En épocas de responsabilidad social empresarial, se ha convertido en tradición inventar artefactos conceptuales que, por la propia esencia de las ideas que cobijan, son un imposible. Frases cuya existencia va contra toda lógica y que solo el marketing comunicativo, en un acto de prestidigitación lingüística, las hace aparecer y ser repetidas por muchos (y muchas) hasta el infinito.
Son los oxímoron del neoliberalismo, figuras de la retórica del mercado que osan reunir dos palabras con significados contradictorios u opuestos. Ecoterrorismo, los instantes eternos, las tensas calmas son clichés comunes en la prensa. En la literatura nos topamos con la graciosa torpeza de la Beatriz de Borges en El Aleph y en el cine con el pequeño gigante interpretado por Hoffman.
Nos cruzamos así con las creaciones que este gobierno y el sector empresarial intentan, con todas sus fuerzas (que no son pocas), instalar en la población media. Y que se aceptan por algunos, más que por ignorancia (el sentido crítico no es uno de los fuertes de nuestros días), por una especie de obediencia debida a la autoridad que raya en la obsecuencia. Más que funcionarios, hoy lamentablemente demasiados no pasan de ser funcionales públicos.Hoy minería sustentable es un artilugio fantástico. En el sentido irreal del concepto. Y es deber irlo dejando en claro, porque si no lo hacemos hoy nos vendrán mañana con guerra sustentable, esclavitud sustentable, pobreza sustentable.
Así llegamos a la minería sustentable: con programas en televisión, cuñas en prensa, pendones, mesas de trabajo y, por cierto, centros de articulación público-privada como aquel creado por Ricardo Lagos y que tiene a su ex ministro Alvaro García de presidente ejecutivo: Valor Minero.
La minería sustentable, así como la Oficina de Gestión de Proyectos Sustentables de la actual administración, se ha alzado como la paradoja emblema del modelo de desarrollo extractivista nacional. Un dato: en la así llamada OGPS la mitad de la inversión de U$ 60 mil millones proyectada para los próximos tres años corresponde a iniciativas mineras.
El diálogo sobre el sector minero y la sustentabilidad se impulsa hoy como si de un automóvil desbocado se tratara, pero sin retrovisor y con el parabrisas empañado. Avanza sin hacerse cargo del pasado, así como tampoco observa con responsabilidad su futuro.
Chile es un país minero, efectivamente. Sin embargo aún no se ha hecho un análisis integral, desde la institucionalidad, el Estado y el empresariado, sobre lo que ha significado en nuestra historia en términos de salud de las personas, contaminación ambiental, zonas de sacrificio. Sabemos cuánto ha aportado en empleo, al PIB, tecnología, pero no existe claridad sobre los pasivos ambientales, más allá de investigaciones académicas, los esfuerzos de la sociedad civil y un catastro sobre los relaves más peligrosos del país que elaboró Sernageomín en 2005 pero que permaneció oculto hasta 2010, cuando Ciper Chile publicó un reportaje que luego difundiera CNN Chile gracias a la producción de La Ventana Cine y el auspicio de la UDP. En esto, el Estado, la política institucional y el sector privado están al debe.
No podemos pensar en minería sustentable si no conocemos bien ni nos hemos hecho cargo de todos los impactos socioambientales de este sector productivo. No estamos mirando por el retrovisor.
Y cuando se escucha a ejecutivos y autoridades da la impresión que la extracción de minerales fuera una actividad posiblemente eterna. Y claro, una cosa es que lo piensen, lo digan y lo crean, pero algo muy distinto es que efectivamente sea así. No, la minería no es renovable ni se regenera. O, mejor dicho, lo es pero en millones de años, por tanto es considerada, bajo todos los conceptos de sustentabilidad no renovable. Y al carecer de esta característica básica solo es factible mantenerla vigente avanzando y avanzando, es decir, afectando otros territorios. Parafraseando la idea insignia del Informe Brundtland que en 1987 acuñó el concepto de desarrollo sustentable: comiéndose nuestro geo y biodiverso futuro común.
Ante esta ineludible fatalidad, ¿dónde está el debate en Chile sobre un país post minería? Más aún cuando se agrega otro pelo a la sopa: así como la edad de piedra no se terminó con el agotamiento de las rocas, la gloriosa época chilena del salitre tampoco cuando este se acabó. Y así vamos saltando del salitre, al cobre, ahora al litio… ¿Cuándo nos preocuparemos de potenciar actividades que sí pueden ser plataforma de vida y desarrollo para muchas generaciones y no solo para las que tocan la buena suerte de estar en el momento y el lugar indicado, en un sálvese quien pueda intergeneracional?
No podemos pensar en minería sustentable si no reflexionamos sobre el futuro que estamos legando a los que vienen. No vemos bien a través del parabrisas.
Hoy minería sustentable es un artilugio fantástico. En el sentido irreal del concepto. Y es deber irlo dejando en claro, porque si no lo hacemos hoy nos vendrán mañana con guerra sustentable, esclavitud sustentable, pobreza sustentable. Una posibilidad no imposible, porque si existe algo en lo que el ser humano destaca es precisamente en su creatividad.
Aunque esta nos suene hoy irracional.
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