Un país que tiene como ideal la justicia y la libertad debe construir una sociedad que persiga dichos objetivos. Los tributos son un sistema creado para dotar al Estado de medios económicos para enfrentar sus cada día más variadas tareas. Cualquier sistema social que aspira a la coherencia, busca tener equilibrio entre sus diversos subsistemas. Hoy el Estado chileno no tiene dicha coherencia a la hora de enfrentar sus desafíos como sistema social.
Chile aspira al desarrollo, aunque dicho desarrollo no es una cuestión de la cual se tenga un consenso respecto del contenido del concepto. El desarrollo tiene que ver para algunos con meras cuestiones de orden macro-económico y para otros existe una idea humana de dicho estado. Mi posición se acerca mucho más a la segunda idea, por lo cual la necesidad de contar con un sistema tributario distinto al actual ha sido y es urgentemente necesario e importante.
Si adherimos a la idea de que desarrollo es igual a buen vivir, calidad de vida, felicidad, y contar con unas bases económica, social y política para construir nuestros propios sueños, llegaremos con total normalidad a la conclusión de que es necesario transformar nuestro sistema impositivo actual para hacer frente de manera coherente los objetivos de ese desarrollo país. Sin embargo, aquí debemos aprovechar el filón, sabiendo que un desarrollo con buen vivir también integra la variable medioambiental, por lo cual nuestra reforma tributaria también requiere ser verde.
Varios países europeos en su momento adoptaron estás medidas. La tributación ambiental tiene como principal objetivo el mismo que todos los impuestos, recaudar, pero el fin de esta recaudación se utiliza para mitigar y en algunos casos compensar el daño ecológico que provoca la acción humana. Por lo cual una reforma tributaria verde en nuestro país requiere de una reforma constitucional que cambie la imposibilidad actual de no afectación de los impuestos a cuestiones específicas, abriendo de manera directa o como excepción la posibilidad de que impuestos verdes sean utilizados en políticas públicas medioambientales. Así se consagraría una máxima utilizada por aquellos países desarrollados a los que tanto nos gusta mirar: el que contamina paga.
A diferencia de las multas que el actual sistema chileno tiene para castigar a quienes incumplen la normativa, la idea de tributos ambientales busca adelantarse, no sólo castigar, y tiene un fin mucho más pro-activo en la utilización de dichos recursos. Dicha reforma también debe tener un amplio componente descentralizador, pues son los territorios los mejor preparados para saber dónde deben inyectarse los recursos y la naturaleza de los bienes ambientales a resguardar.
Chile estaría adelantándose a algunos acontecimientos de alta probabilidad en estas materias, ya que en el periodo post protocolo de Kyoto, los países desarrollados (hoy en crisis) desean proteger tanto sus productos como su competitividad, creando las tasas verdes de entrada a todos aquellos productos que sean elaborados con huellas ecológicas mucho más grandes que las suyas y por lo cual mucho de lo que exportan tendrán que tener cánones muchos más rigurosos. Varias empresas ya se están adelantando a estos escenarios posibles.
La reforma tributaria verde avanzaría en la dirección correcta de un desarrollo sustentable que no sólo reacciona ante el daño, sino que se adelanta y genera acciones con recursos disponibles para la conservación de nuestro medioambiente.
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