#Salud

La ira de los dioses

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Durante siglos, los poderosos han inventado dioses y luego han utilizado el temor a la furia de esos mismos dioses para acallar las discrepancias, la disidencia frente al orden impuesto.

Es curioso que en plena era de la información y del conocimiento, el mecanismo siga funcionando y que  los apóstoles de las nuevas religiones –cuyos dioses son el mercado, el consumo y el liberalismo económico– utilicen las mismas amenazas, la furia de sus dioses, para intentar aplacar la rebelión de los ciudadanos.

Frente a la Reforma Tributaria, el Dios Mercado, enfurecido, provocaría el estancamiento de la economía, destruiría empleos, lo que traería más pobreza.

La Reforma Educacional provocaría la ira del Dios del Lucro y de la Libertad de Enseñanza y cerraría masivamente los templos de la educación particular subvencionada lo que acarrearía el desplome de la calidad de la educación.

Las Reformas Políticas provocarían la desestabilización social, la ingobernabilidad.

Más recientemente, la propuesta de la Comisión Asesora Presidencial para Salud de crear un fondo único que mancomune las cotizaciones provenientes de los sistemas público y privado nuevamente despertó la ira de los dioses, que han proferido todo tipo de amenazas, tales como llevar a los blasfemos al más alto tribunal de la nación – el Tribunal Constitucional- por el supuesto delito de expropiacion del 7 % de las cotizaciones, o bien predecir la irrupción incontrolable de la enfermedad ya que el sistema privado de salud dejaría de estar en condiciones de contenerla. No han faltado los que han asociado el brote del ébola a una señal del enojo del dios Esculapio contra la propuesta.

Un reciente artículo publicado en el Diario Financiero, que es algo así como el evangelio de la religión del libre mercado, se encarga de “develar” los graves peligros que acarrearían estas propuestas.

La primera amenaza se refiere al impacto de la medida sobre los prestadores del mundo privado. La gerenta de Clínicas de Chile, Ana María Albornoz, señala que “si hay un solo comprador que define el precio de las prestaciones a las que la gente puede acceder, podría determinar valores que no son los que a los prestadores les permite existir. Con esos recursos se necesita pagar a los factores de producción, es decir los médicos, las enfermeras, los insumos y la infraestructura”. Lo que no dice la Sra Albornoz es que los “factores de producción” de la salud en Chile están entre los más caros del mundo, como lo señalan estudios internacionales. Esta es una consecuencia de la integración vertical entre Isapres y prestadores, que ha permitido un alza sistemática de los precios en un ambiente poco competitivo y extraordinariamente concentrado.

Harto bien le haría al sector un nuevo modelo que permitiese contener los galopantes costos de los “factores productivos”. Sólo para entender de lo que hablamos, y siguiendo el método de “la cuenta del supermercado”: un médico en el sector privado gana cerca de $40.000 por consulta, la cual rara vez alcanza a durar media hora. Supongamos que atiende 10 pacientes al día, lo que le significa trabajar no más de 5 horas (¡bastante menos que el 90% de los trabajadores de Chile!), entonces ese médico gana 8 millones de pesos al mes. Si además, dependiendo de la especialidad, realiza unos pocos procedimientos o cirugías simples, puede llegar a ganar fácilmente 10 a 15 millones de pesos o más. La razón por la cual esto ocurre es que las Isapres no negocian, como debieran hacerlo, tarifas razonables; prefieren asociarse a esas ganancias. Y como consecuencia, Chile  lidera otro ranking, de esos que uno no quisiera liderar: es el país con el mayor gasto de bolsillo en salud de la OECD.  Es decir, los planes actuales de las Isapres no sólo son malos en cobertura de prestaciones, sino que también en cobertura financiera.

"Frente a la Reforma Tributaria, el Dios Mercado, enfurecido, provocaría el estancamiento de la economía, destruiría empleos, lo que traería más pobreza. La Reforma Educacional provocaría la ira del Dios del Lucro y de la Libertad de Enseñanza y cerraría masivamente los templos de la educación particular subvencionada lo que acarrearía el desplome de la calidad de la educación"

Por su parte, el Gerente de Red Salud Ricardo Silva, señala en el mismo artículo que “las Isapres son un mecanismo para canalizar las necesidades de prestaciones de salud de las personas hacia las clínicas y centros médicos, con financiamiento. Así, la no existencia de este mecanismo afectaría a las prestadoras, disminuyendo la demanda y obligándolas a reducir su tamaño o, en el caso extremo, desaparecer”. La verdad es que hay que tener imaginación para inferir que la existencia de clínicas privadas dependa de la subsistencia de las Isapres.  Si desaparecen las Isapres será otro el seguro que canalizará las necesidades de prestación de salud de las personas hacia los prestadores, pero es evidente que esas necesidades no desaparecerán. Es muy probable además, que ese otro asegurador lo haga mejor desde el punto de vista sanitario, pues tendrá como único objetivo cuidar la salud de las personas y no lucrar con ella. Lo que sí va a ocurrir – y probablemente es lo que asusta a los prestadores – es que deberán ajustar sus precios a la realidad del costo de vida de los chilenos, y eso los obligará a ser más eficientes y a reducir sus abultadas utilidades.

Más adelante, el mismo Sr. Silva señala que “si se va a un gran comprador con posición dominante (oligopsonio), efectivamente, los prestadores estaríamos expuestos a políticas de precio predatorias (donde nos pagarían poco por producir mucho)”. Una buena noticia para el Sr. Silva es que actualmente existen instrumentos de validez internacional (Grupos Relacionados de Diagnósticos – GRD –, ACGs) que permiten determinar los costos asociados a los diferentes diagnósticos de una institución de salud eficiente, y ésta sería la base para la negociación de precios. Lo que el Sr. Silva no dice es que el mercado de la salud está lejos de ser un mercado informado, competitivo y transparente. Está plagado de anomalías: integración de actores en la cadena productiva, lo que crea barreras de entrada gigantes que impiden el ingreso de nuevos competidores (en los últimos 16 años no se ha agregado una sola Isapre al sistema, a pesar de las altas utilidades del sector); falta de transparencia acerca de los costos reales de las prestaciones versus precios;  asimetrías de información brutales (es poco probable que un “consumidor” sea capaz de poder desarrollar un nivel de conocimiento tal que le permita evaluar cuál es su estado real de salud para seleccionar una o varias intervenciones reparatorias o preventivas, evaluando la calidad y efectividad de ellas).  Al final, los “consumidores” están a merced de los protocolos de los prestadores y nadie sabe a ciencia cierta qué están vendiendo estos prestadores.

En la misma línea, una alta fuente de la industria de las Isapres concuerda en que existen compañías que podrían desaparecer, y que el 7% que actualmente se cotiza para salud, pasaría a ser un impuesto, agregando que  “Quienes quieran permanecer atendiéndose en el sector privado deberán comprar un seguro”. Y la verdad es que esta “alta fuente” tiene toda la razón. En 7% es un impuesto y en el escenario de un seguro único, las Isapres debiesen desaparecer ya que hay demasiada evidencia de que no agregan valor, y ese es el destino irremediable de los intermediarios que no aportan valor. En cambio, ningún prestador privado debiera temer a los cambios: sólo deberían ajustar sus expectativas de rentabilidad, y preocuparse más de la relación  costo/efectividad de sus tratamientos, es decir, de brindar los mejores tratamientos  dada la evidencia clínica disponible.

Tampoco las personas que se atienden en el sistema privado deben temer al cambio, muy por el contrario. Lo más probable es que con el mismo pago que realizan actualmente recibirían mejores condiciones que las actuales. Los afiliados a Isapres destinan en promedio un 10% del salario a salud, de los cuales un 7% se iría al fondo único y les daría derecho a acceder a un plan garantizado con prestadores públicos o privados, y el 3% restante les permitiría contratar un seguro complementario, con beneficios adicionales.  Por tanto, la “libertad de elección” se mantiene entre prestadores, por cierto, una libertad de cobertura muy limitada hoy, ya que alcanza sólo para el 15% de la población.

A modo de conclusión, podemos decir que cada vez que se anuncia un cambio del orden establecido, los guardianes del antiguo orden se ponen los trajes de combate y salen decididos a defender sus intereses. Para ello, atemorizan a la población con las  consecuencias que traería despertar la ira de los dioses que ellos mismos han inventado para custodiar sus privilegios. Pero la historia demuestra que la única forma que tiene la humanidad de avanzar hacia mayor justicia y equidad, es pasar por arriba de esa mitología y no dejarse intimidar por esas amenazas, que si se miran a lo largo del tiempo siempre son las mismas.

 

 

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Alfredo A. Repetto Saieg

La derecha duopólica y sus Dioses nuevamente lograron imponer el miedo. De manera magistral, como siempre lo hizo, tuvo la capacidad para reivindicar el terror como manera de frenar y desvirtuar las demandas de reformas estructurales que a través del movimiento popular venimos exigiendo- me atrevo a decirlo- la gran mayoría de los chilenos. La moraleja es que no tenemos que dejar que nos dominen con su terror porque éste es una excelente arma para retrasar los cambios. De hecho, cuando en nuestra historia se apeló a la inseguridad y a la mano dura, para de esa manera «protegernos» de los terroristas, se hizo para limitar nuestros derechos que en Chile además son abstractos a más no poder.

La élite es la que teme: le horroriza ver a los trabajadores y estudiantes en la calle, está nerviosa porque percibe el grado de vitalidad del movimiento social; está alterada porque sabe que el día en que logremos aglutinarnos detrás de un proyecto de país creíble, popular y por lo tanto alternativo al neoliberalismo, a sus sentencias y dogmas, esta «democracia» en la medida de lo posible se acaba. Tampoco tengamos miedo al cambio: la revolución significa alegría porque creamos derechos para todos, porque somos los sectores populares los que gobernamos y así mejoramos nuestra calidad de vida, la salud, la educación y hasta incentivamos el saber. Sobre el tema político y cultural una curiosidad: ¿Caída la UP se produjo algún movimiento cultural de masas como en esos mil días de Allende? ¿Volvió a aparecer un grupo musical de la calidad de Los Jaivas, Illapu, cantautores como el Gitano Rodríguez o políticos con la dignidad, convicciones y oratoria de Allende? Eso es lo que nos perdemos por ese miedo y sectarismo que nos impide organizarnos políticamente.

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