Por eso pienso que es fundamental preguntarnos, de vez cuando, si lo que estamos diciendo es lo que realmente queremos decir y si es como lo queremos decir; ya que el lenguaje modela la realidad, y somos nosotros los que podemos remodelarla.
Cuando hablamos y utilizamos palabras, éstas van formando nuestro pensamiento y eventualmente se van transformando en la realidad que vivimos. Es por esto que es fundamental preguntarnos de vez cuando si lo que estamos diciendo es lo que realmente queremos decir y si es como lo queremos decir.
En el área de la salud existe una vieja disyuntiva: cómo llamar a la persona que va a vernos (esto es aún más crítico en la farmacia). Nos enseñan en las facultades, y la historia, que el nombre a utilizar es paciente, pero en la vertiginosa realidad actual nos han enseñado otras, entre las que se encuentran consumidor, usuario y cliente, dado que nos encontramos “inmersos en el mercado de la salud”.
¿Cuál es la diferencia entre llamar paciente, usuario o cliente a aquella persona que va en busca de salud?
La respuesta es lo que la persona busca. Me explico. Si una persona consume, ella se considerará un consumidor; mas si una persona usa o utiliza, podría denominarse un usuario; en cambio un cliente (del latín cliens) hace mención a la persona que accede a un producto o servicio a partir de un pago, lo que en otras palabras lo vincula con los términos anteriores.
Pero nos falta analizar de dónde proviene paciente. La clásica alusión es aquella persona que coloca su confianza, y en múltiples ocasiones su vida, en aquel que va a curarlo, sanarlo o extirpar un mal. Normalmente vinculamos el término al área de la salud, donde se encuentran médicos, enfermeras, farmacéuticos, kinesiólogos, psicólogos, etcétera. Pero podríamos perfectamente referirnos a un especialista en otros ámbitos, por ejemplo un abogado, ya que la persona que va a consultarlo “coloca su confianza, y en múltiples ocasiones su vida, en aquel que va a curarlo, sanarlo o extirpar un mal” desde una perspectiva más amplia. En otras palabras podríamos pensar que es una palabra asociada a un profesional o experto en un tema, y en el valor de la confianza.
Otro punto interesante para pensar la palabra, paciente, es considerar a éste como una persona que tiene paciencia, ósea una persona que espera que las cosas que le está diciendo el experto o profesional ocurran. Esto está muy vinculado a los problemas que hoy en día tenemos en diversas áreas, incluyendo por supuesto la salud. Estamos en un mundo en el que todo tiene que ser instantáneo, donde la felicidad y la salud pueden ser encapsuladas y tomadas cuando uno estime conveniente. El problema es que en realidad eso no es así. La falta de confianza en los profesionales de la salud (y entre las personas en general) nos ha llevado a resquebrajar la conexión entre el paciente y el profesional, llevándonos a la lógica del cliente y el producto. El problema es que, como muy bien dice el Dr. Ginés González, “el mercado ve precios, no valores”.
Por eso pienso que es fundamental preguntarnos, de vez cuando, si lo que estamos diciendo es lo que realmente queremos decir y si es como lo queremos decir; porque si el lenguaje modela la realidad, somos nosotros los que podemos remodelarla.
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Foto: Daniel Dionne / Licencia CC
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