Oh, tirana fortuna, emperatriz del mundo,
que por mero capricho no me muestras sonrisas
y con feroz olvido, mis sueños haces trizas:
no me queda la paz para el pensar más profundo,
tengo el alma cansada de este sino errabundo.
¿Podrías obsequiarme con un tiempo sin prisa?…
Del poema Ley de Atracción
¿Cómo un señor que es dueño de todo espera compasión y empatía? ¿Mostrando su lado humano? Mucho más eco ha logrado el parlamentario que lo insultó que él con su video. Él que es dueño de un canal de televisión, ha preferido la democrática plataforma de Youtube para ¿desahogarse?
Don Andrónico ha olvidado que hablaba a gente que lucha por sobrevivir, a comerciantes que son clausurados si no dan una boleta y que conocen a un Servicio de Impuestos Internos mucho más severo que aquel con el que él trata, con personas que lo pierden todo por una sola lluvia. La gente lo percibe como el dueño del país y por ahí más de alguien tituló el asunto diciendo que hablaba el jefe de Bachelet.
Pese a que todavía existe un grupo de gente que cree en el self made man, la mayoría del país ya sabe que eso no es cierto y siente un gran resentimiento contra los de su clase. Hasta no hace mucho y acaso todavía, la gente de la clase alta y de la derecha solía descalificar a quienes los criticaban con el epíteto de “resentido”; pues bien, ese resentimiento ha estallado porque no dejaba de tener razón.
Si quiere que lo queramos, Don Andrónico, haga algo por los demás, deje de meter plata en políticos que pagan mal su cariño y póngala donde realmente se necesite. Pero, por favor, no se queje, señor Luksic, ¿no ve cualquier chileno estaría encantado de tener sus problemas?
Demasiadas personas han comprobado que el trabajo duro, el talento y la creatividad no son garantía de éxito. Éste más bien depende de los contactos y de las oportunidades que se dan, en otras palabras, depende, como se dice en Cármina Burana, de la fortuna, emperatriz del mundo.
Que uno de los dueños de Chile aparezca quejándose ante los chilenos no podía generar más que una mezcla entre risas y odio, una mezcla que además es difícil de separar o distinguir, y que tiene cierto sabor a guillotina, como dijo Mariana Aylwin.
Sin embargo, otros dueños de Chile y del mundo han logrado ser queridos por el pueblo al que pertenecen e incluso por el mundo. El caso de Bill Gates es emblemático: luego de haber sido acusado de monopolio y de recibir pifias cuando Steve Jobs lo presentó como nuevo socio de Apple, él se retiró de los negocios y creó una fundación que ayuda a nuevos proyectos de investigación.
En Chile Leonardo Farkas ha ayudado a deportistas y es conocido también por su generosidad, la gente lo quiere pese a su extraña cabellera rubia y todos sus millones.
Bill Gates es además una de las personas que fue artífice de la revolución tecnológica: sin él, ni Luksic hubiera subido su video, ni yo hubiera podido publicar esta columna. Así y todo, en un momento dado, llegó a ganarse el odio de los norteamericanos y así también logró volver a ganarse el cariño o, al menos, deshacerse del odio de sus compatriotas.
Pero don Andrónico no ha encabezado ninguna revolución que haya cambiado el mundo para mejor, no se ha sabido que haya ayudado a nadie, salvo a los Dávalos- Compagnon y que ha financiado campañas políticas, cosa que claramente ha hecho en su propio beneficio, no en beneficio del país ni de los demás. Don Andrónico ha sido hábil y se ha enriquecido el mismo. Contrariamente al difunto y alguna vez criticado Tompkins, él no ha hecho tampoco nada por el medio ambiente y de hecho le acusan de inundar Providencia.
Si don Andrónico quiere respeto, debiera partir por ser generoso, como su colega Farkas. Chile es un país con muchas necesidades, pero espero que no se limite a donar a la Teletón o al Hogar de Cristo. Las necesidades de los chilenos no pasan solo por los lisiados o los pobres: los deportistas de elite, los poetas y los artistas, los intelectuales, los humanistas y, en menor medida, los científicos, también son personas necesitadas que con su trabajo contribuyen a la creación de nación y de identidad, personas a las que el Estado y la Sociedad han terminado tratando como pordioseros.
Si quiere que lo queramos, Don Andrónico, haga algo por los demás, deje de meter plata en políticos que pagan mal su cariño y póngala donde realmente se necesite. Pero, por favor, no se queje, señor Luksic, ¿no ve cualquier chileno estaría encantado de tener sus problemas?
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Andrea
Me gustó la columna hasta el punto donde dio la receta de parecerse a Farkas. No creo que el populismo sea la clave para ser «querido» y tampoco creo que esto último deba ser el fin último de los poderosos. Qué tal sí la aspiración de estos que tienen todo y que gozan de privilegios extraordinarias que la mayoría no tiene, aspiraran al respeto por un comportamiento ajustado a una ética empresarial y una moral ajustada a los canon es que promulgan? Algo así como parecer y ser?
Antoinet
Noto en tu columna un resentimiento profundo hacia la clase empresarial, pese a que eres parte de ella. En ningún momento se vio a Andrónico Luksic intentando buscar cariño o aprecio. ¿Que no se queje? Él está ejerciendo el derecho ciudadano a manifestarse tal cual lo tenemos el resto de los chilenos como tu o yo.
Por otro lado, nadie está obligado a entrar a Youtube y ver las declaraciones que hizo Luksic. Los pobres trabajadores que son clausurados y que lo pierden todo, tienen todo el derecho a no verlas.
Odiosa y cliché la comparación con grandes empresarios mundiales que además son genios. Tu columna sólo busca el aplauso fácil buscando ser empático con las necesidades de la gente. Me gustaría saber que haces tu para ayudar a los necesitados y espero que también sea algo más que donar a la teletón o al el hogar de cristo.
Total ausencia de «escritura creativa».
Servallas
Lo que pasó en esta situación deja a mi juicio en evidencia tantas cosas de nuestro país que algún genio podría hacer un análisis bastante sesudo, por una parte un diputado desconocido, una persona quizás algo gris en la escena nacional, que tuvo sus cinco minutos de fama insultando a un poderoso a la vista de todo el país, por otro lado, una masa de ciudadanos cibernéticos que ha festinado con el tema y lanzado todas las piedras que pudieron encontrar para lapidar al poderoso, una suerte de Satán musulmán al que hay que apedrear, y para cerrar la opereta, el video de descargos y explicaciones. ¿Hay verdades en todo esto?, claro que las hay, ¿hay mentiras , falsedades y puesta en escena en todo esto, la hay y muchas, pero lo que queda en la retina es el odio que se está acumulando, el odio potencial, oculto, trágico, entre sectores sociales nacionales, que de no mediar la inteligencia, la empatía, quizás la filantropía, estallará como ha estallado antes, con sus secuelas conocidas de muerte y destrucción.
Christian
La comparación con Gates es clave: vivimos en una época en la que simplones rentistas y herederos de fortunas ajenas quieren hacerse pasar por innovadores y emprendedores, merecedores del clamor popular por su «aporte al progreso». Al revés de lo que ocurría hace un siglo, en donde el status estaba en ser rentista, lo que generó que los emprendedores buscaran imitar sus costumbres ganándose el apodo de «esnobs».
Si nos acordamos de Gates es precisamente por lo raro que resulta dentro del espectro actual de multimillonarios.