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El boicot como placebo político

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La indignación es enemiga de la pasividad, y de tal sentimiento han surgido las más nobles e históricas proezas. Con todo, la indignación hecha voluntarismo acrítico puede acabar por construir espejismos de poder, acciones de enorme satisfacción momentánea para los actores que las ejecutan pero estériles en sus resultados. Algo así como el efecto de un placebo político, sin trascendencia ni daño alguno para los opresores y abusadores.


Mientras creamos que tenemos alguna capacidad de gobernar el mercado sin actuar políticamente, limitando nuestra acción a un ejercicio circunstancial de consumo indignado, las posibilidades de cambiar la realidad serán nulas. No alcanzará siquiera para dignificar moderadamente nuestra acción. Será simplemente un placebo.

Lo anterior aplica con todo rigor para la muy legítima pero inofensiva acción de abstenerse (durante 24 horas) de acudir a los supermercados. Aquella convocatoria a boicot surgió tras conocerse la colusión de precios en que estos han incurrido durante años.

La baja afluencia de compradores el pasado domingo (si es que se cumplió el objetivo) de seguro significa un impacto marginal comparado al robo sistemático del que hemos sido víctimas durante años. Debe de ser también marginal comparado con las cifras que arrojen los días posteriores, cuando cientos de ofertas busquen contrarrestar las posibles pérdidas del mencionado fin de semana. De hecho, los supermercados amanecieron hoy como si nada hubiera pasado: gente llenando sus carros, tal vez con un sueldo que no da otra opción que comprar los alimentos en cuotas.

La respuesta de la clientela, tan legítima como noble en sus intenciones, no se diferencia mucho de las irrisorias multas que los coludidos deben pagar cuando se les pilla. Mientras la sanción penal y social sea menor que el beneficio del robo sistemático y bien planificado, la fechoría sigue siendo muy rentable (el robo también es un asunto de economía de escala). Hasta donde se sabe, las farmacias y la industria del pollo gozan de buena salud pese a los llamados a boicot.

Ahora bien, si el impacto económico sobre los dueños no fue sustantivo ni tuvo la ilusa pretensión de serlo, la protesta al menos puede tener el mérito de una acción simbólica. Pero, ¿de qué sirve el simbolismo frente al robo permanente y tangible de quienes tienen el poder económico?

Aquellos que han hecho de la colusión de precios parte constitutiva del modelo de negocios saben que la impetuosa indignación del consumidor se resuelve siempre en el consumo. Y para bien de sus balances, en un mercado tan concentrado como el chileno, el manifestante castiga la marca pero acaba siempre comprando al mismo holding.

Una muestra de lo anterior: en respuesta a la colusión del papel higiénico, ¿cuántas alternativas tiene el chileno para higienizarse el poto?, ¿no acaba siempre entregándole su dinero a la empresa que monopoliza la producción del papel?

En un país donde el delito económico no enfrenta el problema de la puerta giratoria porque el delincuente no alcanza ni siquiera a entrar a una cárcel, la protesta del consumidor no es más que la triste elección de la salsa con la que lo van a cocinar al día siguiente.

En el caso de los supermercados el asunto parece diferente, pero no lo es tanto. Ante la colusión del sector, más de alguno citó el supuesto potencial subversivo de volver al almacén del barrio. Pero, en un mercado de las características descritas ¿No compra el almacenero sus productos en los supermercados mayoristas, también partícipes de la colusión y de propiedad del mismo grupo económico? El almacenero es tan víctima de este robo como nosotros, de modo que comprándole a él no dejamos de comprarle al supermercado, y ambos le pagamos al mismo empresario coludido. Así ocurre cuando unos pocos convierten al país en un boliche y además se permiten ser los dueños de ese boliche por completo. Lo que hay que modificar es la estructura productiva, las relaciones de poder; nada de aquello se altera sustantivamente por el hecho de cambiar de proveedor (menos aun en el marco de situaciones monopólicas, oligopólicas, duopólicas o de colusión permanente).

Pero, todo el ejercicio ilusorio de poder descrito se convierte en anécdota al examinar otro asunto más delicado. Considerar este tipo de acciones una medida política ya no solo preocupa en cuanto a su ineficacia sino además en cuanto a la peligrosidad de sus pretensiones. Y es que las acciones como consumidores no pueden sustituir la acción política y sus efectos. O, dicho de otro modo, la práctica política no puede confundirse con la conducta de un grupo de consumidores que decide modificar sus elecciones dentro de un supermercado (aun cuando podamos decir que las motivaciones para realizar aquello sean políticas).

Es precisamente por lo anterior quizá que este tipo de acciones, además de ineficaces, resultan de una convocatoria digna de frustración. Lo primero porque coordinar acciones como consumidores resulta tremendamente difícil, toda vez que los consumidores acuden al supermercado o al retail en su calidad de individuos y no como un colectivo político. En el mercado no priman relaciones de cooperación sino de competencia y las personas acuden en razón de su poder adquisitivo. Es este último elemento el que define las dinámicas de inclusión y exclusión en los espacios de consumo, así como la posibilidad de sumarse o restarse de participar de estas acciones de protesta.

Para quienes no confían en partidos y organizaciones políticas (sean estas tradicionales o nuevas), la participación en asociaciones de consumidores podría ser una opción a considerar. Hay unas cuantas que llevan años tratando de erradicar aquellas disposiciones ventajosas al abuso de las empresas sobre los consumidores. Con los límites que todos conocemos a la hora de cambiar nuestras leyes, hay allí un esfuerzo que no deja de ser sistemático y que busca generar efectos permanentes. Lo más importante de todo, los asuntos relativos al consumo son abordados políticamente.

Mientras creamos que tenemos alguna capacidad de gobernar el mercado sin actuar políticamente, limitando nuestra acción a un ejercicio circunstancial de consumo indignado, las posibilidades de cambiar la realidad serán nulas. No alcanzará siquiera para dignificar moderadamente nuestra acción. Será simplemente un placebo.

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Comentarios

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solopol

12 de enero

La verdad le encuentro razón a tu columna, es un acto más bien simbólico y por ahora inofensivo, pero ya cerca del final de tu artículo entendí que tu crítica va por otro lado. Sí, es cierto, el boicot no va a cambiar la forma de actuar de los supermercados, pero cuidado que este tipo de acciones sí pueden cambiar la sociedad. Las personas no somos conscientes del poder económico que tenemos, nosotros alimentamos estas industrias. Lejos de lo que las grandes fortunas dicen que crean empleo o que pagan los impuestos con lo que se financia todo, en realidad somos las personas como grupo las que financiamos a las empresas con nuestras decisiones. Por ejemplo, cuando se critica a ciertas marcas emblematicas y se les compra igual, o cuando se critica a ciertos medios de comunicacion pero la gente sigue adquiriendolos o incluso dandoles entrevistas. Si tomásemos otro tipo de decisiones, las cosas serían muy diferentes, decisiones como qué comprar, a qué banco ir, para quién trabajar, si bien en algunos casos no hay muchas opciones, depende también de la dinámica, además de que existen personas que pueden tomar esas decisiones más fácilmente que otras. No estoy diciendo que la política no sirva, al contrario, pero ojo que tanto poder tenemos politicamente como economicamente. Un solo ejemplo, se dice que los libros son caros y creo que es cierto, pero cuantos libros se pueden comprar al mes en vez de Coca Cola , a quien decides financiar?

solopol

12 de enero

Tampoco una acción colectiva de este tipo es individual, lo es pero también se hace con miras a un sentido común, el dinero y nuestras decisiones económicas pueden hacerse con un sentido comunitario, social. Y también es un acto político, a otra escala pero político al fin y al cabo. Dudo mucho que quienes hagan este boicot, inofensivo, sí, no tengan interés por la política, pero cuidado que es inofensivo porque es puntual, porque es incipiente y porque es nuevo, yo me atrevo a anticipar que en algunas décadas esto va a ser una forma muy fuerte de poder, de ejercer tanto el poder político como el económico que tenemos, y del que aun no somos muy conscientes, me incluyo. Saludos

12 de enero

El tema del placebo es muy atingente.
El real boicot sería dejar de comprar. Porque comprarle a otro, que en general es mas caro, no es una actividad que se realizará continuamente.
Y, para dejar de comprar, hay que dejar de consumir….¿quien se quiere bajar del carro del consumo, y empezar a producir (= gastar tiempo y recursos) por su cuenta?..
Es una falsa ilusión de poder, alimentada por una neoética, donde ahora los poderosos son lo peor, y sus actos ilícitos deberían ser pagados con sangre, siendo que muchísimos actúan en forma deshonesta, tanto para subirse al transantiago, como para comprar en el supermercado con factura, como para ponerse a la cola de un subsidio sin merecerlo, etc. Una suerte de circo romano, donde todos tiran piedras hasta que les empiezan a caer a ellos.

solopol

12 de enero

Encuentro gracioso su comentario, Arturo, ya que «consumir» no tiene una connotación negativa per se, consumir en un sentido económico tiene un sentido muy claro, y no se «consume» porque uno vaya a un mall, si uno va a una feria también se consume, o si voy a una feria artesanal también estoy consumiendo. Por tanto lo que usted afirma de que no se puede dejar de consumir no tiene sentido, es claro que nunca se va a dejar de consumir, lo que parece es que usted asimila el «consumir» con comprarle a persona o empresas de cierto perfil, y eso no es verdad… uno puede consumir libros, música, puede puede consumir un charango, en un sentido economico, es consumo. Por supuesto que nunca se va a dejar de consumir, vaya idea, lo que sí va a pasar en algún momento, ojalá, es que todos tomemos mejores decisiones sobre a quién consumirle y por qué.

12 de enero

Estimado Gio
Me refiero PRECISAMENTE a dejar de consumir. No a consumir en un lado distinto.
Los Supermercados crecieron precisamente por ofrecer mejores condiciones comerciales: Precio, crédito, comodidad, limpieza, etc. Obviamente a muchos, en especial a generaciones mas jóvenes, se les olvidó o no vieron lo que era ir a comprar a ferias insalubres de los años 60 y 70 (regadas todas las verduras con agua del Mapocho..). Ir a comprar a un comercio distinto para castigarlos durará lo que dura un candy, pues la oferta de valor es muy superior; entonces, solo algunos que prefieran pagar mas, o no les importe la comodidad, optarán por esto en el tiempo.
Luego, lo que argumento es que el real boicot es dejar de comprar. Y eso se logra mediante una autarquía hogareña, o quizas siendo un asceta.
Saludos

solopol

15 de enero

No soy un fanatico de las ferias Arturo pero lo que usted afirma no es cierto. Las verduras y frutas son mas baratas en las ferias, y de mejor calidad. En cuanto a comodidad, depende, hay ferias que son un caos asi como hay supermercados atestados y desagradables. Hay supermercados que han tenido problemas con ratones, con el procesamiento de la carne la cual estaba vencida y mezclaban con carne fresca, lo cual se denuncio en la TV hace algunos años. Las ferias no son un invento chileno o latinoamericano, tampoco la vega o el mercado central, en paises desarrollados hay ferias y mercados similares. Por supuesto que nadie podria cultivar sus propias verduras solo, eso se llama autarquia, pero recuerde que una feria es un mercado, que responde a sus mismas leyes. No entiendo por que tendrian que ser los supermercados de derecha y las ferias de izquierda, en los supermercados se venden cosas utiles, salvo las frutas y verduras que son caras y de mala calidad. Y en cuanto a los mall, yo no tengo nada contra los negocios o tiendas del mall, si contra el concepto: cerrado, sin ventanas, privatizado, en vez de ocurrir junto a una calle o plaza. Decidir no comprar en ciertos lugares o a ciertas empresas es simplemente un derecho que hay que saber usar bien, es usar un poder de forma consciente sabiendo que puedo ayudar y beneficiar en el mercado a empresas o productos mejores. Saludos

13 de enero

Si, es un acto simbólico, pero no está tan claro que simboliza: ¿Que leemos las noticias? ¿Que estamos dispuestos a permanecer sin comer porque hay colusión de empresas alimenticias? . Que frase perfecta de Arturo mas arriba: «Una suerte de circo romano, donde todos tiran piedras hasta que les empiezan a caer a ellos.»

Saludos

13 de enero

Poco podemos hacer mientras nuestra democracia esté secuestrada por los grandes inversionistas y grandes empresarios, que son nuestro poder en las sombras, quienes controlan a nuestros legisladores.

Un artículo complementario: http://www.elquintopoder.cl/sociedad/chile-no-es-una-excepcion-al-tener-democracia-para-el-1/

Saludos

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