Hay chilenos a los que les gusta el fútbol. A mí me gusta la política. Me gusta la política grande, que se preocupa de cómo se organizan las relaciones entre los ciudadanos y de estos con el poder. Y me encanta lo que mi abuelo denominaba la “chuchoca chica”: saber quién dijo qué de quien para obtener qué (y qué le respondió el otro). Y sobre todo me gustan las elecciones y el acto republicano: aunque anule (cosa común para mí en los ´90), me gusta hacer la cola, doblar el voto y entintarme el dedo.
Mi afición no es tan extraña: Chile es un país politiquero. Alguna vez leí por ahí (creo que a Pepe Bengoa) que la principal contribución de Chile hacia el mundo ha sido justamente la peculiaridad de nuestros procesos políticos: la UP, la dictadura, la transición. Y sin querer pecar de optimismo excesivo, creo que también tenemos ahora un fin de ciclo político bastante único y “exportable”.
Ahora, si usted piensa que es normal que 100.000 almas marchen con lluvia o entre lacrimógenas, que cabros de trece años participen de asambleas o que cientos de miles se hayan movilizado para controlar el fraude en un plebiscito, piense de nuevo.
Para mí las elecciones son con el mundial para un hincha: sé quiénes compiten, como fue la pretemporada, los pronósticos, las estadísticas. Me indigno cuando llevan malos candidatos como otros se enojaban cuando el Bichi insistía con Suazo. Leo diarios, escucho programas de radio, tuiteo al respecto (puede seguirme en @floro_ceballos). Internet ha hecho mucho para agravar mi adicción.
Pero no voto. He vivido fuera de Chile buena parte de mi vida adulta, no he votado en las 3 últimas elecciones presidenciales y seguramente tampoco lo haré en la de 2013. No he votado porque al igual que el casi millón de chilenos que vive en el extranjero en estos momentos (según estimaciones del INE y la DICOEX), no tengo derecho a hacerlo. O, para ser más precisos: la Constitución –incluso esta Constitución espuria que espero cambiemos pronto- me reconoce el derecho a votar, pero el Estado no hace nada para que pueda ejercer efectivamente ese derecho.
No se engañe, esto no es negligencia del SERVEL (ok, eso suena redundante) sino que una decisión ideológica: un sector político de nuestro país (la UDI y una parte mayoritaria de RN, aunque no me extrañaría que también varios concertas cómodos con el padrón de los últimos 20 años) se ha opuesto sistemáticamente a que aquellos como yo puedan votar. Temen que si lo hacemos se rompa ese frágil y forzado status quo de 1/3 = 2/3 en que se construyó la transición. En buena medida tienen razón: con el voto de los chilenos en el exterior se rompería ese empate.
No es que hordas de agentes del comunismo internacional con D estampadas en sus pasaportes saldrían de sus dachas para elegir a Gabriel Salazar (lo digo con respeto, eh) presidente en primera vuelta. Contrario sensu a lo que piensa la UDI y RN, sociológicamente hablando, los inmigrantes tienden a tenerle más fe al progreso individual que al colectivo, a preferir el orden al cambio.
Pero tras haberse mudado (en su enorme mayoría) a países con regímenes democráticos sofisticados (o al menos razonables) difícilmente comulgarían con ciertos extremismos que en Chile se han naturalizado. Imaginen votantes que por experiencia propia sepan cosas incómodas: que la educación superior puede ser pública como en Argentina, que la salud es un derecho igual para todos como en Canadá, que lo lógico es que los pueblos originarios gocen de estatutos especiales como en Australia, que los impuestos para financiar una sociedad con mínimas garantías son dolorosos pero necesarios, y que los ricos los tienen que pagar más que los pobres como en Europa, que un país crece cuando tiene varias ciudades importantes como Brasil. Eso los (nos) haría peligrosos.
Pero no voto. He vivido fuera de Chile buena parte de mi vida adulta, no he votado en las 3 últimas elecciones presidenciales y seguramente tampoco lo haré en la de 2013. No he votado porque al igual que el casi millón de chilenos que vive en el extranjero en estos momentos (según estimaciones del INE y la DICOEX), no tengo derecho a hacerlo. O, para ser más precisos: la constitución –incluso esta constitución espuria que espero cambiemos pronto me reconoce el derecho a votar, pero el Estado no hace nada para que pueda ejercer efectivamente ese derecho.
He leído últimamente que estos señores (y señoras) están abiertos a aceptar el voto condicionado. ¿Condicionado? Se ha hablado de aquellos que “mantengan un vínculo”. ¿De qué vínculo me hablan? El vínculo en mi caso sería salir de mi casa en noviembre o diciembre, cuando afuera hay 10 grados bajo cero para votar. Para otros, eso implicará trasladarse varias horas. Más vínculo que eso, ni los que viven en la Antártida.
Hace poco le escuché decir a Carlos Larraín que no estaba dispuesto a que chilenos que no pagan impuestos decidan quien gobernará el país. Más allá de la ironía que significa que él no haya sido elegido ni por los que pagan impuestos ni por los que no lo hacen, la pregunta que me hacía era: las remesas que envían a Chile esos chilenos a sus familias, cuentan en la democracia censitaria que le acomoda a Larraín.
Por su parte Matthei opinó que el voto de los chilenos en el exterior le parecía “súper razonable siempre que haya algún tipo de conexión de la persona con el país. No me parece que por el sólo hecho de usted haber nacido en un lugar tenga derecho a voto cuando en realidad usted ya tiene su vida hecha y no piensa tener ninguna relación con el país en el que nació». Curioso: en general, las democracias modernas se definen por ese axioma: uno tiene derecho a votar porque tiene ciudadanía. Suena razonable.
Veo frecuentemente a mis colegas y amigos acá ir a votar a su consulado, o comentar los resultados de una elección en la que participaron por correo o por procuración (ambas opciones más razonables que el desplazamiento físico al consulado). A ninguno le he escuchado decir que tuvo que llevar su última tarjeta de embarque, certificado de impuestos o declaración jurada de que se vuelven a su país pronto.
De mi oficina, solo un cubano (que tampoco votaría si estuviera en su país), un uruguayo (que se resigna a lo decidido en un plebiscito y espera que otro anunciado lo revoque pronto) y algunos colegas africanos (los menos) están en mi situación. El resto, que sabe de mi adicción y de que mi país tiene una democracia a medias, me mira con cierta lástima, como mirarían a un hincha al que le prohíben la entrada al estadio.
Por todo lo anterior, te invito a votar a través de www.votociudadano.cl a contar del 10 de noviembre, y aunque sea simbólicamente, ejercer nuestro derecho ciudadano como chileno o chilena viviendo en el extranjero.
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Osvaldo Nunez
Excelente testimonio de Florencio Ceballos. Ojalá lo lean quienes se oponen a nuestro derecho a voto en el exterior, especialmente la UDI, partido pinochetista.
No quieren que yo vote | Chilenos en el Exterior
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Esteban F
Disculpen que no concuerde, pero ustedes no viven nuestros problemas, no conocen la menudencia del día a día en mi país, solo saben de el por lo que cuenta alguien influenciado por otro y por otro …. si quieren votar demuestren que les importa siquiera viajen a votar, es fácil pedir todo desde el sillón de cuero.
vasilia
Concuerdo contigo, vivi fuera del pais y aun cuando estaba permanentemente informada es muuuuuyyyyyy distinto a vivir en Chile, en ver las cosas con los propios ojos. Una cosa es «saber» lo mal que funciona el Transantiago y otra muy distinta tener que vivirlo.
Pero no se puede quitar a alguien su derecho ciudadano de votar simplemente por no estar en el pais, que es lo que esta pasando en este momento. Por ese lado no se puede mas que estar de acuerdo con los chilenos en el extranjero, porque se les niega el derecho a votar, lo que es una violacion de derechos humanos.
Lo malo del asunto es que esto no es llegar y decir «ok, voten». Porque en otros articulos sobre el tema, se recalca mucho el asunto que somos uno de los pocos paises cuyos nacionales en el extranjero no tienen derecho a voto, pero no se habla de lo que implica para los paises que sí lo permiten. Más del 20% del gasto electoral de esos paises se concentra en los votantes nacionales en el extranjero, lo que no es nada gracioso, porque hay muchos agujeros en muchisimos paises sobre cómo se realizan los gastos electorales (¿que creen, que esos lios somos los tenemos en Chile?); aparte del hecho que dada la situacion del Servel y el Registro Civil ni siquiera hay que mencionar el voto electronico, porque ya es demasiado grave que todos nuestros datos personales los tenga una empresa como Morpho corruptis in extremis para mas encima que sea una empresa la que maneje nuestros votos, por lo que los votantes en el extranjero les tocaria ir a los consulados, con el consiguiente problema al respecto, por lo que tal vez habria que habilitar locales lo que implica mas gasto todavia.
Creo que por mucho que se les quiera dar voto a los chilenos en el extranjero, el asunto es mas complejo, sobre todo ahora que incluso los que votamos en Chile tenemos sorpresas. Hay que hacer cambios fundamentales al asunto porque este gobierno ha dejado la escoba y media.
Fabio Rodríguez Korn
Marcela, Esteban:
El asunto en cuestión es la conformación de la voluntad colectiva de un país, la que se conforma mejor con una mayor pluralidad de vivencias, posiciones, información, con más y mejor, más amplia, participación.
La voluntad colectiva mencionada debe proveer simultáneamente dos resultados complementarios: dar al país un gobierno, una conducción, un “proyecto de nación”, y por otro lado, proveer la integración social, la gobernabilidad, y en especial la gobernanza.
Si en un país sólo votaran los que viven en la costa, o los que viven en la cordillera, la decisión resultante sería más pobre que si votaran ambos, como era más pobre la resultante cuando no votaban las mujeres en Chile, antes de la elección del 7 de Abril de 1935 en la que por primera vez son admitidas a votar las mujeres chilenas, en elecciones sólo municipales, pobreza que disminuyó importantemente cuando son admitidas a votar por primera vez en una elección presidencial en la del 4 de Septiembre de 1952.
Y con toda claridad era mucho más pobre a la altura de la Constitución de 1833 (jurada y promulgada el 25 de Mayo de 1833), la que en su Artículo 8° establecía que
“Son ciudadanos activos con derecho a sufragio:
Los chilenos que habiendo cumplido 25 años de edad, si son solteros, y 21 si son casados, y sabiendo leer y escribir tengan alguno de los siguientes requisitos:
1. Una propiedad inmoble (sic), o un capital invertido en una especie de giro o industria. El valor de la propiedad inmoble, o del capital, se fijará para cada provincia de diez en diez años por una ley especial.
2. El ejercicio de una industria o arte, o el goce de un empleo, renta o usufructo, cuyos emolumentos o productos guarden proporción con la propiedad inmoble, o capital de que se habla en el número anterior.”
En esta constitución – la del Ministro Portales por cierto -, no sólo no votaban las mujeres, sino que tampoco lo hacían los pobres, porque se pensaba de éstos que al no tener propiedades o ingresos no tenían nada que perder si al país le iban mal los asuntos públicos, como era el caso de los ricos, que sí estarían interesados en el bienestar del país. Tampoco votaban los jóvenes menores de 25 o 21 años, los que sin embargo podían ser reclutados para ir a morir por la Patria a los campos de batalla.
Si se hace una breve historia del sufragio universal en Chile, y en el mundo, se constatará que hay una tendencia de largo plazo de hacerlo realmente universal, incorporando sucesivamente nuevos renglones de ciudadanos a su ejercicio: las mujeres, los pobres (eliminando el voto censitario que imponía el requisito del Censo de Fortunas), incorporar a los jóvenes disminuyendo la edad requerida, diversas discapacidades, el voto de los connacionales en el extranjero, se discutía en España el voto de los extranjeros en las elecciones municipales, etc.
La racionalidad de esa tendencia es el enriquecimiento de la conformación de la voluntad colectiva que se mencionaba arriba, y cada nuevo escalón en ese continuo ascenso, significó superar ideas equivocadas y prejuicios, como creer arbitrariamente que las mujeres, los pobres, los jóvenes, los discapacitados , tenían alguna inhabilidad para un comportamiento ciudadano adecuado o pleno.
El argumento que dan ustedes ahora para oponerse al voto de los chilenos en el extranjero es tan débil como aquellos argumentos que se han ido quedando en los baúles de la historia: el costo que se menciona no puede evaluarse eficientemente si no se compara con el beneficio que se espera del mismo, beneficio que se mide en un buen o mal gobierno, que finalmente “rinde” (como si fuera una inversión) resultados que consisten en el sacrifico de toda una generación de chilenos, o la descapitalización del país en manos del capital extranjero, o al menos en el estar dependiendo de las crisis inmobiliarias, financieras u otras que nos contagian la conducta económica irresponsable de los grandes centros de domicilio del capital global, debido a políticas – de aquellos malos gobiernos -, de excesiva exposición de nuestra economía a esos vaivenes: el costo – que además puede minimizarse -, es mucho menor al monto de beneficio que se perdería . El argumento de la carencia de elementos de juicio de los chilenos en el extranjero es igualmente débil y además ES EL MISMO que se esgrimió para oponerse al voto de los pobres (no les va a interesar), de las mujeres (son demasiado femeninas !?) y de los discapacitados (no van a poder), y si no fuera un poco ingenuo se podría ver hasta insultante: ¿quién tiene qué títulos para decirme a mi que no puedo tener una opinión, sobretodo que YA LA TENGO?; el No que ustedes ponen se refiere a que los que están en el extranjero NO PUEDEN , como una imposibilidad material, tener un juicio pleno, ¿pero quién es el iluminado que tiene ese juicio pleno?, en el interior del país hay una multiplicidad de opiniones, posiciones y propuestas, lo que demuestra que estar dentro del país no garantiza tener por virtud de ese hecho la verdad.
En realidad, el problema es otro, tiene que ver con cómo ocurre el proceso político. La Política es el proceso de CONSTRUIR a partir de verdades parciales un proyecto común, para lo cual no importa tanto el cómo nos incorporamos al proceso – si tenemos un doctorado o somos un simple ciudadano, por ejemplo -, sino CÓMO ES EL PROCESO, cuán participativo, educadora es esa interacción: “vivir” el Transantiago o “la menudencia del día a día en mi país”, o enterarse de los problemas del país a través de fuentes secundarias, como periódicos, estudios, estadísticas y análisis sistemáticos, CONDUCE A CONCLUSIONES COMPLEMENTARIAS. Y en realidad, los elementos esenciales de una determinada situación se establecen con una exactitud prácticamente científica en un momento del tiempo al final de un proceso participativo en el cual intervienen recursivamente los que viven en la costa interactuando con los que viven en las cordilleras, intercambiando sus respectivas verdades parciales, incompletas por tanto, hasta llegar a COMPONER una interpretación básica común que asegura la gobernabilidad mencionada arriba, y que sobre aquello básico común, asigna a alguien desarrollar la tarea de gobierno por un determinado tiempo, para lo cual se cuenta con la aceptación de los otros, lo que a su vez se consigue garantizando la más amplia incorporación de TODOS los sectores en el proceso mencionado.
En este proceso hasta el más humilde, menos informado, más joven o viejo, etc. de los ciudadanos tiene algo que aportar, incluso su dudosa “ignorancia” tiene algo que decirnos, porque en realidad nos está reportando el punto de vista desde el cual está mirando la realidad común: si lo tenemos en frente, nos está reportando los hechos que ocurre a nuestras espaldas, que aunque nosotros tengamos unos grandes binoculares para ver hasta muy lejos, no estaremos viendo porque están detrás de nosotros.
Saludos cordiales
Fabio
vasilia
Fabio:
el sufragio universal no existe y no va a existir. Todo menor de 18 años, todo aquel con pena de mas de 3 años, los declarados incapaces no pueden ni van a votar. Es mucha gente la que no puede votar.
En segunda, sí, hay cosas que verlas y padecerlas para entenderlas. No basta con decir «bueno, Santiago ha crecido» como se dice en los periodicos. Tienes que vivr en Santiago para darte cuenta el grado de descontrol que tiene esta ciudad. Edificios por todos lados, tacos casi a todas horas, ni que decir la mierda de Transantiago… sin contar con los problemas de las otras ciudades del pais. La contaminacion de Temuco suena tan debil asi, hay que vivirla, como la de Calama, y un largo etc. Solo cuando vives esos y otros problemas puedes saber realmente cuanto mienten los politicos en campaña.
Por ejemplo, lo que paso con Matthei cuando se le pregunto por lo que pasaba en la IV region y la minera Pelambres. Si no has estado ahi, no sabes el grado del problema y hasta de verdad puedes creer que es cierto lo de la sequia.
No creo que nadie que este fuera de Chile mas de cinco años continuados deberia votar. No porque no tenga nada con que aportar, es que hay muchas cosas que tienes que vivirlas para entenderlas, porque los periodicos y los noticarios no estan por la labor de contarlas. En este momento no estamos para votar por quien nos tinca o por quien es ideologicamente de nuestro lado, o en base a lo que «cuentan por ahi»: ¿Injusto? Si, pero hay que haber estado fuera mas de cinco años y venir a Chile para darse cuenta que lo que uno ve desde afuera y lo que pasa adentro difieren bastante
Enrique Silva
VINCULO!!!vinculo????
Vivi mas de 20 años en el exterior,siendo activo politicamente y escuche a cientos de chilenos decir–Chile lo unico que me ha dado y recuerdo es dolor, dictadura y concertraicion..Solo tengo agradecimientos para el pais que me acogio.
Deben viajar aunque sea una vez y recuperan su derecho a votar!!!
Esta campaña me suena a manejo de individuos que ya estan totalmente alienados por parte de estas nuevas caras de la politica
que buscan legitimacion y apoyo a sus gurues..
Por supuesto que tengo claro que investigaran desde que pais o computador les estoy escribiendo.!!!!!
Patricia Schaulsohn
Excelente reflexión. Concuerdo plenamente. Creo que lo que le falta a los chilenos que viven en el extranjero es patalear de verdad: organizarse y mostrar al mundo lo que pasa. Presionar desde allá