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Clase política, mala clase

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Hay quienes hablan de una “clase política”, pero eso es inexacto y un insulto para las verdaderas clases sociales. Las cuatro clases fundamentales, con respecto a la propiedad de los bienes de producción, son:burguesía; trabajadores asalariados; terratenientes; y campesinado.

Durante los siglos XIX y XX esa fue la base de los análisis económicos, políticos y sociales. Posteriormente, durante el XX y comienzos del XXI aparecieron diversas capas sociales y especialidades derivadas de los cambios tecnológicos ocurridos en la base de la estructura económica, fortaleciéndose así los grandes comerciantes y el retail; las empresas aseguradoras y reaseguradoras, eso por la parte de la burguesía.

En cambio, por el lado de los trabajadores, aumentaron los empleados especializados y técnicos; surgieron los “managers” y administradores; los tecnólogos de diversa índole; los profesionales universitarios que deben trabajar como empleados delos capitalistas y terratenientes.

En el lado de estos últimos, debido a los cambios tecnológicos y de la propiedad de la tierra, se incrementó el rol de los que explotan más sistemáticamente la tierra y las aguas; se fortalecieron así las empresas forestales, papeleras, pesqueras; enfocándose gran parte de la producción de frutas, vinos, peces y madera hacia la exportación.

Como reflejo de estos cambios en la agricultura, pesca, silvicultura, etc., los campesinos pasaron a asumir roles muy parecido a los de obreros industriales.

Ahora bien, ¿cuántos de los integrantes de estas cuatro clases fundamentales están en el Congreso? Yo diría que ninguno. No están en las cámaras los miembros de las seis grandes familias que concentran en sus manos la riqueza nacional (Paullman, Luksic, Solari, etc.). Por el lado de los miles de las familias más pobres, tampoco (no hay obreros, campesinos ni estudiantes en el Congreso Nacional). En cambio, la inmensa mayoría de los profesionales, managers y empleados que han servido y sirven todavía a las clases fundamentales, tienen alcaldes, concejales, diputados y senadores (la también mal llamada clase media). Entre ellos, los integrantes de partidos políticos no representan ni el 5% de la población.

La excepción que confirma la regla es nuestro Presidente de la República. El es empresario y político.

No obstante, la parte más grande de la torta la mueven las grandes empresas transnacionales, independientemente de la nacionalidad de sus accionistas o incluso de sus propios gobiernos nacionales.

El gigantesco grupo de los “representantes políticos” chilenos ha dado cobertura a diversos escándalos y crisis en casi todos los sectores de la economía.

Pero no sólo ha ocurrido en la economía, sino como consecuencia en la política. ¿Cómo catalogar sino a lo expuesto por Cristian Warnken en El Mercurio, donde denuncia el alcalde de Puerto Aysén que reclama por que una coima de 3 millones es muy chica? ¿O al ex alcalde de Coquimbo que debiendo 200 millones de pesos, llega a vicepresidente de la Cámara de Diputados?

No es para sonrojarse, sino para enfurecerse que tamaños próceres pretendan seguir dirigiéndolos destinos del país. Estos destinos dependen básicamente del único soberano que es el pueblo.

El ejercicio de la soberanía “se realiza por el pueblo a través del plebiscito y de las elecciones periódicas” dice el artículo 5 de nuestra Constitución. Pero los líderes políticos se han encargado de cerrarla puerta a la elecciones libres. Las elecciones periódicas, como forma aceptada por la Constitución, están siendo invalidadas por sus propios clientes frecuentes.

El ejercicio de la soberanía “se realiza por el pueblo a través del plebiscito y de las elecciones periódicas” dice el artículo 5 de nuestra Constitución. Pero los líderes políticos se han encargado de cerrarla puerta a la elecciones libres. Las elecciones periódicas, como forma aceptada por la Constitución, están siendo invalidadas por sus propios clientes frecuentes.

No hay “representantes parlamentarios” legítimos que merezcan esa clasificación, salvo contadísimas y honrosas excepciones. Nadie tiene el derecho de “el que tiene mantiene” y no existe la propiedad de “los cupos” en la Constitución ni en la ley de elecciones.

Si se harán o no elecciones primarias de algún tipo, o si se logrará cuantificar los votos “objetados” por llevar las letras AC, o si la lucha se prolongará por meses o años, está por verse.

Para una nueva Constitución el pueblo soberano debe hacerse cargo de modificarla y, si es necesario, hacerla de nuevo. Esto no ha sido nunca hecho en los 200 años de historia que tenemos, pero ahora debemos ponernos en nuestro real papel de rectores de nuestro destino.

En el siglo XXI los ricos “notables” criollos se ocultan detrás de sus managers y representantes, mientras los soldados a quienes Pinochet llamó los “garantes”de la democracia no sabrían ni que hacer porque no hay una “doctrina de la seguridad nacional” ni una Escuela de las Américas que les sirva de brújula.

No se trata de poner frente a frente a capitalistas y obreros (siempre lo hemos estado); ni se trata de enfrentar a partidarios del libre mercado contra los partidarios de un Estado protector. Se trata de que participantes de todas las organizaciones sociales, patronales,laborales, vecinales, educacionales, militares, etc. no importando su clase social de origen, asumamos un rol activo y levantemos propuestas programáticas sobre las cuales voten en un gran plebiscito nacional todos los ciudadanos que quieran ejercer su derecho.

Los grandes ausentes de tal plebiscito nacional deben ser los propietarios, accionistas y managers de las empresas capitalistas foráneas (mineras, aguas, seguros, comunicaciones,concesionarias de transporte), los trabajadores extranjeros que no tengan su documentación al día. Los chilenos “soberanamente” debemos decidir que se hará en la Constitución con las formas de propiedad y los mecanismos de regulación y fiscalización.

No le debemos pedir permiso a nadie, sino a nuestras propias conciencias.

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3 Comentarios

peon

Mejor sería debatir todo lo que se deba en una Cámara Ciudadana Digital. Así, la preocupación es solamente una: crearla…

Un «gran plebiscito nacional» me suena a gran fiasco. El día del cuesco se haría y en segundo lugar, dejaría una serie de temas fuera de lugar, por no ser de orden nacional…

Por último, cuando se dice clase política, todos entienden a qué se refiere…

Alfredo A. Repetto Saieg

Si estamos dispuestos a luchar por una Asamblea Constituyente Autoconvocada, es decir, que surja desde las entrañas mismas de nuestro pueblo, que a su vez reafirme la necesidad de organizar políticamente el movimiento social como única alternativa real de cambios democráticos, para conquistar ese país inclusivo, popular, soberano e independiente por el que combatimos, me parece que tendríamos que aclarar un par de cuestiones que el autor de este artículo omite pero que en lo personal me parecen importantes. Lo primero es que todos los que vivimos de un salario, sea mínimo o de cierto privilegio, somos trabajadores. En ese contexto la lucha debe ser por la unidad y por la organización de los asalariados como clase social, entendidos además como esa mayoría que protagonizamos la historia en la medida que tomamos conciencia de que efectivamente somos los que ponemos en movimiento o paramos un país porque sencillamente somos quienes generamos las riquezas.

La otra cuestión es que bajo el régimen neoliberal la concentración de la propiedad es de tal magnitud que la mayor parte de los políticos que nos gobiernan no solo son representantes de la élite- de quienes viven a expensas de nuestro esfuerzo- sino que también son parte de la misma. ¿No son acaso la mayor parte de los dirigentes de la Concertación y de la Alianza dueños o accionistas, directores o funcionarios de las escuelas y universidades privadas, de las isapres y de las AFP? De hecho, están involucrados en cuanto negociado existe en Chile. La batalla es la misma de siempre: entre los dueños del capital y los trabajadores. Nuestra ventaja es que somos nosotros, los que vivimos de un jornal, los que generamos esos capitales. ¿Porqué entonces no tomar lo que nos corresponde? ¿Porqué no decidir nosotros mismos las bases de la institucionalidad y de la convivencia entre los chilenos?

    Enrique Cisternas Cifuentes

    Alfredo: Me sorprende que digas que omití que todos los que vivimos de un salario, sea mínimo o de cierto privilegio, somos trabajadores. En realidad cuando digo que desde hace muchos años estamos enfrentados los trabajadores y los propietarios de los medios de producción, es precisamente eso (lucha de clases). Lo que dices del régimen neo liberal es cierto y hoy por hoy estamos precisamente luchando por que la «democracia directa» (o participativa), compite o colabore con la «democracia representativa», según corresponda. Pelear desde la calle o desde los salones del Poder es igualmente válido, si nos permite avanzar hacia un nuevo Estado (no sólo un nuevo gobierno).