La condición de presos políticos de quienes permanecen privados de libertad a raíz del estallido social, no deriva de su actuar, sino del tratamiento sesgado, cruel y discriminatorio que han recibido del sistema penal.
Sin duda, no es función de la Convención Constitucional resolver este asunto y quienes se muestren intransigentes y taimados al respecto, sólo lograrán el descrédito ante sus pares y ante la ciudadanía, la que votó abrumadoramente por el fin de la Constitución de 1980, entregándole el mandato de redactar una nueva y no otra tarea, a la Convención Constitucional.
Cuando por mandato del pueblo soberano, manifestado en el plebiscito de octubre pasado, hemos dado inicio -con la instalación de la Convención Constitucional y la elección de su presidenta y vicepresidente- a una etapa de renovación de nuestras instituciones, mediante un proceso constituyente que proporcionará una inédita legitimidad a la Constitución futura, la que habrá de reemplazar a la ampliamente repudiada Constitución de 1980, todos debiéramos morigerar nuestras aspiraciones más ultristas, partiendo por las menesterosas autoridades actuales.La condición de presos políticos de quienes permanecen privados de libertad a raíz del estallido social, no deriva de su actuar, sino del tratamiento sesgado, cruel y discriminatorio que han recibido del sistema penal.
Tal vez, este alegato de Porcia, personificando al joven abogado Baltazar e instando a la clemencia al judío Shylock en El mercader de Venecia, sea útil para atemperar la discusión que se ha venido dando y que hoy resurge tras la instalación ayer de la Convención Constitucional, respecto del otorgamiento de un indulto general o amnistía para quienes permanecen privados de libertad por los disturbios originados en el estallido social de octubre de 2019.
La propiedad de la clemencia es que no sea forzada; cae como la lluvia del cielo sobre el llano que está por debajo de ella; es dos veces bendita: bendice al que la concede y al que la recibe.
Es lo que hay de más poderoso en lo que es todopoderoso; sienta mejor que la corona al monarca sobre su trono. El cetro puede mostrar la fuerza del poder temporal, el atributo de la majestad y del respeto que hace temblar y temer a los reyes. Pero la clemencia está por encima de esa autoridad del cetro; tiene su trono en los corazones de los reyes; es un atributo de Dios mismo, y el poder terrestre se aproxima tanto como es posible al poder de Dios cuando la clemencia atempera la justicia.
Por consiguiente, aunque la justicia sea tu punto de apoyo, considera bien esto: que en estricta justicia ninguno de nosotros encontrará salvación. Rogamos para solicitar clemencia, y este mismo ruego, mediante el cual la solicitamos, nos enseña a todos que debemos mostrarnos clementes con nosotros mismos. No he hablado tan largamente más que para instarte a moderar la justicia de tu demanda. Si persistes en ella, este rígido tribunal de Venecia, fiel a la ley, deberá necesariamente dictar sentencia contra el mercader aquí presente
Resulta decepcionante comprobar que nuestras autoridades, la generalidad de la clase política -en la que no escasean individuos con antiguos prontuarios de los más diversos grados, sin que jamás se vean privados de libertad-, así como los medios de información, prefieran personificar a Shylock, antes que mostrar la grandeza que la ciudadanía demanda y los tiempos exigen.
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