Después de ver la película de Ron Fricke, de bellas imágenes y también rudas (donde muestra muchas falencias de cómo administramos nuestro tiempo de vida) en diferentes partes del mundo, me doy cuenta -y percibo con mayor intensidad- sobre la repetitividad de nuestra existencia y su constante: ignorancia, deseo y odio.
Esta película que el mismo director la señala como una meditación guiada (gracias a la calidad de las imágenes y sonoridad) nos invita a detenernos y a mirarnos -cómo nos comportamos, que hacemos y para que lo hacemos– utilizando este medio como herramienta de introspección.
El Samsara viene del sanscrito y significa vagabundear o flujo continuo y no es más que el mundo lleno de dolor y tristeza que conocemos. Este mundo es representado en un dibujo llamado la rueda de la vida que según las religiones orientales, como el hinduismo y budismo, es el renacimiento constante que nos ata al mundo y su consecuente sufrimiento determinado por nuestro comportamiento, siendo los actos individuales de cada uno lo que hacen funcionar está “realidad.”
Para estas religiones el ser es parte de un todo y no es un ser individualista e independiente (que es lo que creemos). Esto me lleva a recordar cuando en el colegio nos preguntaban sobre que queríamos ser. Las respuestas no se dejaban esperar y la gran mayoría tenía una connotación comunitaria como: bombero, médico, panadero, enfermera, profesor. Todos con la visión de ayudar al prójimo. Hoy en día, uno busca lo que otorgue una mayor cantidad de dinero, obviando ese ideal de bienestar comunitario de la infancia lo que relativiza que es hacer bien un trabajo, obrar de buena manera o ser honesto.
Hoy nos interesa hacer bien nuestro trabajo para conseguir los bienes que produce nuestra sociedad de consumo, lamentablemente sin límites, obviando y pasando por alto el entorno natural de nuestro hogar: bosques, ríos, mares, animales, biodiversidad en su totalidad y etnias que no quieren ceder al supuesto progreso.
El líder especial, que nos guiará y salvará, ya sea político o religioso no es determinante. La libertad, en un mundo mejor, está en nuestra responsabilidad individual y grupal que no es más que el sendero de los buenos actos.
Podemos llevarlo a todos los trabajos y acciones de vida cotidianas en la que tenemos una cuota de poder independiente de qué tan grande sea. El fin es tener conciencia de los actos y no seguir las reglas o rituales sumisamente (que es uno de los puntos que según el Samsara nos mantiene atados) o como diría Bernard Shaw: “cuando un hombre estúpido hace algo que le avergüenza, siempre dice que cumple con su deber”, mostrando tan solo la mediocridad del individuo.
El cambio por un mundo mejor, que todos dicen querer, pasa por las propias decisiones llevadas a los actos en donde se considere un bienestar global, en el que considero que un sistema extractivo-explotador no cabe. Estresó y condicionó los ideales de nuestra niñez al mercado y lo hará con nuestros hijos continuando este repetitivo sistema de vida. Seguiremos sufriendo, seguiremos estresados o deprimidos, violentos, egoístas. Sin lugar a dudas, nos mantendremos ignorantes y atados al círculo del Samsara.
Los actos determinantes son como los de Nelson Mandela, que pasó gran parte de su vida en la cárcel por defender la libertad y terminar con el apartheid. ¿Qué habría sido de los niños pobres de la India sin la fuerza espiritual de Teresa de Calcuta? Los actos de ayuda del presidente Mujica a su vecino en el que casi pierde un ojo, además de donar gran parte de su sueldo a causas sociales –conociéndose como el presidente más pobre del mundo; un pueblo boliviano que impidió que se privatizara el agua en su país, médicos sin fronteras, voluntarios de cruz roja y toda organización y voluntariado o acción individual en general que trabajan por el bien global de la sociedad. El simple hecho que un niño sin recursos devuelva la billetera caída de alguien que sí lo tiene son muestras de que ese mundo que decimos querer y ser parte –justo, responsable, equitativo, armonioso-, depende absolutamente de todos nosotros. El líder especial, que nos guiará y salvará, ya sea político o religioso no es determinante. La libertad, en un mundo mejor, está en nuestra responsabilidad individual y grupal que no es más que el sendero de los buenos actos.
* Entrada escrita por Francisco Díaz, Raftguide, columnista invitado por Democracia Activa
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RAÚL FERNÁNDEZ TORO
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Pese a las burlas que generan estos temas, la verdad es que somos uno y sin dejar de lado además que todo es perfecto.