La semana que termina estuvo marcada por el post rescate de los mineros y el viaje del Presidente Piñera a Europa, lo que ha implicado pocas novedades pero mucho análisis estratégico, ya que se considera unánimemente que el rescate marca un punto de inflexión para el Gobierno, en que éste por fin logra instalarse con pleno dominio de la situación y consistencia discursiva. A tal punto llegó la confianza del Gobierno que se ha instalado el tema de la sucesión. De hecho el único peligro que asoma es el derivado de los excesos del propio Presidente que amenaza con saturar comunicacionalmente sus logros.
El mar de fondo es la instalación de una nueva derecha que encarnan la dupla Piñera –Hinzpeter: una derecha que combina un movimiento dual: por un lado, busca mostrar que es eficiente, técnica, que hace las cosas bien, que a diferencia de los políticos no pierde el tiempo. Por otro lado, que es pragmática y no teme abordar temas que no son los clásicos de la derecha (mapuches, laboral, reformas políticas, impuestos, cultura).
Tal es el despliegue y la fuerza que adquiere a partir del rescate de los 33, abre espacios de conflictividad con la otra derecha: en primer lugar la UDI, que se ha resistido a las reformas que no consideran propias del sector (ley antiterrorista, royalty, negativa al indulto a militares), que reclaman por la ausencia de una agenda propia relevante (ver por ejemplo artículo de Hernán Buchi “la derecha avergonzada”) y que no encuentran su mejor espacio de desarrollo en el gobierno (caso Nazer). También es posible que políticos con un perfil más tradicional de la derecha como Andrés Allamand, Joaquín Lavín o Pablo Longueira, aunque compartan la inspiración de la necesidad de una nueva derecha, resientan este impulso refundacional porque los deja en la vereda. De ahí que propuestas audaces, tipo plebiscito para dar salida al mar a Bolivia, surjan para buscar posicionarse en este escenario. Pero, es un hecho que un proyecto como éste tendría otros líderes naturales como el propio Hinzpeter o Golborne.
La Concertación también vive un momento complejo en que estará crecientemente sometida a las consecuencias que en las políticas de alianzas podría tener el éxito de Piñera. En este sentido, la manera en que la Concertación ejerce su rol opositor pasa a ser central. Hasta aquí se trataba de una discusión un poco abstracta: una oposición intransigente y defensora de las conquistas, o una oposición colaboradora y dialogante. Una oposición que se juega testimonialmente conservando la propiedad de sus banderas despreocupándose de la gobernabilidad o una oposición que construye acuerdos posibles junto al Gobierno (caso royalty).
La cuestión es que frente a una agenda como la que se viene; es decir, presumiblemente de reformas laborales, reformas políticas, plan de reconstrucción financiado, reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas, seguridad ciudadana, no le cabe a la Concertación otra posibilidad que la de entrar en ese terreno apostando a mostrar que tiene mejores propuestas. El gobierno abordará estos temas buscando acotarlos y la oposición deberá buscar ampliarlos: Agenda de seguridad laboral, si, pero también de empleo decente. Agenda de reformas políticas, si, pero con voto para los chilenos en el exterior y cambio al sistema binominal. Reconocimiento constitucional para los indígenas, si, pero para otorgar derechos políticos. Plan de reconstrucción si, pero con participación de los afectados y los poderes locales.
Un programa como este es bueno para mejorar la democracia en Chile, abordando las reformas que quedaron pendientes. La nueva derecha, en su obsesión por penetrar el electorado de centro izquierda renuncia a su agenda propia que incluiría privatizaciones, flexibilización laboral y orden público en la Araucanía. Si esta va a ser la agenda, la Concertación tendrá que pasar de la oposición a la proposición. Los liderazgos del futuro se van a jugar allí, en la capacidad de levantar contrapartes, de sumar energía social a las propuestas, de imponer políticamente puntos de vista diferentes frente a los problemas concretos que los chilenos esperan ver resueltos.
Asumir este camino con confianza por parte de la Concertación agudizará las contradicciones de la derecha de siempre. No está dicho que el proyecto refundacional de la nueva derecha vaya a ser exitoso. Por el contrario, tiene poderosos contradictores. “No ganamos el gobierno para hacerle la pega a la Concertación” dirán en la UDI.
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Foto: La vida que nos espera – Deathblow – Licencia CC
Comentarios
25 de octubre
Ciento por ciento de acuerdo con el artículo, la Concerta debe salir de una buena vez a ejercer el rol que le corresponde, siento que por más cosas que nuestros dirigentes digan, nos estamos pareciendo cada vez más al gobierno, hablamos y hablamos y actuamos poco.
Hay que recuperar aquel terreno perdido, de eso la Concerta es capaz, hicieron mucho en 20 años, aunque ha muchos no les guste recordar, pero hay que avanzar, deben ser capaces de ir uno o dos pasos más adelante, eso es lo que ha caracterizado a la Concerta y con los cuales personalmente me identifico.
Espero que dejemos de mirarnos el ombligo y nos pongamos las pilas para enfrentar lo que se viene, que es mucho más que un par de críticas ambiguas.
Fuerza Concerta…
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26 de octubre
Aun cuando el articulo es una fotografia de lo que esta ocurriendo, llama la atencion que los temas en la carpeta, mas se acercan a las aspiraciones de la concertacion durante sus años de gobierno, y son temas presentes en sus programas. Creo que la concertacion debe hacer un profundo analisis de su realidad politica y de sus cuadros, ya que si la Alianza logra imponer estos temas y sacarlos de la burocracia legislativa, los dividendos politicos mantendran a la concertacion fuera del poder por mas de lo que ellos mismos se imaginan. Se necesita urgente una renovacion y creo un giro en el discurso derrotista y vociferante, por un discurso mas constructivo y de nuevas ideas, dejando atras el pasado inmediato y mediato.
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26 de octubre
El análisis proyecta a futuro el escenario de los últimos 20 años. Pero menciona dos elementos que pueden contribuir a reconfigurar completamente el futuro: inscripción automática y voto voluntario (que ocurrirá antes de las próximas presidenciales) y fin del binominal (una baja probabilidad de que ocurra, aún incluso si la Concertación -o lo que va quedando de ella- se la juega a fondo por el tema). Si ambas cosas se dan, proyectar el 2014 se pone realmente interesante, porque poco del actual equilibrio de fuerzas sobrevivirá a esa profundización de nuestra democracia. Pero soy escéptica y creo que en diciembre de 2013 estaremos enfrentando un escenario muy conservador en cuanto a una real renovación de nuestro sistema político.
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