Si escuchamos a alguien decir “las cosas mismas” escuchamos una frase cuyo sentido parece sencillo. No hay mayor esfuerzo en el comprenderla. Una frase del decir cotidiano: las cosas, y no algo distinto sino ellas mismas. Llamamos decir cotidiano el habla que ocurre y pertenece al “dominio público”. El lenguaje compartido, que compartimos en la vida común.
Como lenguaje cotidiano es perfectamente comprensible. No es un lenguaje personal porque nadie lo ha creado: está ahí antes que nosotros llegáramos; seguirá después. Cuando comenzamos a usarlo, nos integramos a un modo de decir.
En el decir cotidiano estamos en una realidad habitual. La realidad del habla es aquella donde identificamos las cosas de nuestro mundo compartido. Tanto es habitual que dice la realidad que describimos espontáneamente. Por tanto, como dijimos, las “cosas mismas” quiere decir las cosas por sí mismas, siendo ese mismo nada distinto de la cosa dicha.
Si ahora decimos cosas comunes de lo que llamamos Naturaleza, podemos hablar de la montaña, el río, el árbol. La montaña dice una realidad cotidiana: esa o aquella montaña, comúnmente identificable, que podemos describir a otro que también comprenderá lo mismo. Las montañas que existen en la palabra común montaña, cuando la decimos y comunicamos, existen en el dominio público donde compartimos esa lengua. Donde estamos hablando; incluso ahora mismo (pero ya no tanto). ¿La montaña por sí misma? La montaña que pensamos/imaginamos porque la decimos. Lo de “misma” es su autorreferencia; es como repetir dos veces: montaña, montaña. La misma.En el lenguaje cotidiano, de todos los días, de los hábitos y costumbres comunes, por “cosas” entendemos inmediatamente una amplia extensión de cosas. Hay, y sabemos, hay cosas de todos los tipos, por decir algo, materiales y espirituales, mías o tuyas, cosas de las ciencias y cosas privadas.
Entonces detengamos la continuidad del sentido común. Preguntemos de nuevo, por segunda vez; preguntemos por la montaña misma. De la montaña comprendemos de qué se trata; pero ¿de “la misma”? De ella misma. ¿Dice simplemente la cosa por segunda vez? La montaña misma es una montaña a la que ha ocurrido algo. ¿Hay algo en este decir común que nos brinde así, de inmediato, el sentido de “lo mismo”? Porque si sólo repite dos veces, es bastante innecesaria: no agrega y más encima suma palabras (enreda).
La(s) montaña(s) del habla cotidiana se comprenden como cualquier cosa del sentido comunicado en la vida diaria. La palabra “montaña” tiene un referente seguro. Te la digo y me entiendes; y viceversa. Lo mismo sucede con cualquiera de las expresiones comunes. Detengamos, pues, la comprensión inmediata y notemos la palabra “misma”. ¿Qué dice? ¿Qué dice si no es precisamente la repetición? ¿Dice algo otro de la montaña si preguntamos por ella “misma? No. Sigue diciendo la montaña. Pero ha introducido una pregunta donde únicamente había significados, digamos, automáticos (naturalmente espontáneos).
En el lenguaje cotidiano, de todos los días, de los hábitos y costumbres comunes, por “cosas” entendemos inmediatamente una amplia extensión de cosas. Hay, y sabemos, hay cosas de todos los tipos, por decir algo, materiales y espirituales, mías o tuyas, cosas de las ciencias y cosas privadas. También puede perfectamente haber montañas. Altas o más altas. Con o sin nieve. Etc. La cosa por sí misma puede ayudarnos cuando lo de “misma” quiere decir el contexto particular en que decimos y significamos esa cosa. Esa montaña. Se trata de las cosas mismas de tal tipo. La montaña misma diría la montaña de tal tipo; sitúa la cosa respecto de una pluralidad contextual. Hay montañas de muchas formas; la montaña misma dice una forma distinguible.
Entonces, en el lenguaje común, si lo de “mismo” es contextual, podemos reemplazar eso “mismo” por un contexto en particular. No habría la “cosa misma” -ya sabemos, no habría la montaña misma-, sino, más bien, las montañas en tales y cuales paisajes o geografías. Tenemos las cosas en sus sentidos diversos. No hay tal cosa como la “montaña misma” -entiéndase: nada agrega lo de misma a la cosa-.
La paradoja dice, Felipe Johnson en su prólogo a “¿Hacia las cosas mismas? Discusiones en torno a la problemática claridad del fenómeno”, que:
“Siendo construida según las reglas del lenguaje
del que se sirve para designar la realidad en
la que se siente en casa, es ella [misma] la que,
tantas veces como se pronuncia, pone en cuestión
sus propias certezas, desafía al sentido común”
Esta segunda vez, cuando detenemos la comprensión común, lo de “mismas” pareciera mostrarnos algo así como un contrasentido. Agrega Johnson: “ ‘Las cosas mismas’ es el nombre para una irrealidad, mas esto no quiere decir que hable de algo inexistente”… Lo de “mismas” no denomina algo específico de las cosas; caracteriza la manera cómo se ha de hablar de ellas, esto es, “mostrándolas desde y por ellas mismas”. La frase “las cosas mismas” resulta aquí un llamado a cultivar un hablar que no diga sino lo que se muestra, aparece. No las cosas en algún contexto de aparición -la montaña de nuestra cordillera, cuando hablamos pensando en esa cordillera-, que es un contexto de uso, allí “donde está funcionando”, sino el mero (puro) aparecer de algo como “montaña”. La montaña misma nos querría hacer decir (y pensar) en una montaña en su mostrarse al habla como tal montaña.
La Naturaleza por sí misma no dice las cosas de la Naturaleza, ni la Naturaleza tal y como llamamos a sus cosas; por sí misma una cosa de la Naturaleza dice la cosa en su aparecer, en su mostrarse desde sí misma. La expresión “las cosas mismas” de la Naturaleza resulta un llamado a cultivar un hablar que no diga otra cosa sino la cosa que se muestra en la Naturaleza -o la Naturaleza misma- en cuanto se muestra por sí misma.
Este preciso aparecer es lo que el dominio público jamás hallará en su mundo familiar. Las cosas de la Naturaleza dice las variadas cosas que podemos encontrar en la Naturaleza. Las cosas mismas de la Naturaleza dice el aparecer de esas cosas no en cuanto son estas o aquellas sino sólo en cuanto aparecen, cómo aparecen.
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