El fin del apartheid recién comienza, Mandela sólo nos muestra que hay caminos y que es posible, pero todo parte de manera individual, porque no hay sistema que cambie al hombre sino al revés.
La muerte de un grande conmueve al mundo. Un luchador incansable que pese a estar 27 años de su vida en la cárcel no cambió su convicción personal de que algún día esa injusticia en la que vivía su pueblo debía terminar. Deseaba una paz integral no solo para los de su descendencia étnica, si no también, junto a la raza que creó el apartheid. Un ser humano de espíritu libre quién difundía paz predicando con amor.
Llegó al poder y era tan fácil cobrar la revancha pero su temple era más fuerte, en su visión de paz no cabe la distinción ni los egoísmos personales y con sus virtudes pudo lidiar y mitigar ese, tan nefasto, sistema del apartheid que solo trae odiosidades. Lamentablemente ese sistema sigue presente no solo en Sudáfrica, sino en todo el mundo, aun hay barrios marginales, salud y educación deficiente para los desposeídos. Es un cáncer rabioso y obstinado que juega con la estupidez humana que comienza con nuestro ego que razona de manera personal y egoísta. Mandela debe haber suprimido su ego de manera natural, su conciencia despierta y global, seguramente lo desplazó, formando un líder íntegro como pocos durante el siglo XX. Lidiar contra el ego de su propia etnia y la que gobernaba a punta de opresión fue un reto de proporciones, pero que trajo momentos de paz que son difíciles de mantener si todo se idealiza en una imagen, personaje o salvador. Él lo sabía y no buscaba aquella connotación, solo deseaba alentar la libertad del hombre desde el interior mismo de cada individuo.
El fin del apartheid recién comienza, Mandela sólo nos muestra que hay caminos y que es posible, pero todo parte de manera individual, porque no hay sistema que cambie al hombre sino al revés. La responsabilidad de despertar conciencia comienza con dejar el ego de lado, con dar gracias a la simpleza de la vida, ayudar al vecino y quién lo necesite –hoy más que nunca la naturaleza- es el paso a la armonía y la concreción de la paz.
Por el contrario, nuestro ego atrapado en un sistema basado en posesiones materiales sólo mantiene el apartheid, busca dividir para gobernar, para acaparar y alcanzar lo más alto pretendiendo ser un dios, ese juego de divinidad que estará por siempre condenado al fracaso, pero en el cual se persiste. El ego busca alianzas similares para imponer sus ideales y sacar provecho individual, asistiéndose la mayoría de las veces, de la brutalidad y el engaño. La historia se repite y se cansa de mostrarnos la mezquindad humana.
Es tiempo de asumir si la humanidad es bondadosa y está infectada de maldad o lisa y llanamente somos una especie cruel que tiene el virus de la bondad por eso seguimos en este interminable circulo de la vida sin poder darle termino y así evolucionar. Creo que somos inconscientemente malvados, porque nos educamos (e infectan) en un sistema violento. Debemos ser capaces de generar medios que nos lleven a una comunicación solidaria en el aprendizaje buscando siempre el bien común.
Un consciente Mandela decía: “nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel o su origen o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario.”
* Entrada escrita por Francisco Díaz, Raftguide, columnista invitado por Democracia Activa
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