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La lucha de clases de Laurence Golborne

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La formalización de Laurence Golborne, en el marco del caso Penta, generó todo tipo de reacciones en las redes sociales. Unos pedían cárcel inmediata para el ex ministro, mientras otros insistían en la idea de que sólo un sector, el de la derecha política, era el que estaba siendo procesado en los casos de dineros irregulares que financian las carreras a cargos públicos. Nadie, sin embargo, se detuvo en lo curioso del caso particular de Golborne, el hijo de este Chile desclasado que incluso incurre en las malas prácticas de la clase dirigente para así ser más cercano a esta.

Sé que suena antojadizo, pero Laurence es la demostración de que la lucha de clases existe. Él es la muestra empírica de que hay una batalla que se da soterradamente y que muchos, como en su caso, han tratado de menospreciar para que desviemos la mirada de sus actuaciones. Sobre todo porque su entrega al relato oficial de cierta elite es tal vez la evidencia más clara de que hay algunos que están ganando esta lucha.

¿Qué habría pasado si el ex presidenciable de la UDI se hubiera quedado administrando la ferretería de su padre? Tal vez todo habría sido diferente para su vida. Si no hubiera sido educado por una realidad que convocaba a quienes provenían de comunas populares no sólo a prosperar, sino también a alejarse de lo que tuviera que ver con su historia y su pasado, a lo mejor el autodenominado salvador de “los 33” habría tenido otro futuro y no habría sentido las ansias de pertenecer a un lugar lejano del que se educó.

Golborne quería escapar de lo que fue. Todo indicaba que tenía que salir corriendo de su casa y su barrio para surgir. Él no quería quedarse pegado en su historia familiar. Al contrario, quería escribir otra. Quería liberarse de todas esas amarras que lo retenían donde no quería estar. ¿Conciencia de clase? No, gracias, eso era para los perdedores, para los que no entendían que en esta lucha era más conveniente tratar de unirse a los vencedores. A los que siempre habían ganado y seguirían haciéndolo.

Una vez que logró llegar donde quiso, Laurence quiso más. Si le decían que fuera candidato  a la presidencia no vio por qué no hacerlo. Total le estaba resultando bien el plan de no ser él y de haber escapado de lo que pudo ser.

¿Qué habría pasado si el ex presidenciable de la UDI se hubiera quedado administrando la ferretería de su padre? Tal vez todo habría sido diferente para su vida.

¿Boletas falsas? Bueno, ¿pero será seguro? Sí, sí lo es Laurence, le debieron haber dicho sus nuevos amigos. Esa es la manera en que se hacen las cosas por acá. ¿Y por qué no?, pensó. ¿Porqué no seguir con esto si ya lo había comenzado hacía años? Total cuando trabajaba como alto ejecutivo en un famoso supermercado tampoco había hecho cosas muy limpias y nadie le dijo nada en el momento. Nadie había reclamado porque estaba como cubierto por algo, por una especie de aura de poder que si bien la había escuchado a lo lejos en teoría, nunca le había tomada el peso en la práctica.

Laurence Golborne es un ser sumamente político y lo sabe. Ha tratado por años de decirnos que no, pero todas sus acciones han sido políticas y han ido a la par con este Chile.  Quizás por eso acusa que esto es un juicio por pertenecer al sector que del que forma parte. Ese sector del que renegó partidariamente, pero del que ha sido su principal militante ideológicamente desde antes de ser un rostro público.

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