Si alguien tiene la oportunidad de grabar un acto de violencia física y psicológica hacia un menor, ¿por qué no lo lleva ante las autoridades? Y si fue un menor quien grabó las escenas, ¿cómo es que el adulto más próximo a éste no hizo algo al respecto? ¿Será Facebook realmente un medio para hacer justicia en este caso y justicia en general?
Desde que comencé a tener una cuenta en Facebook estoy acostumbrada a ver diferentes videos, de diferentes personas: música, películas, momentos familiares, etcétera. Hoy no me sorprende que podamos perpetuar la vida a través de una cámara y de las memorias USB. Particularmente crecí en una época y contexto en los que la tecnología era asunto digno de admirar. Hoy no. Hoy no admiro para nada la tecnología y no creo que haya alguien que realmente quede perplejo con los adelantos; en parte porque el cine se ha encargado de educarnos en este ámbito e incluso los mismos dibujos animados de antaño. La tecnología por la tecnología no es nada si no permite comunicar, ya sea individualmente o en masa. Facebook hace esto: permite que sus usuarios se sobrealimenten de información a la vez que vacían la propia. Sabemos mucho y no sabemos nada al mismo tiempo. Todo depende de a qué estamos suscritos o quiénes son nuestros “amigos”.
Hace algunas semanas he puesto mayor atención a los videos compartidos en Facebook. Particularmente me ha llamado la atención que la mayor parte de los que son compartidos en la fiebre del “comparta y difunda”, corresponden a maltrato animal e infantil. Y aunque sé que el maltrato hacia los animales es asunto terrible, me ha sorprendido encontrar videos en los que se expone a padres y/o madres golpeando a niños pequeños aparentemente por ninguna razón. Son videos de 5 a 15 minutos promedio de violencia física y verbal a pequeños de 6 u 8 meses, hasta niños de 6 años. Lo realmente sorprendente es que quien comparte lo hace porque uno de sus contactos lo recomienda para “que se haga justicia”; literalmente dice “difundir para que se haga justicia”. Pero es terrible; es, como mínimo, cometer otro acto de violencia ver ese tipo de video. Y más terrible aún, cuándo se comparte y difunde dicho video, ¿cómo y cuándo sabemos si se hizo justicia? ¿Conocemos, al menos, si los videos corresponden a algún lugar de nuestro país? ¿Vale la pena entonces difundir un acto deplorable si no tenemos la seguridad de cómo va terminar o si es que terminará?
Fíjese en lo siguiente: según un estudio realizado por UNICEF Chile, correspondiente a 2012, un 29% de los niños no son víctimas de maltrato en su hogar, mientras que un 71% sí recibe algún tipo de maltrato físico y psicológico. Según este mismo estudio, un 25,9% de niños y adolescente recibe violencia física y psicológica grave, un 25,6%, violencia física leve y un 19,5%, violencia psicológica. Dados estos datos, las dudas que continúan acechándome son: si alguien tiene la oportunidad de grabar un acto de violencia física y psicológica hacia un menor, ¿por qué no lo lleva ante las autoridades? Y si fue un menor quien grabó las escenas, ¿cómo es que el adulto más próximo a éste no hizo algo al respecto? ¿Será Facebook realmente un medio para hacer justicia en este caso y justicia en general?
No soy experta en uso de las tecnologías de la información, y cada vez que he querido llegar a la fuente primaria de la publicación, se me hace imposible. Es interesante preguntarse si en el futuro cercano tendremos acceso a videos o fotografías concernientes a otros factores de riesgo de violencia, como el alcoholismo y la drogadicción, o peor aún: el abuso sexual.
Mientras tanto estas cifras y, sobre todo, estos videos deambulen por la red y sea tan fácil acceder a ellos, una inquieta usuaria se pregunta de realmente vale la pena exhibirlos, simplemente porque desconozco si su fin se concreta. Si alguien puede asegurármelo con pruebas confiables, se lo agradeceré enormemente, puesto que como madre de dos niños y como persona que trabaja con adolescentes, haré algo más que compartir y difundir a la ligera, en lugar de criticar… y de no saber.
Comentarios
09 de febrero
Entiendo el sentido del artículo, y estoy de acuerdo en gran parte, en lo referido a la responsabilidad de las personas que graban y posteriormente difunden los videos.
Sin embargo discrepo en el sentido de el deseo de compartir o apoyar este tipo de videos. Ahi no se trata de «hacer justicia», sino de instalar y compartir puntos de vistas morales y/o ideológicos. En este sentido la difusion d videos, fotos e historias, cumple un fin más similar a la publicidad de beneficio público.
Por ejemplo, los reportajes sobre niños de la teletón no influyen en el tratamiento, pero sí en crear conciencia en la necesidad de ayuda económica por parte de la institución.
+2
09 de febrero
Valoro, el artículo, pero no comparto la línea matriz, del mismo, si es por el sujeto, que comparte el video, no puede objetarse, y por el que lee, es mejor enterarse, el no compartir por desconocer su origen, es no confiar en el criterio del lector, si su origen es siniestro, ya aparecera alguién que lo descubra, y pueda desenmascararlo, es la nueva tecnología, la mas demócratica, todos pueden acceder a ella, no requieren costosos colegios, para tener conocimiento, se debe saber, por si mismo, lo que esta pasando, y para ello hay que aprender a diferenciar lo verdadero de lo real, y ello so logra con información, buena y mala, la una sin la otra no sirve para aprender
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