuestos “afectados”. Busque por internet, hay miles de ejemplos de este tipo que le darán una idea de lo pandémico que está siendo este problemita en las universidades.
A quien lea esto: el numero de estos copos de nieve ha ido creciendo en las universidades chilenas, y tendrá que lidiar con varios niñitos afectados por el «SSS»: «Special Snowflake Syndrome«, el “síndrome del especial copo de nieve”, parte del Little Prince Phenomenon, los niños-tiranos. O sea, alumnos que van a molestar durante todo el año y en todas las clases exigiendo cambios de horario de exámenes, cambios de sala, cambios de profesores, cambio de libros, etc. No van a estudiar pero van a llorar si les va mal, y van a afectar a todos los demás compañeros con sus quejas. No intente razonar con estas personas, no intente soportarlas, no las tolere. No permita que le impongan su dictadura de lo «Políticamente correcto», o acabará sin poder hablar nunca. Eso haría feliz a estos copitos de nieve.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Laura
Esta generación está compuesta de adultos que nunca han sido tratados como adultos. Y no me refiero a un tema de responsabilidades -que también en muchos casos-, sino de madurez y respeto. Decirles «No, porque yo sé lo que es bueno para tí y tú no tienes idea», traducido al contexto de la situación, equivale a reforzar ese rol de adolecentes eternos. No darles posibilidad de explicar porqué quieren esto o lo otro equivale a reforzar el que no saben tomar deciciones y por tanto, no deberían hacerlo. Muchas veces se dan cuenta solos de que no es buena idea.
Es cansado, sí, pero he visto a compañeros y estudiantes desarrollarse de manera sorprendente cuando se les ha dado el espacio. En la última acreditación de mi carrera, fueron destacadas iniciativas que surgieron a partir de las propuestas de los estudiantes, que nacieron de quejas a las que perfectamente nos podrían haber dicho «Así ha sido siempre, se aguantan».
Si bien hay algunas personas de esta clase que son insufribles, la mayoría tienen cura. Y no es endurecerse y aguantar siempre: Podemos aprender de la debilidad. Que muchos lo tengan mal enfocado no significa que haya que negar que esta realidad existe y e intentar suprimirla, sino ayudar enfocarla y darnos cuenta de que así como nosotros, los «copitos de nieve» somos débiles, los demás también pueden serlo. Y hacerse responsable de eso significa no cargarle el muerto a los demás, incluidos padres y profesores ya no por miedo u orgullo, sino por empatía.
Isidora
Desafortunadamente, los «copos de nueve universitarios» no son solamente aquellos a los vienen de hogares donde les han dado todo, aun sin merecerlo. Esta autoestima inflada esta presente en todos los estratos sociales, indiferente de su contexto socioeconómico. No solo es un gran prejuicio decir que solamente un segmento de la población tiene este «síndrome» sino que además es una inadecuada representación de la realidad.
Claramente hay un problema en nuestra generación, que no es capaz de dialogar sin sentirse directamente atacado, y que prefieren ladrar más fuerte en vez de escuchar al otro, pero insultándolos no conducirá nada.
Nuestra generación no ha sufrido porque no hemos vivido todas las experiencias que ha tenido el país cuando se desarrolló; nacimos en un Chile más o menos desarrollado, «bien parado».
Podemos simpatizar, pero jamás entenderemos que fue vivir lo que las generaciones anteriores vivieron, y por eso nos deben enseñar. Esto también va para los padres, que buscan que sus hijos tengan una experiencia de vida mejor que las suyas. Pero necesitamos saber lo que es el verdadero sufrir.
Así que háganse responsables también ustedes, que nos criaron así. Enseñenos a ser mejores, a entender como hacer de Chile un mejor país. Porque después ustedes no estarán, y tendremos que organizar el país nosotros, con las enseñanzas que se supone nos dejaron ustedes.
Marcelo López
Excelente contribución sobre un tema que, seguramente, puede cobrar fuerza en nuestro sistema universitario.
Alejandro Zambrano
Muy buena columna Marcela, he estado leyendo tus publicaciones y me parecen bastante acertadas, me gusta tu prosa porque genera en el lector una sensación académica que muy pocos columnistas logran crear (pese a que se trate de columnas de opinión).
Espero poder seguir leyendo mas de tu contenido.
Saludos.
no hay ningún comentario
«se el primero en comentar»
Hola Marcela. Gusto de saludarle. Como usted escribe para que lean, leeré y comentaré…
Menudo tema. Me hace pensar en los niños pataleta. Esos bebes que logran lo que quieren con su pataleta. No existían ¿hace cuántos años?. Aparecieron masificándose sólo hace poco tiempo (en relación a una larga historia donde hubo mayor corrección en los niños, o una corrección más severa) comenzando en épocas donde a la par la televisión hizo su entrada y mostró al mundo cómo es el resto del mundo, con imágenes y ejemplos.
Si hasta en los canales tipo Discovery hay programas dónde alguien especializado le quita las mañas a los niños, tal como otros programas similares hacen lo mismo con perros y gatos. Visto así tiende a ser pandemia. (He visto un gato que se queda frente a la televisión algún rato. Me preocupa lo que pueda aprender…)
A fin de cuentas, sin embargo, hay algo del texto que encierra una contradicción, porque si en la universidad se deben discutir ciertas cosas, eso es lo que ésos estudiantes, plagados de ejemplos tipo tv e internet, hicieron, prefiriendo ser lo que han sido.
Tal vez el imponerles el no ser lo que son o lo que hacen, es una negación al debate que la universidad dice proclamar, porque si tuvieran un contra argumento que fuera más razonable e importante que exponer y que contra diga lo que los estudiantes expresan, piden o quieren, se podría debatir, pero, .. yo creo que eso se hizo y los estudiantes ganaron..