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Cada vez que visito el Centre for Social Innovation (CSI) en la Av. Spadina de Toronto, se me produce una mezcla de excitación y envidia. Excitación, porque se trata de uno de los espacios más estimulantes que alguien interesado en el cambio social pueda imaginar. Envidia, pues me doy cuenta de lo lejos que estamos de que un espacio así sea posible en Chile.
¿De qué se trata el CSI?
El principio es simple: generar un espacio para la innovación social. ¿Cómo? Conectando buenas ideas que apuntan al bien público con las personas que, en base a la colaboración, pueden llevarlas a cabo. Lo importante no es el origen ni la filiación de sus miembros. Los hay hiperpolitizados y aquellos que operan fuera de la política. Pueden ser ONGs grandes y chicas , emprendedores con las patas y el buche, asociaciones sin fines de lucro y con actividades variopintas, activistas a tiempo parcial o consultores a tiempo completo. Si tienen un sentido de misión basado en la voluntad en generar cambios que aportan al bien público, están adentro.
CSI hace una apuesta por el espacio: las ideas germinan y la innovación social se potencia en espacios colaborativos que permiten la polinización cruzada y las sinergias virtuosas. Dicho de otro modo: ponga a trabajar en la misma habitación a un desarrollador de programas educativos en código abierto, una ONG de minorías indígenas Inuit, una asociación de músicos Indie, un activista bicicletero y un consultor en modelos de filantropía abierta, y seguro que algo interesante sucederá. Hay detrás de esto un principio interesante: la innovación social no es una divagación teórica, sino que sobre todo una práctica, una persistente motivación por el trabajo transformador. Y para eso, se necesitan ambientes de trabajo.
CSI cuenta con un viejo edificio maravillosamente reacondicionado –techos verdes y eficiencia energética incluida- en medio de la ciudad. ¿Como lo hicieron? Con esfuerzo y muchos amigos: inversionistas sociales, un gobierno local visionario, fondos concursables, trabajo pro-bono de arquitectos, urbanistas y diseñadores, voluntariado de una miríada de activistas de todo tipo. El espacio cuenta con pisos que arriendan a grandes ONG (Oxfam, UNICEF) y un piso con salas para eventos de diverso tipo (conferencias, lanzamientos) que permiten en parte subsidiar los dos pisos que realmente importan. Esos dos pisos, alrededor de 60 organizaciones aplican economías de escala y comparten recursos. Puedes tener una pequeña oficina, un box o simplemente un escritorio por una módica suma, pero cuentas con salas de reuniones, infraestructura tecnológica, apoyo administrativo, soporte de comunicaciones, seguridad y buen café. Lo interesante es que el modelo funciona: nadie se hace rico, pero todos obtienen lo suyo y CSI prepara ahora la apertura de un segundo edificio.
Pero eso es sólo el inicio, pues lo importante es el intercambio de conocimiento ,que es parte fundamental de la dinámica de los que participan en CSI. Por eso, el equipo de CSI está básicamente conformado por animadores comunitarios, evangelizadores comunicacionales, info-facilitadores y otros bichos raros que, como las abejas, se preocupan de que la polinización suceda. Esto bajo la atenta mirada de Tonya Surman, su Directora Ejecutiva y hada madrina.
Así que una parte importante de la labor del CSI está relacionada con organizar conversaciones, capacitaciones, talleres, trueque de servicios, identificar proyectos comunes. Y armar fiestas, muchas fiestas donde las ideas vuelan por la sala.
Todo eso apoyado por una interesante estrategia de red social virtual con usos inteligentes de herramientas 2.0 para transformar el CSI en un nodo que expande sus redes de contactos en la dirección de cada uno de sus miembros. Pero decir que CSI usa herramientas informáticas 2.0 es redundante. El espacio en su conjunto, la filosofía del CSI es 2.0: basada en los principios de colaboración, intercambio, complementariedad, apertura.
Famosas son por ejemplo sus viernes de Open Salad: lo que hacen es básicamente convocar a la comunidad de innovadores sociales de Toronto, invitar un expositor y picar lechuga, mucha lechuga. Si Ud. quiere participar, lleva algo para la ensalada: unas aceitunas, unos tomates, un queso de cabra, una vinagreta. Todo se pone en una mesa y cada cual arma la suya a su pinta mientras discuten y descubren temas transversales a sus organizaciones.
Un poco de eso se trata esta idea de colaboración abierta 2.0 que ha logrado seducir en Toronto a un creciente número de organizaciones que comparten un interés por generar ideas y acciones que permitan innovar socialmente, y que progresivamente empieza a reproducirse en otras ciudades.
Escucho que Chile “invirtió” 10 millones de dólares en esa maqueta tamaño natural que es el stand Chileno en Beijing, que estuvo funcional un mes. Me pregunto a veces si habría sido muy dramático poner el 5% de esos recursos para dar el puntapié inicial a un espacio en que los nuevos tipos de activismo y emprendimiento social tuvieran un punto de partida.
Cuando muchos hacen gárgaras con la idea de que es necesario expandir la política a los nuevos movimientos sociales, generar un espacio de promoción efectiva –y sinérgica- de estos movimientos pudiera ser un riesgo que vale la pena correr. Permitiría, de partida, reconocer esas iniciativas como algo más que potenciales bolsones de apoyo para unos partidos en decadencia.
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florencio
Estoy de acuerdo que es importante tener algun nivel de financiamiento publico (CORFO, DOS, gobiernos regionales…), aunque creo que en realidad el CSI funciona porque no dependen de eso, sino que se ven a si mismos como un emprendimiento social, que debe ser financieramente sustentable y no dependiente de subvenciones constantes, al igual que lo hacen las decenas de ONGs que lo conforman. Se reunen para hacer economias de escala (reducir costos) y potenciar proyectos (aumentar ingresos). Creo que durante muchos años en Chile desde el Gobierno se acostumbró a tratar a las ONGs como dependientes / ejecutoras de proyectos publicos, y no se les entrego la autonomia necesaria.
javiera-viveros-alegria
CORFO podría incentivar este tipo de iniciativas para no depender eternamente de los commodities que desangran a Chile, hay mucho talento sin explorar en su gente