Chile es un país que se ha caracterizado en los últimos años por su apego a las leyes, convenios, tratados y a todo lo que se le parezca, siendo catalogado como un país serio y confiable, donde los empresarios pueden invertir sus fondos y buscar la mayor rentabilidad posible, lo que nos ha llevado a ser admirados en Latinoamérica y respetados en Europa. Según el último informe de transparencia internacional, nos encontramos en el número 21 de los países menos corruptos a nivel mundial, el mejor posicionado de América Latina.
Nuestro país, según todas las proyecciones -incluyendo las más pesimistas- crecerá este 2015 en promedio un 2,5%, lo que significa un mayor valor respecto de los países de Latinoamérica; de los cuales se espera un 0,9% aproximadamente, entre los cuales se destaca la desaceleración de Venezuela (-7%) y el gigante Brasil (-1%). Nuestra inflación se encontrará dentro de los niveles aceptados por el Banco Central como meta (cercanos al 4%), en donde no existen indicadores reales que nos hagan pensar un descalabro mayor. Por otro lado, el desempleo se encuentra dentro de los límites esperables en tiempos de recuperación económica mundial; cabe señalar que nuestro mayor comprador se encuentra inmerso en una de las crisis económicas más grandes de los últimos tiempos, y su crecimiento en 2014 fue el más bajo de los últimos 24 años, lo que afecta directamente a nuestro país e influye directamente en el sueldo de Chile, la libra de Cobre -la cual se transa en la bolsa de metales de Londres en uno de los valores históricos más bajos, estando cercano a su costo de producción, lo que indudablemente reciente las arcas fiscales-.Según el último informe del Programa de las naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD), Chile posee la tasa más baja de homicidios de la región, así como también los de victimización por robo.
Por otro lado, tenemos a los grandes empresarios quienes no escatimaron esfuerzos en desalentar a un Ministro de Hacienda y hacer lo propio con educación; así como también, con todo aquel que estuviera pensando una re-estructuración de sus maneras de obtener utilidades, ya que estas eran “Contra-Inversión” “Contra-Empleo” o “Contra-Crecimiento”, y olvidando que los estándares éticos nos llevan a que los países valen por su nivel de igualdad y no por la capacidad que tienen de acumular riqueza. Para esto, acuñaron frases, hicieron lobby y crearon videos sembrando una especie de campaña del terror la cual tenía por objetivo defender con uñas y dientes lo que legítimamente les pertenece, pero no entendiendo el paradigma que con una menor desigualdad se genera un win-win.
En la misma línea tenemos a los encargados de materializar el descontento empresarial, ciertos medios de comunicación -que sumado a lo anterior, agrega un tema profundamente alimentado-. Esto tiene que ver con la inseguridad como base de sustento de sus temores y aprehensiones. Según el último informe del Programa de las naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD), Chile posee la tasa más baja de homicidios de la región, así como también los de victimización por robo. Sin embargo, cuenta con la percepción de inseguridad más alta, superando incluso a Honduras, el país con peores índices delictuales de América latina, en donde se comete un homicidio violento cada 90 minutos. Es aquí donde los medios han jugado un papel importante, influyendo en la percepción del receptor, colaborando en el clima de descalabro económico y delictual.
Para los ciudadanos, las reformas dejaron de ser el aspecto más preocupante, dando paso a la delincuencia como tema a abordar; en mi opinión, ingratamente infundada. Chile es un país que cuenta con bases sólidas para realizar reformas estructurales, y es aquí donde la pregunta tiene sentido: ¿hay que aplicar gradualidad? Claro que sí, pero con el realismo fundado, preciso y concreto, no con aquel que unos pocos quieran hacer percibir.
Cuando uno de nuestros padres queda sin trabajo, renuncia a todo menos a la educación, ya que entiende que ahí está la base de la movilidad social. Es por esto que ningún Presidente o alguien que aspire a serlo, puede no tener su eje centrado en la Educación. Sin esto no hay futuro, y muy bien lo ha entendido la mayor parte de la clase política, quien a pesar de los obstáculos sigue adelante con la búsqueda de métodos que permitan lograr menor desigualdad. Estoy convencido de que a partir de estas reformas, Chile en 50 años más las agradecerá.
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