El título de esta columna pudiera ser más apropiado para recordar un famoso programa de Canal 4 UCV-TV a mediados de los 60’, pero lo utilizaré para hablar de “cines”, en particular, de aquellos viejos y recordados cines de Valparaíso donde matábamos las tardes sábados y domingos.
¿Por donde comenzar? Lo más acertado será hacerlo por los del centro para en una próxima columna remontar a los cerros.
Al final de la columna detallo que fue de cada uno de ellos.
La avenida Pedro Montt era por esencia la calle de los cines. En su vereda poniente habían cinco: Real, Colón, Victoria, Imperio y Metro, en un orden que va de Plaza Victoria hacia el Parque Italia. En la oriente, dos: Brasilia y Velarde.
El Real poseía una arquitectura exterior que representaba lo mejor de los años 50’, con amplios ventanales y líneas futuristas. En su interior, en ambas paredes sendas corridas de pequeñas estufas. Si hubiese que calificar el tipo de películas que exhibía, se podría categorizar A.
Pareado a él estaba el Colón, estilo Art Deco, un poquito dejado de la mano de Dios, con butacas rojo intenso muy gastadas. Se podía entrar al amplio foyer a vitrinear la cartelera pero siempre con el ojo avizor de los porteros pues también, en un descuido de ellos, podías entrar a ver la función por una puerta de Escape ubicada al final del largo pasillo. Exhibía rotativos dobles de películas definitivamente B.
A media cuadra, el Victoria. Monumental. Ocupaba el largo de una cuadra completa: Se entraba a platea y balcón por Pedro Montt y a galería por calle Chacabuco. Poseía una marquesina al más puro estilo de las estaciones del Metro de Paris y era arquitectónicamente de una belleza insuperable, aunque picante al máximo. El foyer era amplio, iluminado, quizás sobrecargado pero se habían esforzado para que, en su tiempo de gloria (que no conocí), fuera el más elegante. Que no te escuchara tu mamá decir “iré al Victoria”: te quedabas en casita. Rotativo triple películas B.
Pareado al Victoria, el Imperio. Enorme, con platea, balcón y galería. Arriba del telón, un colorido sobrerrelieve inspirado en la mitología griega: Zeus al centro mirando fijamente a los espectadores y rodeado de dioses y semidioses, faunos, soldados, ninfas. Rotativo con películas B.
Frente al Parque Italia, el elegante y majestuoso Metro, de arquitectura universal, idéntica al de Santiago, Nueva York o Londres. Completamente alfombrado (hoy no es novedad, pero en esos años si lo era). En Platea, en ambas paredes, una ninfa con vestido de gaza danzaba y lucía una máscara de la “tragedia” y en la pared opuesta otra con la máscara de la “comedia”. Bajo esas figuras, unos “balcones” con flores que salían desde un cuerno de bronce invertido e iluminado con decenas de pequeñas aberturas verdes, amarillas, rojas, azules. Las butacas tenían en su parte inferior un alambre circular que se utilizaba para poner los sombreros. El preferido de los niños por sus Matinales de los domingos a las 11am. Películas de estreno A.
Atravieso la calle. Frente al Colón, el Brasilia. Su exterior modesto no se condecía con su elegante interior. Grandes cortinas grises para amortiguar el sonido y paredes con pequeñas estructuras romboides de yeso que hablaban de un estilo emergente, contemporáneo a la construcción de la capital de Brasil, imagino que de ahí venia su nombre. En el foyer, un magnífico y colorido mosaico de la ciudad. Películas clase A.
Por esta misma vereda, pero seis cuadras mas hacia el norte, el Velarde. Imponente. Platea, balcón y galería con una capacidad de 2.000 espectadores. El primer cine en Valparaíso que exhibió películas sonoras. Un foyer maravilloso, mucho bronce y un piso de baldosas espectacular. Boleterías de fina madera. Elegante. Rotativo al final de sus días con películas B.
Cines frente a Plaza Victoria.
El Valparaíso. Maravilloso, con su exterior Art Deco y dos gigantes vitraux que bajaban hasta unos tres metros del suelo en ambos costados iluminando los Escapes de balcón y galería. Su interior era un festín para los ojos. Sobrerrelieves en ambos lados con una narrativa relacionada al desarrollo de la humanidad, el origen del hombre, el descubrimiento de América, el Rococó, Renacimiento hasta llegar a un grupo de músicos de Jazz y un antiguo biplano. Alguna vez su escenario recibió a Louis Amstrong. Un placer aparte era jugar con el terciopelo azul Viena de sus butacas: pasabas la mano, blanco, volvías a pasarla por donde mismo, azul. Películas A.
También frente a la Plaza Victoria, el Condell, el más antiguo de todos: 106 años. Dentro de una galería comercial, detalle este el que seguramente lo ha salvado de la picota. Minúsculo, acogedor, un pastelito, una joyita del neoclasicismo francés. Porno soft en los 60’, porno heavy de los 70’ en adelante.
Sigo por calle Condell para descender a un subterráneo y encontrarme con el Central. Microcine, a lo mas, 150 butacas. En los 60’ y 70’, rotativos de antiguos estrenos. Si por ejemplo el Metro cobraba 10 escudos por una película de estreno, en el Central veías dos buenos films con un desfase de tres meses por 4 escudos, lo que lo hacía ideal para un público de estudiantes. Se pinchaba harto ahí. Rotativo películas A.
Doy un salto de 12 cuadras hacia el sur de la ciudad, al barrio bravo.
En pleno corazón del barrio Puerto llego al Pacífico, con la belleza de una caja fuerte, sin pretensión alguna. Platea, balcón y galería. Popular al máximo. Rotativo doble solo con películas mexicanas o españolas. En sus largas filas para sacar una entrada la gente compra berlines, substancias, manzanas confitadas, paragûitas y cancioneros con los temas que disfrutará en unos momentos mas viendo a Jorge Negrete, Joselito u otro astro de la época. Harto ratón.
A media cuadra, el Lux, en el primer nivel de un edificio de tres pisos. No les mentiré: de niño o joven jamás tuve la intención de llevar a una meretriz a “ver películas” pero en realidad a hacer lo que con las meretrices se hace cuando hay una billetera exigua y no hay para una pieza… Exhibía películas mexicanas que el Pacífico ya ha exhibido 500 veces, por lo bajo.
Me veo obligado a saltar otra vez, ahora al norte, al inicio de la ciudad viniendo desde Viña del Mar.
Teatro Avenida en la avenida Argentina. Siempre me pareció que estaba construido enteramente de madera, aunque tenía un foyer embaldosado y repleto de espejos. Exterior definitivamente poco atractivo. Su interior, inhóspito, con piso entablado que jamás conoció la cera y crujiendo hasta con el paso de las ratas…y vaya que las había en abundancia estando a metros de uno de los cauces mas colosales de la ciudad donde puedes transitar tranquilamente en auto (y a metros también del mar donde desemboca aquel cauce). A los aromas del baño súmenle los del gas pues estaba pareado con el gasómetro. Rotativo triple películas B.
A media cuadra, en el Pasaje Quillota, el Teatro Chile. Tampoco blufearé pues jamás tuve el placer de ser espectador. Solo me enteré por terceros de los comportamientos poco ortodoxos del “respetable” en su interior. Afuera no se vendían confites, helados ni cancioneros, solo pescado frito, el que se llevaba para consumir en el interior envuelto en el Mercurio del día anterior. Alguna utilidad tenía en esos tiempos el decano de la prensa chilena… Rotativo triple. Programación ecléctica. Categoría: inclasificable.
En calle Victoria, a dos cuadras de Parque Italia, Teatro Rívoli. Lo dejé en último lugar por estar dentro de mis sueños recurrentes, sin duda el mas recurrente de todos. Aun en vigilia cuando recuerdo esos viejos cines de Valparaíso, bellos, esplendorosos, decadentes e inolvidables, el Rívoli ocupa un primerísimo lugar. Era el cine preferido de la clase media baja pero donde también se juntaban los jóvenes de todas las clases los domingos por la tarde a disfrutar de grandiosos rotativos dobles. A la entrada, el típico cartel de los rotativos: “la función comienza cuando ud. llega”, que de niño y recién aprendiendo a leer, me produjo una confusión enorme. ¿Cómo era posible que la película estuviera eternamente comenzando y no se desarrollara su trama? Inexplicable.
Aun en vigilia cuando recuerdo esos viejos cines de Valparaíso, bellos, esplendorosos, decadentes e inolvidables, el Rívoli ocupa un primerísimo lugar
El Rivoli aparece en mis sueños tal como era: de amplio foyer, con decenas de panneaux con fotos de futuras programaciones, puertas caobas de pequeños vidrios biselados, asientos incómodos, de madera, su típico tufillo a baño y creolina y sus magníficos dobles: Goldfinger/Al Maestro con Cariño, o De Rusia con Amor/El Bueno, el Malo y el Feo, por ejemplo.
El Rívoli era lo más parecido a Cinema Paraíso: ninguna escena especial dejaba de comentarse en voz alta con gruesos epítetos y jamás, pero jamás debías sentarte bajo la vertical del balcón y la galería pues te exponías a una permanente lluvia de escupitajos y otros fluidos corpóreos. Si se cortaba la película, al pobre «cojo» no solo le recordaban a su madre, sino no que a su abuela…y también a su bisabuela. Agréguese centenares de zapatos de suela pateando y originando un sonido muy similar a varias docenas de truenos, perceptible, mínimo, a cuadras.
También ocupaba el largo de una cuadra y a la galería se accedía por calle Independencia.
Pero el Rívoli era, sin duda alguna, el más entretenido cine de Valparaíso y debe ser por eso que hoy asisto a sus pretéritas funciones a lo menos dos veces al mes…
¿Qué fue de ellos?
Real. Demolido, un horrendo Santa Isabel en su lugar.
Colón. Idéntico destino.
Victoria. Dañado por el terremoto de 1971. Misteriosa y rápidamente demolido, sin estudios de factibilidad mediante. Al siguiente año se construyó el edificio don Mauricio, con seguridad el mas espantoso del centro de la ciudad.
Imperio. Adquirido por un mercanchifle que le dio un “nuevo aire” e instaló la mas ordinaria feria de “artesanias” de la ciudad.
Metro. Hoy, cinco salas Hoyt´s. Peor es mascar lauchas.
Brasilia. Una carnicería…
Velarde. Hoy Municipal de Valparaíso. No merece comentario…
Valparaíso. La picota se ensañó de forma especial con la belleza. Hoy: Ripley…
Condell. Funcionando con cine arte principalmente de autor con el nombre de Insomnia. ¡Bien¡
Central. Porno desde las 11am. Público gay al que no le interesa mayormente su cartelera…
Pacífico. Bodegas. Lo único que permanece de antaño son las colonias de ratones…
Lux. Demolido. Estacionamientos.
Avenida. Demolido junto con el gasómetro. Hoy: Jumbo y Paris.
Chile. Hoy: Fuente de Soda, tan rasca como su legendario predecesor.
Rivoli. Ocupado por el “Persa Rívoli”, que mejor debería llamarse “El Mas Rasca Persa de la Ciudad”. El ”cine de mis sueños” transformado en una venta de basura china y trapería fea. Pero en fin: el Rívoli es el que origina estas lineas, la excusa. Y permanece en mis sueños, intacto, eternamente intacto, hasta que ya mis sueños no tengan donde desarrollarse pues quien los proyecta, como en una pantalla de cine, ya no está, no es espectador. Ya se ha ido: la función terminó
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