Sin lugar a dudas, uno de los grandes problemas contemporáneos es el cuidado del medio ambiente. El desmesurado consumo de los recursos naturales del planeta está poniendo en riesgo nuestra vida. Por tal motivo, surgen cada vez más campañas que buscan generar conciencia sobre la gravedad de nuestro estado, pero un modo de vida en armonía con la naturaleza nos aterra. Al hombre Occidental le gustan las comodidades que ofrece la industria, de modo que el problema se vuelve de difícil resolución.
Ahora bien, el hecho de que no queramos una vida alejada de las comodidades del presente siglo, no significa que no podamos mejorar nuestra condición. Probablemente, una de las campañas más polémicas y populares es la relativa al consumo de la carne. Algunos dicen que el cuerpo necesita consumir carne; otros dicen que se puede vivir sin ella; y otros que debemos comer pero no en exceso. En suma, hay estudios e investigaciones para todos los gustos, y cuando no somos eruditos en el tema no sabemos a quién creer. Sin embargo, más allá de la posible importancia de la carne en la dieta humana, es claro que la industria de la carne es dañina para el planeta. Algunas de sus consecuencias evidentes son la contaminación, el excesivo uso del agua y la deforestación. De este modo, parece insostenible el modelo alimenticio de nuestro siglo. Ante este desolador panorama aparecen los vegetarianos o veganos como salvadores del planeta. No comer carne parece ser un acto revolucionario, un acto político, que le puede dar un mejor estado de vida a las futuras generaciones. Pero ¿realmente modificar nuestra alimentación puede salvar al planeta? ¿Qué tan importante es dejar la carne? Sin duda es importante transformar nuestra dieta, pero también hay dos problemas inherentes a ello.Necesitamos que nos obliguen a ser libres; necesitamos que nos obliguen a salvar al planeta; necesitamos que nos obliguen a salvarnos a nosotros mismos.
En primer lugar, nos debemos preguntar ¿cuántas personas deben eliminar o reducir de su dieta la carne para lograr un cambio significativo? A simple vista, el auge de la alimentación en base a vegetales y frutas no parece estar teniendo un efecto significativo. Algunos responderán “todo suma, y mientras más nos sumemos a esta iniciativa mejor estará el planeta”. No obstante, la primera dificultad sería que estamos actuando contra el reloj. A pesar de que cada año se suman más personas a estas iniciativas, seguimos condenados a una vida futura miserable. Acaso, ¿podemos confiar en el individualismo tan propio de nuestra época para salvar al planeta? ¿Será posible conseguir un acto comunitario a favor del planeta? ¿Conseguiremos la suficiente gente para terminar con los daños excesivos producidos por la carne?
En segundo lugar, debemos tomar conciencia del significado de nuestras acciones. En otras palabras, debemos entender que dejar de comer carne significa oponerse a la industria que la produce. Realmente es importante considerar esto porque muchas personas dejan de comer carne para ayudar al planeta, sin embargo siguen ayudando a dicha industria. Es completamente absurdo afirmar que no como carne para ayudar al planeta, pero sigo comprando una hamburguesa vegetal en el Burger King o cualquier cadena de alimentos que venda carne, pues de igual manera estoy ayudando a mantener al restaurante, y junto con ello a la industria, ¿o no? Algunos responderán, que a pesar de ello venden menos carne, pero con ello volvemos al punto anterior, a saber, la falta de apoyo. En la misma línea, ¿tiene sentido dejar de comer carne los lunes, mientras disfruto de asados todos los fin de semana? ¿Sirve aportar un granito de arena para salvar al planeta?
Ahora bien, con esto no queremos en ningún caso afirmar que todo acto se vuelve inútil para salvar el planeta, y por tanto hay que seguir comiendo carne. Al contrario, sólo buscamos mostrar algunas tensiones presentes en la política ecologista. La ecología hoy parece ser una moda, en donde estamos dispuestos a participar pero siempre que nos mantengamos cómodos. La gran pregunta es ¿cómo lograr el cambio, al no estar voluntariamente dispuestos a sacrificarnos? ¿Cuál debe ser el modo de encausar nuestras acciones de tal manera que se pueda lograr un cambio estructural en las sociedades contemporáneas?
Dicho esto, la verdadera revolución ecológica debe ser una revolución contra el Estado. Funcionamos como mónadas, y por eso los cambios son tan difíciles de lograr. Necesitamos que nos obliguen a ser libres; necesitamos que nos obliguen a salvar al planeta; necesitamos que nos obliguen a salvarnos a nosotros mismos. Debemos buscar una transformación en las estructuras político-sociales, y mediante dicha transformación limitar a los grandes males que nos acechan. Si queremos luchar contra la carne, debemos luchar con quién permite su explotación, a saber, el Estado. Los gobiernos políticos pueden ser grandes aliados, pero también grandes enemigos.
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