Se nos ha repetido por décadas que para combatir la delincuencia hay que aumentar las penas y endurecer el cumplimiento de las mismas, olvidando las formas alternativas para dicho cumplimiento así como también las medidas de reinserción social, poniendo ahínco sólo en el carácter retribucionista de la pena.
De esta forma, hemos transitado por las agendas cortas antidelincuencia 1 y 2, por la limitación a penas sustitutivas en la Ley Emilia, en la Ley de Control de Armas, sólo por poner algunos ejemplos.
Sin embargo, hoy nos encontramos con que el Quinto Estudio de las Condiciones Carcelarias en Chile realizado por el INDH, que levantó información de 44 centros de detención y se basó en 655 entrevistas realizadas a personas privadas de libertad y funcionarios, da cuenta de que nuestras cárceles se encuentran sobrepobladas, observando un aumento de la ocupación respecto de los años 2018 y 2019. Así, un 45% de las 83 cárceles del país tiene un nivel de ocupación superior a su capacidad; 19 de ellas la sobrepoblación es de un 140%, siendo las más hacinadas Taltal (265,6%), Copiapó (220,7%), Santiago Sur o ex Penitenciaría (203,8%) y Petorca (200%), lo que ha traído una grave crisis en materia de condiciones de dignidad humana en que los reclusos cumplen sus condenas, es decir, en materia de derechos humanos.
Según el citado informe, hay reclusos que pasan hasta 20 horas sin recibir alimentos o recibiendo alimentación en condiciones de higiene deplorables (comida con pelos, plumas y fecas, comida fría y no reciben bandejas ni cubiertos para comer, debiendo hacerlo en botellas plásticas). También se detectó que no todos los reclusos tienen acceso a camas, debiendo algunos dormir en el suelo, o compartir aquellas con otros internos, o dormir en pasillos, patio o incluso en baños, existiendo también falta de colchones o ropa de abrigo. Tampoco hay acceso a agua o baños las 24 horas del día, porque éstos se encuentran fuera de las zonas de encierro de la población y en 11 de los establecimientos revisados se detectaron plagas de vinchucas, ratones, chinches, pulgas, palomas, ratas y cucarachas.
De otro lado, y obviando las condiciones infrahumanas en que viven los presos en nuestras cárceles, si la tesis con que partimos esta columna fuese la correcta, este hacinamiento carcelario debería haber traído como consecuencia la drástica disminución de la delincuencia, sin embargo vivimos la peor crisis de seguridad en décadas. Así queda demostrado que la mano dura sólo trae réditos político electorales a quien la propone, pero no tiene ningún impacto efectivo en los niveles de delincuencia, es decir, es sólo una ilusión de solución del problema, un engaño a la ciudadanía, pero que no tienen ninguna eficacia en los hechos.
Queda demostrado que la mano dura sólo trae réditos político electorales a quien la propone, pero no tiene ningún impacto efectivo en los niveles de delincuencia
En conclusión, con las medidas punitivistas como aumento de penas y cárcel efectiva hemos creado un sistema penal que viola a diario los derechos humanos de miles de chilenos y que no sirve para controlar la delincuencia, medidas que hemos repetido mecánicamente por décadas, por lo que, si de verdad queremos avanzar en el control del delito, debemos hacer las cosas de manera diferente, comenzando por mejorar las condiciones socioeconómicas de la población, disminuyendo los niveles de desigualdad , educando y creando un sistema de reinserción social fuerte y eficiente.
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