«La Presidenta nos ha dicho que no descarta la Asamblea Constituyente» así tituló un diario de circulación nacional una entrevista al presidente del Partido Comunista Guillermo Teillier, a renglón seguido el presidente de la Democracia Cristiana respondió criticando la pertinencia y la correspondencia de que fuese Tellier quien hiciera esas declaraciones.
Más allá de si dijo o no dijo, si era pertinente o no, lo importante acá es que para la máxima autoridad de la Institucionalidad Republicana de Chile, el mecanismo para modificar la Constitución a través de la Asamblea no ha sido descartado, y eso lo dijo ella durante el debate programático en su campaña presidencial, con el eufemismo de «democrático, participativo e institucional».
Y sin quedarnos en los debates técnicos del cómo realizar dicho proceso, lo importante es la manifiesta voluntad tanto política como popular, de que en Chile hay que cambiar las bases del modelo neoliberal.
Para seguir abultando, hace un par de semanas atrás otro presidente de Partido cuando le espetaban sobre el actuar de la Nueva Mayoría en el parlamento, dijo: «Nosotros no vamos a pasar una aplanadora, vamos a poner aquí una retroexcavadora, porque hay que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura.»
Y sigo, las movilizaciones de miles de chilenos en años anteriores han venido a indicarnos lo mismo, los resultados de las elecciones recién pasadas, los niveles de abstención que reflejan un hastío del pragmatismo político, y un sinnúmero de hechos nos vienen a ratificar que en Chile se ha dicho ¡basta!
Sin embargo, existe una diáspora ideológica del neoliberalismo, que no nos da un futuro próspero, hay una gran dispersión de proyectos políticos, de partidos políticos, colectivos, movimientos, agrupaciones y demases. Lo que nos augura que tenemos un camino largo por recorrer para que nos pongamos de acuerdo, sin contar con la momificación institucional e ideológica de la UDI que está atrincherada en su rincón ideológico.
Hoy algo tenemos muy en claro, la hegemonía ideológica está en disputa, existe un caos ideológico.
Es necesario, ir saliendo de dicho caos, pues tal como decía Gramsci “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Y esto no es baladí, pues más de algún dirigente de la momificada derecha dice con entreveros de amenaza que la Nueva Mayoría es como la Unidad Popular y que si no dialogan con ellos, esto puede traer serias consecuencias para la democracia.
Los que nos encontramos en la no derecha, debemos poner nuestras ideologías sobre la mesa e ir construyendo un programa, trabajar en fortalecer un movimiento social que impulse dicho programa de transformación social, pues hoy existen cambios, sin embargo son pequeñas escaramuzas que no posibilitan cambios de mayor profundidad
En este contexto, los que nos encontramos en la no derecha, debemos poner nuestras ideologías sobre la mesa e ir construyendo un programa, trabajar en fortalecer un movimiento social que impulse dicho programa de transformación social, pues hoy existen cambios, sin embargo son pequeñas escaramuzas que no posibilitan cambios de mayor profundidad.
Sin eufemismos ni vacilaciones, debemos poner sobre la mesa un proyecto socialista. No el socialismo «del siglo XXI», sino que el “socialismo en el siglo XXI”, teniendo en vista nuestro pasado, presente y futuro.
Es necesario volver a traer de vuelta la utopía de ese mundo socialista donde el hombre sea el centro de nuestro actuar, aquella utopía que nos acribillaron y que reemplazaron con un fin de la historia que nunca llegó.
Sin utopía (en palabras de Joan Manuel Serrat) simplemente nuestra vida sería un ensayo para la muerte.
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Roberto Valenzuela L.
Creo que no se debe caer en el error del siglo xx, pensar que la utopía nos hará libres sobre la base de destruir todo lo que no quepa en el «molde» que nos da. El capitalismo es la mejor herramienta para generar riqueza, si bien es inepta para distribuirla, es insuperable en ello que le es propio. Una nueva visión debe tenerla como herramienta para sostener en el tiempo las políticas sociales del estado.