Estamos próximos al cambio de gobierno y muy expectantes acerca de lo que se configurará con este cambio que no solo será de presidente, sino también de época. Todo esto en el complejo contexto mundial del avance del COVID y del cambio climático, por señalar solo los aspectos trascendentales, cuyas evoluciones y perspectivas son inciertas y peligrosas, por decir lo menos, si no adoptamos una postura ética, generosa y coherente.
La repuesta a la problemática es esencialmente política y la pregunta que surge es hasta donde deben llegar los cambios ambientales que se requieren en esta etapa para contribuir a enfrentar los dos grandes temas planteados que se caracterizan por viejas y legítimas aspiraciones, pero con nuevos enfoques y con una gran participación ciudadana.Podrán inventarse distintos modelos participativos y punitivos, pero lo principal que tiene que estar presente es el aspecto ético, tan bien definido en el interés común por el buen vivir o “Sumak Kawsay”
Se trata también de un peligroso juego de actores en que cada uno tienen que ceder y convencer, la ciudadanía expresa su sentir y no tiene porqué ser responsable de que su opinión esté técnica o científicamente sustentada. Su derecho es, por ejemplo, a exigir agua potable para todos los ciudadanos, ambiente limpio con recolección y cero residuos a rellenos, buena calidad del aire, protección de la naturaleza, vivienda de calidad, etc. Los técnicos y científicos tenemos que ser capaces de diseñar y delimitar las posibilidades y proponer lo qué se puede hacer y en qué plazo, cuál es el costo de hacerlo. Los políticos y empresarios tienen que tomar las decisiones acerca de qué camino seguir y asumir los costos sociales y no solo los beneficios personales.
El primer desafío es entonces resolver la ecuación de cómo cada cual puede opinar con independencia de los impactos que generan sus aspiraciones, con honestidad y seriedad. El punto central es cómo se incorporan los deberes a los derechos y las decisiones a la realidad.
El ciudadano es naturalmente el centro, a quienes hay que responderles a sus aspiraciones con soluciones de forma tal que las asuma convencido. Su conformidad o no, la manifestará por los caminos democráticos. Los científicos y técnicos tenemos que ser capaces de evaluar muy responsablemente las alternativas, sin pretender copiar esquemas importados y cuando no sabemos, preguntar y convocar al trabajo colectivo. Los políticos arriesgan su base electoral y su prestigio profesional. Podrán inventarse distintos modelos participativos y punitivos, pero lo principal que tiene que estar presente es el aspecto ético, tan bien definido en el interés común por el buen vivir o “Sumak Kawsay” y con mucha confianza entre los protagonistas.
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