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Chile 2013: Apuntes de Gastronomía Electoral

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Las elecciones presidenciales 2013 en Chile huelen a cocina rancia. Los mesones y hornos parecen limpios; las ensaladeras, ollas, cucharas y cuchillos parecen brillar reflejando la luminosidad que se cuela por las ventanas. Las verduras parecen frescas,enviadas directamente desde bio-huertos y las carnes parecieran provenir de animales criados sin estrés. Pero, “todo parece”. En un país donde es más importante parecer que ser, el dominio de las apariencias hace las veces derecurso político.

La caída del presidenciable del partido de derecha UDI, Laurence Golborne, abre una brecha en ese mito manoseado de las artes de aparentar. Porque, aunque podamos saber a cabalidad algo, tenemos la costumbre de hacer como que no sabemos. Finalmente, la tienda de calle Vicuña Mackena tuvo que reconocer que el candidato de la sonrisa exultante había sido gerente general del holding Cencosud, el artefacto de dominación de Host Paulmann que -como un matón de cuello y corbata- metía unilateralmente su mano en la exigua billetera de miles de familias chilenas. Golborne respondió como todo lacayo colmado de prebendas: que sólo era un simple directivo y que seguía las directrices del señor feudal. Finalmente, se hizo público su patrimonio millonario no declarado en la Islas Vírgenes Británicas, hundiendo definitivamente su candidatura para dar paso a dos figuras controversiales: Andrés Allamand y aPablo Longueira.

¿Qué tienen de controversiales? Allamand y Longueira surgen como los dos saludables platos del menú de la derecha chilena. El primero es cofundador en 1987 de Renovación Nacional, al alero de Sergio Onofre Jarpa. El segundo es el entonces jovencito gremialista que en Chacarillas rindió un caluroso y fascista homenaje al dictador, siendo ungido con posterioridad y por un muy encandilado Jaime Guzmán. Como tenemos el hábito de la amnesia y un desprecio desmesurado por la historia, nos cuesta recordar que estos dos otrora ardientes promotores del “Sí” a la continuidad de Pinochet en1988, ahora constituyen los más acérrimos defensores del modelo heredado por la dictadura. En términos culinarios, un plato recalentado en las oficinas de pinochetistas nostálgicos, defensores de la Constitución castrense y comisarios de las políticas neoliberales de Chicago.

Sin embargo, la indigestión puede tener otros orígenes. Presionados por las movilizaciones sociales más importantes de los últimos cuarenta años, la oposición al gobierno de Piñera tuvo que revisar la cocina donde diseñan -con apariencia de progresismo- sus recetas neoliberales. Una de las promesas gastronómicas más importantes de Michele Bachelet es una comisión de destacados juristas para la elaboración de una nueva Constitución. El dilema es si esta nueva carta fundamental se elaborará entre las clásicas cuatro paredes o mediante una asamblea constituyente. Esta última posibilidad tiene al socialista Camilo Escalona con el estómago descompuesto. Es que Escalona –para desgracia de las bases militantes del PS chileno- terminó llevándose la palabra “socialista” para la casa. Primero, se opuso a una asamblea constituyente, atribuyendo esta iniciativa a un grupo de entusiastas consumidores de opio. Y cuando la ex presidenta abrió el flanco a la discusión sobre esta última fórmula democrática (que promueve el jurista Fernando Atria), Escalona furibundo vaticinó la caída estrepitosa de la institucionalidad chilena.

Desde esta perspectiva, el aroma del llamado establishment político denota el uso de ingredientes con fechas de vencimiento caducados. No hay proyectos políticos, sino meros proyectos electorales. Y eso constituye un problema de salud pública para la sociedad y la política chilena. Es como comer comida chatarra durante cuarenta años. Por eso la postulación presidencial del economista y activista político Marcel Claude parece ser un condimento de hierbas finas vertido en los rancios platos de una mesa mal servida. No encaja, no se entiende, incomoda y hasta asusta. Y el sabor transformador de sus ingredienteses muy tentador para nuestro exiguo paladar. Marcel Claude es claro: Asamblea constituyente, nacionalización de recursos naturales, fin de la AFPs, sistema de salud público, reforma tributaria profunda, educación pública, gratuita y universal, entre otras propuestas muy saludables de digerir.

No hay proyectos políticos, sino meros proyectos electorales. Y eso constituye un problema de salud pública para la sociedad y la política chilena. Es como comer comida chatarra durante cuarenta años.

Muchos esperamos que esta refrescante receta política apoyada por los movimientos sociales chilenos, no sea un golpe nutricional demasiado fuerte para nuestros grasosos estómagos de inquilino. Esto no es broma: póngale ojo y coma bien.

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Fotografía: Philine von Düszeln

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