Este viernes 5 de octubre se conmemoró un aniversario más -el 30- del triunfo en las urnas del No durante el plebiscito de 1988, que puso fin, formalmente, a la dictadura cívico-militar de derecha. Régimen ilegítimo que durante 17 años atentó contra los derechos básicos de miles de personas en Chile, mediante la tortura, el asesinato y la expropiación violenta de los recursos naturales, el sistema de pensiones, la educación y la salud pública, entre otros, para negocio y beneficio particular de unos cuantos en perjuicio de muchas y muchos. Fecha que, al mismo tiempo, dio inicio a la etapa conocida como “transición”, la que suponía un proceso de ajuste para el restablecimiento de la democracia en Chile. Sin embargo, la llamada transición no fue sino transacción, gobernabilidad a cambio de impunidad (el ex dictador recién saliente sentado con disfraz de civil en el Senado marcó pauta al respecto), y la consolidación de una colusión política entre los dos bloques tradicionales que se refleja en el actual duopolio izquierda-derecha, financiado transversalmente por los grupos de poder económico dueños del país para asegurar la preservación de sus intereses a la hora de hacer y aprobar leyes.
Según una nota de prensa aparecida esta semana a propósito de esta misma fecha, basada en una investigación hecha por la Universidad de Talca, 3 de cada 4 chilenos y chilenas desconoce qué se conmemora este 5 de octubre. Esto es, el 76,1 % de los y las encuestadas, de acuerdo a la medición. ¿Las razones? Diversos factores, sin duda, que no aparecen mencionados en dicho estudio, y que explicarían este nivel de desinformación. ¿Desinterés, falta de difusión mediática? ¿O una fecha que, a pesar de su relevancia como hito histórico, no es recordada porque el cambio social que suponía para la vida de un país luego de la dictadura finalmente nunca llegó y, por ende, ha quedado reducida en términos prácticos casi a una anécdota eleccionaria?
¿Cuál es el sentido, entonces, de esta conmemoración, treinta años después, en un contexto en el cual el modelo neoliberal, implantado brutalmente en esa dictadura, ha sido profundizado y administrado por los gobiernos duopólicos elegidos democráticamente? A luz de las evidencias y los resultados, y con la perspectiva que permite el paso del tiempo, ¿cuál es la lectura que puede hacerse de aquella jornada plebiscitaria y sus consecuencias en el Chile de hoy? ¿Cómo se entiende que el cambio político que suponía la derrota de la dictadura en las urnas, en lugar de significar la recuperación de los derechos sociales expropiados haya terminado siendo el escenario perfecto para su instalación total y absoluta en favor de intereses privados, los mismos que fueron beneficiados por el Golpe de Estado y el posterior régimen de facto?
Hace 30 años, dice la historia, ganó el NO. Pero nuestra realidad presente nos mira de frente, a los ojos, y nos interpela con razón: ¿ganó el NO? ¿O sólo fue una manera de terminar formalmente el período político de la dictadura, con la ilusión de que aquella época había quedado atrás, sin entender en ese momento que, simplemente, su utilidad en la implantación del modelo neoliberal había cumplido su rol, su etapa, y que entonces, una vez instalado a sangre y fuego, debía ser administrado para avanzar en su implementación final hacia el neoliberalismo extremista, la radicalización del capitalismo que tenemos hoy en día? Este totalitarismo de mercado feroz que puede llegar, sin pudor ni asco, a niveles de indecencia ética tales como negar el pago de pensiones de invalidez por parte de una AFP -práctica muy probablemente extendida y común a otras- para aumentar aún más la grosera y obscena rentabilidad del negocio, a costa -una vez más- de la salud de las personas.
¿Cuál es el sentido, entonces, de esta conmemoración, treinta años después, en un contexto en el cual el modelo neoliberal, implantado brutalmente en esa dictadura, ha sido profundizado y administrado por los gobiernos duopólicos elegidos democráticamente?
Por ello, y luego de tres décadas, como ciudadanía debemos resignificar el triunfo del NO de 1988, diciendo con fuerza y convicción, como primera cosa, NO + Constitución de 1980, NO + AFP, NO + CAE, NO + Salud como negocio. NO más abusos, NO más estafas y robos legales, NO más leyes hechas a la medida de los intereses de los empresarios, NO más comunidades transformadas en Zonas de Sacrificio, NO más represión ante la legítima protesta social ni las luchas reivindicativas, NO más muertes de activistas, NO más montajes burdos. NO más impunidad. Y, ante eso, NO más apatía de la ciudadanía, NO más falta de reacción, NO más complacencia cómplice.
Sólo entonces habrá ganado verdaderamente el NO y la gesta de 1988 tendrá sentido real, cambiando los lastres de la dictadura por el legado de una democracia que como país aún nos seguimos debiendo.
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solopol
Más que lo que se logró ese 5 de octubre importa cómo se logró. Fue un movimiento transversal donde predominó la unidad, la tolerancia a las distintas corrientes representadas. Fue esa tolerancia y ese espíritu universalista lo que logró el cambio. Estamos super claros que con una rayita en un voto no logras acabar con las afp, ni con las isapres. Solo se acabó con la dictadura (y hasta por ahi), y quedó mucho por hacer. Pero volvamos al punto, cómo logras el cambio? Por ej, como convencemos de que las afp o las isapre no son buenas, con que argumentos? Hemos integrado a la discusion a los economistas? Tenemos conciencia de que antes de 1970 la economia se regía por otros modelos y que existia desde los años 30 la economia keynesiana? Tenemos conciencia que en la economia antigua la labor del Estado era algo NORMAL, y que no era nada del otro mundo ocuparse de la salud, la educacion, entre otras cosas? Lo que se ve en la izquierda es un continuo afan por dividir, «·nuestra revolucion es mejor que la tuya», «nuestro movimiento es mas potente que el tuyo», «nosotros pedimos cambios reales, lo del cinco de octubre es una cosita penquita». Se comparan o compiten y eso es muy neoliberal, muy individualista. No tienen respeto por la inteligencia ajena. Y eso genera desunion, hartazgo, aburrimiento, con la intolerancia o defendiendo el metro cuadrado no derrotas el egoismo. Y esa es la gran lección del 5 de octubre.