A medida que avanzamos en esta era de información abundante, surge una preocupación palpable: ¿tenemos realmente más conocimiento o simplemente estamos inundados de datos sin procesar? En estos tiempos, se observa una desconexión entre la información que consumimos y la sabiduría necesaria para comprenderla y tomar decisiones informadas. Vivimos en una época en la que la tecnología y la inteligencia artificial han simplificado nuestras vidas, pero, paradójicamente, nos han alejado de la comprensión de los procesos, especialmente en el ámbito político.
La política, en su esencia, es un conjunto de procesos, una serie de pasos que requieren paciencia y análisis. Sin embargo, en la sociedad actual, la impaciencia reina y la capacidad de análisis parece escasear. Se elige a un gobierno con la esperanza de que resuelva los problemas, solo para culparlo de esos problemas poco después. La ciudadanía, sumida en la cultura de la inmediatez, busca soluciones rápidas y resultados instantáneos, olvidando la complejidad de las políticas públicas y sus repercusiones a largo plazo.La ciudadanía, sumida en la cultura de la inmediatez, busca soluciones rápidas y resultados instantáneos, olvidando la complejidad de las políticas públicas y sus repercusiones a largo plazo
Esta falta de paciencia y análisis abre la puerta a la proliferación de políticos populistas. En un mundo donde la información se personaliza, donde cada individuo puede crear una burbuja de validación que refuerza sus creencias, nos arriesgamos a perder la habilidad de tolerar opiniones divergentes y a fomentar líderes que promueven soluciones radicales y discursos agresivos. El diálogo constructivo y la búsqueda de acuerdos se ven amenazados por la cerrazón ideológica de aquellos que solo consumen información que confirma sus convicciones preexistentes.
La combinación de la cultura de la inmediatez y la desechabilidad contamina la política, predisponiendo a la sociedad a periodos de inestabilidad y crisis. Paradójicamente, las respuestas a estas crisis a menudo implican la adopción de regímenes autoritarios que socavan los derechos fundamentales de las personas. Nos encontramos en un dilema: ¿cómo la política se adapta a este nuevo tipo de ciudadano, o cómo logramos que el ciudadano comprenda los procesos de una política pública?
La clave radica en educar a la sociedad sobre la complejidad de los procesos políticos y fomentar una cultura que valore la paciencia, el análisis crítico y el diálogo respetuoso. Solo así podremos evitar caer en la trampa de soluciones simplistas y líderes populistas, construyendo un camino hacia una política más informada y sostenible. Como ciudadanos, debemos recordar que la política es un viaje continuo, no una solución instantánea.
Comentarios
26 de noviembre
El diálogo en democracia debe prevalecer para poder salir de la barbarie, pero el mundo no ha cambiado mucho desde que los primeros populistas tuvieron un gran éxito ofreciendo una vida mejor, en la otra vida. Las religiones, las iglesias, los cultos satánicos o no, también hacen política, y son el ejemplo de la cerrazón ideológica,con los horrores y matanzas en nombre de Dios. Y han fracasado por completo. Siglos ofreciendo el paraíso y no han producido nada digno de ser destacado. El ciudadano efectivamente está más informado, se le ha transformado en un cliente, en un consumidor. No se le puede culpar por intentar elegir el político o las políticas que ofrecen satisfacer sus necesidades. Y si no cumple con lo ofrecido, se cambia por otro. Es lo racional, dicen los popes de la oferta y la demanda. La tecnología va rápido, las políticas públicas no pueden ir arrastrando los pies como en tiempos del telégrafo y las carretas.
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