En el sur, la gente sabe cuando está por llover. Corre un viento frío pero que no incomoda. Las nubes se aproximan raudas, escurridizas entre los cerros verde oscuro. La gente se apresura por llegar a casa. En Temuco, grupos de escolares se ríen, los oficinistas relucen sus rostros cansados, las micros se llenan. Aunque siguen su vida normal, todos saben que está por llover.
Ha llovido mucho últimamente en La Frontera. Se han quemado muchos camiones y muchos sienten inseguridad. Curioso es que sólo sea afectada la parte frontal y no la carga, que es respetada más que a los derechos laborales de sus conductores. Mágico es que siempre sean mapuche. Digno de Macondo es echarle la culpa al síntoma, cuando la enfermedad es la solución estructural a la falta de identidad, a la reivindicación de tierras, a dejar de militarizar comunidades.
Una vía sensata de remendarlo era la propuesta de Huenchumilla que, en un acto de miopía centralista, fue leída como amenaza. Digno sería que un Presidente de la República pidiera perdón en Ercilla a la Ñuke Mapu por los hijos que le han arrebatado durante todos estos años, o que nos dijeran dónde está José Huenante. Pero eso no cabe dentro de la lógica del Estado. Más útil es seguir pensando que todo se reduce a una quema de camiones.
¿Y quiénes sostienen el discurso? Los mismos que manejan la prensa, esa donde tienen cancha, tiro y lado para defender sus privilegios de clase. Esos que juegan la carta de los camiones quemados para meter al mismo saco la desaceleración económica, la inseguridad pública, el miedo a buscar la equidad en Educación, el terror a la Asamblea Constituyente.
La Derecha chilena jugó todas sus cartas. La Presidenta, de credibilidad incombustible, vio mermado su cariño con la sombra de la confusión en el debate sobre las Reformas, instalando el lenguaje negativo. Luego, usando el poder de veto dentro y fuera de la coalición de Gobierno para frenar los aspectos que más corrían los cercos de lo posible. En complicidad con el empresariado, equilibrando las Reformas con los factores externos que nos afectan. Ahora, usando el mismo botón de pánico del año ’72.
Llevaron la misma estrategia con la que tuvieron a medio Temuco mirando atónitos los camiones incendiados mientras se bloqueaba una pista de una calle principal.
Juan Pablo Swett jugó a sentirse Vilarín. José Villagrán, a ser Roberto Thieme. Hernán Larraín, a ser titular alarmista de periódico amenazando con el desabastecimiento. Y la Nueva Mayoría, regalando la razón a quienes creen que defendemos a la patronal a toda costa, aun en contra de quienes juramos defender. Poniendo a Carabineros a escoltar una protesta sediciosa a las puertas de La Moneda, mientras que hacía detener al manifestante de a pie que no tuviera rostro de chofer.
Sin una molotov en la mano, lograron torear al Ministro de Interior para que negociara bajo amenaza del paro nacional. La patronal en pleno, con una excusa cortoplacista del terrorismo, hizo sentir que no le gustan los cambios que se están llevando adelante. Llevaron la misma estrategia con la que tuvieron a medio Temuco mirando atónitos los camiones incendiados mientras se bloqueaba una pista de una calle principal. Se llevaron los lienzos verdes acompañados de su “basta de terrorismo”, a la entrada de la ciudad.
En el corazón de los que creemos, a pesar de todo, que un Chile más justo es posible, de los que trabajamos día a día defendiendo las transformaciones que se llevan adelante, hay nubes que avanzan raudas, escurridizas, ocultando el sol, con un viento frío que invita a apurarse. Aunque intentamos seguir la vida normal, parece que quieren hacer llover.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad