Este año la superficie afectada por incendios forestales supera exageradamente el promedio de los últimos años. Sucede que son causados intencional o negligentemente, y las campañas de prevención apuntan, como es tradición, a no lanzar colillas encendidas, apagar bien el carbón de la parrilla o que los niños no jueguen con fósforos. Pero, ¿sabemos a ciencia cierta el origen de estos incendios? ¿Entendemos por qué se expanden tan furiosamente?
Falta una inyección fuerte de recursos para estudiar la causalidad. Quizás nos encontremos con que hay conflictos de tenencia de la tierra entre vecinos, por ejemplo comunidades indígenas, pequeños propietarios y empresas forestales, y que utilizan el fuego para arruinar suelos y cultivos; quizás se usa el fuego para cambiar de uso desde forestal a agrícola, ganadero o inmobiliario. Quizás hay muchas otras causas que no hemos considerado. Incluso, grandes incendios en el área metropolitana están ocurriendo en zonas de alto interés para empresas inmobiliarias.
Además, en esta temporada se ha visto una leve variación en el número de focos, pero un gran incremento en el área afectada por el fuego. Esto no es equivalente a decir que CONAF se esté volviendo incapaz de controlar estos siniestros. Sin duda, vale la pena analizar cómo se están generando estos múltiples focos y la intencionalidad de su origen y, con ello, lo difícil que ha sido controlarlos. Al mismo tiempo, parte muy importante de los grandes incendios ocurren en zonas de plantaciones de pinos y eucaliptos. Estos cultivos (sí, son cultivos, tal como una plantación de paltos o cerezos) son muy densos, en general bastante secos por su gran consumo de agua, y son tan amplios y homogéneos que resultan ideales para la rápida propagación del fuego.
Para poder enfrentar un problema, primero debe estar claro el diagnóstico y debe haber sanciones acordes a la magnitud de los daños. Tenemos instituciones débiles en el área forestal y de emergencias, en otras palabras, no actuamos bien aún pudiendo anticipar este tipo de catástrofes. La institucionalidad no está dotada de recursos suficientes y permanentes que permitan afinar ese diagnóstico y atacar el problema sin exponer vidas de brigadistas escasamente capacitados y de la población rural. Las sanciones son mínimas y hasta inexistentes. Tenemos un ejemplo concreto: el último gran incendio en las Torres del Paine.
Contamos con información sobre la eficacia de corta-fuegos en plantaciones, las consideraciones a tener cuando se planta y se corta, el elevado consumo de agua de las plantaciones de rápido crecimiento y las condiciones de sequía, incrementándose verano tras verano, en distintas localidades, y un largo etcétera. Pero al parecer, hay un tema de intereses y voluntad política que asegura el statu quo.
Para poder enfrentar un problema, primero debe estar claro el diagnóstico y debe haber sanciones acordes a la magnitud de los daños. Tenemos instituciones débiles en el área forestal y de emergencias, en otras palabras, no actuamos bien aún pudiendo anticipar este tipo de catástrofes.
* Entrada escrita por Jennifer Romero V., integrante del directorio de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (AIFBN).
———–
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad