Hace unos días atrás publiqué en mis redes sociales el título de esta misma columna. Causó mucho revuelo sobre qué significaba esto de que la Constitución debe ser ecológica, feminista y científica. Por lo que me parece apropiado explicar lo que pienso al respecto a través de las siguientes líneas.
[texto_destacado]La posibilidad de una nueva Constitución para Chile, abre una oportunidad excepcional de volver a construir un contrato social basado en un marco jurídico que resuelva y acabe con las ataduras de la dictadura, consagre valores y principios fundamentales sobre derechos, garantías y oportunidades de bienestar social para todas y todos los chilenos, logre reposicionar el rol del Estado como uno garante de derechos, protector del bien común y generador de un nuevo modelo de desarrollo basado en principios de equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental. Abre la oportunidad de crear un sistema político flexible y adaptativo a los cambios mucho más dinámicos que tiene el presente y que nos desafiarán en el futuro. Pero todo eso, todo esto que he nombrado, es en una mirada más bien retrospectiva, corrigiendo todo aquello que hacia atrás no se pudo resolver adecuadamente. La nueva constitución entonces responde a corregir, pero también a replantear el futuro de Chile.
Ecológica
Pero nuestro país no vive sólo en el Universo, es parte de un planeta, y nuestro planeta se encuentra hoy en un riesgo climático grave producto de las formas de producción y crecimiento que los seres humanos en la Tierra hemos desarrollado. Por lo tanto, la nueva Constitución de Chile debe ser ecológica, porque debe responder justamente a ese desafío, resguardando que el desarrollo económico y social del futuro sea equilibrado con la protección ambiental, dando sostenibilidad a partir de garantías constitucionales. Debemos entender e instalar un nuevo modelo de desarrollo basado en el conocimiento, en el aprovechamiento de los saltos evolutivos de la tecnología y que ellos estén de la mano con una producción sostenible en todo ámbito. No basta con la actual declaración de que tenemos derecho de vivir en un ambiente libre de contaminación. Debemos ser capaces de establecer principios categóricos que sirvan de base a la dimensión institucional gubernamental, al mercado y procesos productivos, y a una nueva cultura social de la sostenibilidad a toda escala.
Feminista
La sociedad global ha comprendido el cambio que significa la lucha de las mujeres por igualdad. Esa igualdad debe ser abordada no sólo en lo que significa su dimensión legal. Esto de iguales derechos e iguales oportunidades, que es importante. La nueva Constitución debe considerar también el reconocimiento de la igualdad y la diferencia. Mujeres y hombres somos distintos, y justamente esas diferencias provocan la relación de dominación entre ambos y las consecuentes acciones de perjuicio para las mujeres del mundo. Dicho de otra manera, no basta que hombres y mujeres partan la carrera de 100 metros desde el mismo lugar, si la sociedad no se ha hecho cargo de las diferencias históricas que éstas presentan. La nueva Constitución debe reconocer una deuda histórica con las mujeres, y por tanto debe lograr garantizar en principios fundamentales el equilibrio para así crear mecanismos y disposiciones de igualdad de derechos y oportunidades. Esto tiene muchas expresiones concretas en la vida diaria, en los ámbitos público y privado. Por tanto, tenemos el deber moral de empujar una constitución feminista, tanto para mejorar las posibilidades de toda la sociedad, así como reconocer el valor de las mujeres en el nuevo contrato social.
Científica
La ciencia debe cobrar relevancia en la nueva carta magna chilena. Los desafíos del futuro traen aparejados un sin número de decisiones que las instituciones, las y los ciudadanos tendrán que tomar. El desarrollo científico también es desigual, y por lo tanto debemos lograr garantizar que Chile no siga quedando atrás. La investigación, desarrollo e innovación deben estar contenidas en la nueva constitución, así como la divulgación científica de los resultados. Definiendo principios que deriven en posteriores leyes que nos permitan dilucidar los conflictos entre la humanidad y la tecnología. La ciencia no debe estar atada puramente al mercado. Si así lo dejamos, la ciencia se transformará en instrumento de desigualdad y opresión de quienes menos tienen. Por lo tanto, la ciencia debe ser patrimonio de humanidad, del desarrollo sostenible y sometida a decisiones democráticas. El resguardo de la paz no debe quedar fuera. La ciencia debe contribuir a la paz, a la libertad y la protección de la vida en su conjunto. Nunca a la destrucción, la guerra y los gobiernos dictatoriales y totalitarios.
Nuestra nueva carta fundamental debe no sólo lograr establecer un contrato sobre los derechos sociales que debemos garantizar como la salud o la educación. También debe hacerse cargo de las tareas que conlleva el nuevo siglo y las transformaciones que vendrán. Debe ser capaz de modelar un desarrollo ya no basado en economías del siglo XX, sino que impulsar la sostenibilidad y la ciencia como pilares fundamentales del desarrollo de las y los seres humanos. Las mujeres aquí no deben seguir quedando en el segundo plano. El feminismo no debe ser planteado como una lucha entre polos opuestos, sino que debemos redefinir el concepto, como un nuevo paradigma social, donde somos capaces de establecer derechos respetando las diferencias y donde las acciones que deriven de aquello se hagan cargo apropiadamente.
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