No dejo de escuchar como si fuera un mantra: ¡tú deber cívico es votar informado! ¡Debes leer la propuesta constitucional para saber sobre qué estás votando! ¡Leer, leer, leer antes de votar! ¡Leer, leer, leer la propuesta constitucional! Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme cuál es el valor de la información, pues ¿qué significa realmente estar informado? ¿La lectura constituye una fuente de sabiduría? Y de ser así, ¿qué debemos leer realmente para “estar informados”?
A pocos días del plebiscito, la idea común parece ser la siguiente: leer la propuesta constitucional equivale a estar informado, por lo tanto, ésa es la condición indispensable para salir de nuestras casas el 4 de septiembre con la conciencia tranquila. Asimismo, el caso contrario, es decir, votar sin haber leído la propuesta constitucional, equivale a una inmensa irresponsabilidad cívica. No obstante, los más suspicaces afirmarán que no basta con conocer la propuesta constitucional, sino que también debemos leer la presente Constitución para evaluar correctamente nuestros juicios, ¿o acaso vamos a caer en la lógica infantil de creer que si el origen es ilegítimo todo lo que se deriva de él también lo es? Pues evidentemente, en el caso que aceptáramos el origen de la actual Constitución como ilegitimo al no haber sido hecha en democracia, eso obviamente no significa que el contenido de ésta sea falso, injusto o perjudicial. En consecuencia, estar informado implicaría una comparación y reflexión en torno a ambos textos constitucionales, pues resulta absurdo criticar lo que no se conoce.
Ahora bien, siguiendo la misma lógica, podríamos preguntarnos si una lectura de ambos textos constitucionales implica realmente estar informado, pues con justa razón los filósofos podrían acusarnos de torpes y perezosos, vociferando: “Ustedes, los mortales, no os creáis a quienes les ofrecen esperanzas en Twitter y la televisión. No os creáis a los supuestos expertos quienes fingen ser el superhombre de nuestro siglo. Yo os enseño a buscar la verdad. Yo os enseño a pensar en los fundamentos de la realidad”. De este modo, estar informado consistiría en mucho más que leer una, dos, tres o mil constituciones, más bien consistiría en comprender los fundamentos que sostienen el discurso constitucional. Así, intentar entender la naturaleza de los derechos, los deberes, el bien, la justica, la dignidad o la ley, nos permitirá tener un mejor criterio a la hora de leer y decidir en torno a la propuesta constitucional, pues ¿puedo autodenominarme como una persona informada, si ni siquiera he reflexionado sobre algo tan elemental como la naturaleza humana y el fin del Estado? Y así nuevamente resuenan en mi cabeza aquellas preguntas incesantes: ¿qué significa realmente estar informado? ¿La lectura constituye una fuente de sabiduría? Y de ser así, ¿qué debemos leer realmente para “estar informados”?Estar informado implicaría una comparación y reflexión en torno a ambos textos constitucionales, pues resulta absurdo criticar lo que no se conoce.
De este modo, si queremos ser responsables a la hora de votar me es menester afirmar que no hay un conjunto de textos que nos otorguen el título de conocedores de la verdad, ni que nos coloque en ese lugar abstracto en donde se reúnen “los informados”, pues el conocimiento es infinito y obtener una pequeña aproximación a él requiere de arduos años de trabajo. Por eso, en vez de querer “estar informados”, quizás sea mejor querer buscar con humildad la verdad, lo que implica disponer mi vida entera a reflexionar, preguntar, criticar y dialogar para así poder llenar de contenido mis decisiones. Por lo tanto, no nos engañemos creyendo que leer la propuesta constitucional nos hace conocedores del tema, dándole mayor valor a nuestro voto, pues eso en el mejor de los casos es sólo el punto de partida. Si realmente queremos cumplir con un deber cívico en las elecciones, que ése sea votar con responsabilidad, es decir, buscar de un modo humilde y constante la verdad.
En consecuencia, cuando al final del día sigamos escuchando como si fuera un mantra: ¡Leer, leer, leer antes de votar! ¡Leer, leer, leer la propuesta constitucional! Respondamos con mucho fervor: ¡leer, reflexionar, dialogar y volver a leer! ¡leer, leer, leer y no parar de leer!
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